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3/9/12

EL CRECIMIENTO DE LA PREEMINENCIA FRANCA (III)

Bajo la égida merovingia otro nuevo grupo de intereses locales había cobrado coherencia geográfica.  Entre los personajes poderosos no sólo figuraban los líderes militares francos sino también los descendientes de la antigua aristocracia galo-romana que habían conservado su preponderancia en el obispado y en el gobierno local.  El final de las aventuras extranjeras de los merovingios redujo la capacidad de los reyes de recompensar a sus seguidores, a no ser alienando las tierras del erario romano.  Los grandes terratenientes de la Galia, que se habían enriquecido considerablemente, comenzaron a concentrar sus propiedades.  El último rey merovingio importante, Dagoberto I (628-638),se vio reducido a tratar de debilitar la posición de los grandes hombres de Austrasia y Burgundia prestando su apoyo a los principados del este, por ejemplo Turingia y Baviera.  En la propia Neustria de Dagoberto, la gente poderosa no era más fácil de pacificar que en los demás reinos, particularmente cuando las minorías reales la obligaron a aceptar puestos de responsabilidad en las regencias.  Tanto en Asutrasia como en Neustria los mayordomos de palacio se hicieron cargo de la situación.  Desde Neustria, Ebroin estuvo varios años manteniendo Austrasia a raya.  Sin embargo, después de su asesinato, el administrador de Austrasia derrotó a los deNeustria en Tertry (687) e impuso la preeminencia de su propia casa, aun cuando mientras los dos reinos se habían mantenido rivales, sus territorios distantes se habían perdido inevitablemente.
El liderazgo de Austrasia en la Galia había desplazado la base del poder franco desde la cuenca del Sena, donde París era la capital de Neustria, al territorio comprendido entre los ríos Mosa y Mosela, donde la capital era Metz.  Desde Austrasia la familia carolingia dirigía todas las conquistas merovingias que se hacían a partir de Roma y más allá, pero su preocupación principal consistía en conquistar, convertir y colonizar las tierras situadas inmediatamente al norte y este de su nueva base.  Los francos demostraron su excepcionalidad entre los bárbaros por el hecho paradójico de combinar dos cualidades muy diferentes.  En primer lugar, estaban preparados para aceptar la influencia de Roma, como por ejemplo en materia de religión.  Pero, en segundo lugar, no abandonaban su patria germánica y se mantenían más fieles a ella que ninguno de los godos a la suya propia.
En tiempos de Clodoveo, Teodorico había interenido en la Galia para salvar el litoral meridional y cederlo a los visigodos y para ganar Provenza para sí.  Después de su muerte, dos hijos de Clodoveo se vieron inmediatamente arrastrados a intervenir en los asuntos italianos y se repartieron Provenza.  Sin embargo, todavía tendrían que pasar otros dos siglos y medio más antes de que Carlomagno se nombrara a sí mismo rey de Italia, pese a varias intervenciones francas sucesivas en la península en tiempos en que las circunstancias permitían a los reyes francos esas aventuras.  Teudeberto ocupó tierras en Venecia y Liguria a mediados del siglo VI. Después de él, la influencia franca en Baviera permitió acceso adicional a Italia desde el este.  Todos estos territorios se encontraban entonces íntimamente unidos por los acontecimientos políticos, ya que cuando los longobardos bajaron desde el Nórico hasta Italia en el 568 sin ser invitados, no penetraron inmediatamente en el sur y durante varios años a partir de entonces ellos y sus confederados sajones realizaron muchas incursiones violentas en Burgundia.  La resistencia detuvo eficazmente el avance longobardo.  El hecho impresionó lo bastante al papa y al emperador para convencerlos de las ventajas de desplegar a los francos contra los longobardos de Italia.  A diferencia de otros "invasores" bárbaros del imperio, los longobardos no contaron nunca con autoridad suficiente para establecerse y durante casi dos siglos el papa sobre todo se sintió particularmente amenazado por aquellos salvajes, algunos de los cuales seguían siendo paganos en tiempos de la invasión.  Los había también arrianos.  El papa Gregorio el Grande (590-604) chocó con Teodolinda, esposa católica y franca del rey Autario y madre de reyes entre los longobardos, que vivió a principios del siglo VII, la cual no quiso de ninguna manera doblegarse a su autoridad, ni siquiera en materias religiosas.  De hecho, su catolicismo le servía para afianzar su posición política en el obispado del norte de Italia.  Los longobardos respaldaron la autoridad del patriarca de Aquilea en el norte de Italia frente al papa hasta el 698.  Entretanto, la mejor esperanza política del papado seguía siendo la fuerza superviviente del gobierno imperial en Italia.  Únicamente las dificultades del imperio en Constantinopla a principios del siglo VIII, seguidas por el conflicto sobre la iconoclastia, privaron totalmente al papado de este apoyo.  Por aquel entonces ya hacía tiempo que los papas se habían reconciliado ante la necesidad de una ayuda de los católicos del norte de Europa.

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EUROPA: ORIGEN Y JUSTIFICACIÓN aquí

HISTORIA MEDIEVAL DE LAS ESPAÑAS I aquí

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