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30/9/13

LA INDUSTRIA

Los gremios medievales más antiguos fueron los de los mercaderes de las ciudades, si bien en el sigo XIII comenzaron a surgir gremios de artesanos específicos, así como corporaciones de médicos y abogados.  Cuando Luis IX de Francia ordenó la compilación de un libro de costumbres de los diferentes comercios, la indagación reveló que las normas efectivas que no se habían puesto previamente por escrito habían dependido de la transmisión oral a través de los comerciantes de prestigio.  No es de sorprender que las norma de los gremios redactadas en las ciudades en el siglo XIII concedieran una gran importancia a los deberes religiosos de sus miembros en lo que se refiere a la asistencia a las devociones colectivas o a su compromiso moral con los familiares de los miembros difuntos, así como, de manera más directa, a las cuestiones profesionales.
Los gremios tenían un papel muy importante en la ciudad.  El tipo de comercios que se agremiasen, los que eran subsidiarios de gremios dirigidos por comercios más poderosos o los que se veían imposibilitados para formar cualquier tipo de organización grupal eran cosas que variaban de una ciudad a otra.  En Florencia había que pertenecer a algún gremio para poder desempeñar un cargo público.  En Londres, los intentos de sustituir los wards (división territorial de los condados) como unidades de gobierno local por formas de representación a través de los gremios quedaron en nada.  Sin embargo, en todas las ciudades, la organización de los gremios indicaba que el sentido de las claves profesionales no estaba limitado a grupos educados tales como los juristas o los estudiantes.
La mayor parte de la actividad artesana se realizaba en pequeños talleres bajo las órdenes de maestros que conocían personalmente a sus trabajadores, algunos de los cuales, si se daban las circunstancias favorables para ello, pondrían en marcha sus propios negocios, aunque el sistema no garantizaba que todos los que trabajaban por jornadas (jornaleros) llegasen un día a ser maestros.  Los trabajadores que estaban dedicados a comercios no organizados se encontraban dispersos en demasiadas empresas para poder conseguir mejoras sustanciales en las cuestiones que eran motivo de sus quejas.  La industria del tejido era la única en la que los muchos trabajos diferentes involucrados eran más susceptibles de unas condiciones semejantes a las de una fábrica, aunque el uso de la fuerza hidráulica en el proceso de mecanización de la industria acabó por empujarla hacia el campo, fuera del alcance de las normas de los gremios.  El interés medieval por los artilugios mecánicos procedía de la extraordinaria escasez de mano de obra a todos los niveles en una sociedad que ya no conseguía esclavos como resultado de las guerras y que debía complementar el trabajo humano de la mejor manera que su ingenio le daba a entender.

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