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10/9/13

LA IMPORTANCIA DE LAS CIUDADES EN EL MEDIEVO (III)

De entre los pueblos nórdicos, los ingleses y los franceses fueron los primeros en crear puestos gubernamentales reales.  En el siglo XIII, el personal administrativo, los jueces y los contables se establecieron en grupo en capitales administrativas como Westminster o París.  Sin embargo, mientras los reyes continuaban moviéndose por sus dominios par ocuparse de sus estados, establecer contacto con sus gentes y promover importantes cuestiones, incluso instituciones tan grandes como sus "parlamentos" a menudo se reunían fuera de las capitales.  Aunque ciertos aspectos de las cuestiones relacionadas con el gobierno se trataban en departamentos especiales, la tarea más precisa de administrar todo lo que hacía referencia a los señores, de hecho independientes y poderosos, debía ser tratada por el propio rey de forma directa y personal.  El cortejo real, en sus viajes, tan pronto se alojaba en grandes fortalezas como en las ciudades.
En Italia, a partir del siglo XIII hubo unos pocos gobiernos de ciudades que ejercieron su autoridad sobre las zonas rurales circundantes y un puñado de ellos llegaron a ser tan poderosos que incluso sometieron a los príncipes y terratenientes a sus consejos municipales.  Con todo, la mayoría de las ciudades-estado medievales poseían territorios muy limitados y escasas responsabilidades.  La Europa medieval generalmente estuvo gobernada por príncipes propietarios de grandes extensiones que veían el gobierno menos como administradores de un territorio que como un conjunto de relaciones entre individuos de varios niveles sociales, desde la de dependencia personal de la finca de un señor, a través de los arrendamientos y vasallajes, a cuestiones tales como el tributo que había que pagar al rey o al emperador.
Los príncipes que no sentían ninguna preocupación particular por las ciudades como centros administrativos posiblemente apreciaban las posibilidades que éstos tenían para ayudarlos a hacer prosperar sus propiedades.  Como poderes efectivos de la región, sus privilegios y sus dádivas resultaban indispensables para el desarrollo de las ciudades.  La llanura del norte de Alemania era, durante la época medieval, una región totalmente expuesta.  En el siglo X hubo que construir fortificaciones para defender la frontera contra invasores del norte y del este, lo cual contribuyó en gran medida a estabilizar la propia frontera territorial. Aquellos puestos avanzados se convirtieron en ciudades y centros de nuevos obispados.  Más adelante se promocionó el afincamiento urbano a través de privilegios especiales y se atrajo al comercio gracias al establecimiento de tribunales especiales encargados de proteger a los comerciantes.  Las ciudades obtuvieron exenciones de derechos económicamente restrictivos, como los pagos de peaje.  Sin la benevolencia de los poderes militar y político, estas ciudades habrían quedado barridas por las incursiones de pueblos paganos situados más allá de sus fronteras.

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