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20/9/13

INFLUENCIA URBANA EN LA ALTA EDAD MEDIA (II)

Estos cambios en la vida de la ciudad medieval reflejan los muchos cambios diferentes operados a lo largo de los siglos en diversas partes del continente.  Originariamente las ciudades habían crecido con gran rapidez y habían adoptado de una sociedad rural muy vigorosa sus espíritus más audaces.  Hacia finales del siglo XIII, por razones que no sería fácil de definir, el proceso de expansión comenzó a declinar.  Probablemente Europa había alcanzado su punto de saturación en lo tocante a contar con un número suficiente de ciudades para sus necesidades económicas.  Las esperanzas puestas e ciudades que no respondían a una necesidad dejaron inevitablemente de echar raíces.  Cuando ya no hubo una demanda cubierta de manufacturas y materias primas a suministrar por los comerciantes, las ciudades comenzaron a competir entre sí de forma desesperada a fin de conservar sus mercados.  Hay que añadir a esos contratiempos las epidemias y pestes, que se cebaron particularmente en las ciudades, dado que éstas constituían un caldo de cultivo más favorable a las infecciones.  Las poblaciones de las ciudades resultaron muy diezmada, pero se recuperaron tan pronto como comenzaron a aumentar las poblaciones rurales, puesto que las ciudades trataban desesperadamente de atraer inmigrantes, sobretodo cuando desarrollaban determinadas competencias. Incluso es posible que, después de uno de esos contratiempos, surgiera un orden económico más estable, en el que las ciudades en conjunto mejoraran su situación con respecto  la del campo.  Es evidente que no había nada que pudiera compararse a las consecuencias de la emigraciones bárbaras ocurridas mil años antes para frustrar las posibilidades de la recuperación urbana.  En este aspecto, la exageración de algunos historiadores recientes con respecto a los efectos de la peste sobre la vida ciudadana puede ser sumamente desorientador.  Los mismos gobiernos de las ciudades veían el problema del número sólo como una de tantas dificultades, puesto que ha sido la obsesión moderna de los números lo que ha convertido este aspecto en un problema de primer orden.
La aparición de las ciudades medievales es más difícil de describir de lo que puede imaginarse.  Son muy pocos los edificios anteriores al siglo XIII que han sobrevivido.  Se trata sobre todo de iglesias, edificios constantemente ampliados y reconstruidos y a menudo conservados como "lugares históricos", aislados y cuidados para salvarlos del vandalismo moderno.  Con frecuencia no se tiene en cuenta que estas iglesias ya eran en la Edad Media construcciones góticas en medio de edificios más recientes. Si es indudable que son los edificios mejor construidos de una ciudad, también lo es que dominaron un medio urbano comparativamente homogéneo en lo que se refiere a su carácter arquitectónico.  Hasta finales del siglo XV los artistas no comenzaron a planificar ciudades de manera que su aspecto físico produjera una determinada impresión.  Sólo recurriendo a la imaginación podemos captar  cómo fue el estilo de vida urbano y, aun así, es preciso recordar cuántas fueron las ciudades que estuvieron experimentando constantes cambios a lo largo de sus mejores días.  Las preocupaciones del siglo XII no eran las mismas que las del siglo XV, ni en Florencia ni en Inglaterra.  Vista con el microscopio de la historia, la "ciudad" representada por un punto en el mapa se transforma en una masa hirviente de individuos cambiantes.

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