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4/9/12

EL CRECIMIENTO DEL PODER LONGOBARDO EN ITALIA (II)

El segundo esposo de Teodelinda, Agilulfo, duque de Turín, pudo continuar la ofensiva y ocupó Mantua, Padua, Cremona, Parma y Piacenza, entonces en manos de los griegos, en el 603.  Sus triunfos le facilitaron el camino para imponerse a los duques del norte y conseguir el apoyo de los obispos italianos del norte, que reconocían más la jurisdicción del patriarca de Aqulea que la de Roma. Los longobardos fueron ganados lentamente por el arrianismo.  Fue durante el reinado de Agilulfo (590-615) que situaron su santuario nacional en Monza (595) y que el misionero irlandés Columbano fundó su retiro final en Bobbio (alrededor del 615).  A la muerte de Agilulfo el reinado pasó a su hijo y a los dos maridos de su hija, bajo los cuales se hicieron otras conquistas a los griegos tanto en el este (Oderzo) como en el oeste, donde finalmente se llegó al litoral ligur, puesto en manos de otro duque.  El rey Ariberto, sobrino de Teodelinda, ya era declaradamente católico (a partir del 653) y el arrianismo fue disolviéndose.
Así pues, a mediados del siglo VII, los longobardos se habían afincado en Italia y, un siglo después, su invasión había demostrado la capacidad que tenían de hacer que una situación redundara en su propia ventaja.  Sus responsabilidades habían reducido mucho su ferocidad y su salvajismo y el rey Rotario fue el primero de una notable serie de legisladores (un edicto promulgado en el 643).  Como sus contemporáneos de España, era evidente que los longobardos habían dejado de ser un pueblo incivil, incluso según las normas romanas,y así que los reyes longobardos se convirtieron al catolicismo desapareció el impedimento principal para su asimilación.  Las disputas en torno a la sucesión real brindaron ocasión al emperador Constante II de intervenir personalmente en Italia (663).  De hecho, antes de su muerte conquistó más territorio del ducado de Benevento, después de lo cual el duque longobardo Romualdo tomó represalias contra los griegos y ocupó Brindisi y Tarento junto con el resto de Apulia y Calabria.
Sin embargo, los longobardos no pudieron desembarazarse de la administración imperial en el sur, y la franja  de territorio que atravesaba el centro de Italia desde Rávena a Roma dejó separados los principados longobardos.  El emperador, pese a encontrarse absorbido por los problemas del este, no tenía ningún miedo de perder el control de Italia y generalmente tuvo al papado intimidado durante todo el siglo VII.  Lo único que obligó al papado a levantarse contra él fue la controversia por las cuestiones iconoclastas y en este caso fue por razones doctrinales.  Incluso entonces fue la ocupación e Rávena en el 751 por parte de los longobrdos, aprovechando la impopularidad que tenía entonces el imperio,la que precipitó lallamada del papa a los francos, cuya ayuda necesitaba.

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