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30/9/12

EL RESURGIMIENTO DEL IMPERIO DE ORIENTE (II)

Sin embargo, en oriente el imperio todavía desempeñaba el papel de defensor y, en este estadio, entraba en su fase más gloriosa.  Se había salvado de los persistentes ataques de los musulmanes gracias al emperador León III (717-741) y a su sucesor Constantino V (741-775), que también se había vuelto contra los búlgaros y los había obligado a pedir la paz (774).  Pero su dinastía, los Isaurios, era también la responsable de la controversia iconoclasta que se había desatado en la Iglesia en torno a la veneración de las imágenes (726), que no sólo provoco la hostilidad popular y monástica dentro del imperio sino que creó dificultades con el papado, lo que hizo que durante este período los francos "usurparan" el poder imperial en Italia.  Cuando, en el 842, fue restaurado el culto a las imágenes, el imperio occidental, pese a no estar a la altura de lo prometido al principio, había adquirido respetabilidad.  Con el emperador Basilio I (867-886), el imperio de Orienta cayó en manos de la afortunada dinastía macedonia, que gobernaría durante casi dos siglos (867-1058).  El mayor logro de la dinastía en occidente, conseguido por Basilio II (emperador entre el 976 y el 1025), fue el dominio sobre los búlgaros, que habían manifestado sus ambiciones en los Balcanes nada menos que en el siglo VII.  En el 811 habían salido de su colonia original en la cuenca del Danubio y habían invadido la Tracia imperial llegando hasta Constantinopla, donde mataron al emperador Nicéforo I en una batalla.  Durante el siglo IX su imperio se expandió hasta Macedonia, donde amplió el número de sus vasallos con nuevos eslavos.  Gradualmente los búlgaros fueron abandonando su lengua y se convirtieron en un pueblo de lengua eslava.  Más o menos en esta época la iglesia griega, bajo el patriarca Pothius aceptó el deber de enviar misiones para convertir a los paganos de los Balcanes, situados más allá de las fronteras del imperio, y ya que el cristianismo se estaba difundiendo entre los eslavos, los búlgaros temieron perder el dominio que ejercían sobre ellos a menos de convertirse también ellos en cristianos.  Después que el emperador griego hiciera un impresionante alarde de fuerza naval del imperio, los búlgaros analizaron la posibilidad de ser cristianizados por occidente.  Pese a ello, los búlgaros fueron cristianizados en el 864 por la iglesia oriental, aunque el hecho no comportó una dócil sumisión a la autoridad del emperador y el patriarca.  El líder de los búlgaros, Boris, obtuvo de Constantinopla, preocupada por sus negociaciones con Roma, la provincia eclesiástica semiautónoma a la que aspiraba para su puebloy, pese a la creciente influencia de la cultura griega en sus tierras, los búlgaros siguieron siendo capaces de defender sus propios intereses.  El hijo pequeño de Boris, Simeón, que gobernó desde el 893 hasta el 927, consideró justificado atacar el territorio del imperio en el 894.  Los griegos llamaron en su ayuda a los magiares, lo que hizo qu eSimeón tuviera que llamar a los Petchenegs, los cuales repelieron a los magiares en dirección oeste hacia la llanura del Danubio, separando con ello los eslavos del sur de los de Moravia.  Simeón derrotó entonces a los griegos  y firmó la paz a cambio de un tributo anual (896).  Más adelante, aprovechado la crisis de Constantinopla cuando en el puesto de emperador sólo había un niño, Simeón intentó hacerse con el imperio (913) y, ya que no esto, por lo menos consiguió ser coronado "basileus" de Bulgaria y la promesa de convertirse en suegro del emperador niño.  Con todo, sus planes no se realizaron y no pudo ser aquel poder que dominaría Constantinopla y ni sus conquistas territoriales en los Balcanes ni el establecimiento de un patriarcado independiente debilitaron la decisión que había tomado Bizancio de burlar sus pretensiones.
Después de su muerte, sus sucesores no pudieron mantener la cohesión del estado búlgaro y la deslealtad anidó incluso dentro de la propia iglesia, puesto que se desembocó en la herejía de los bogomilos.  

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