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24/9/13

COMUNICACIONES, TRANSPORTE Y COMERCIO (I)

Las ciudades que estaban convenientemente distanciadas podían confiar en recursos seguros.  Las ciudades medievales de los Países Bajos, de manera especial, se habían desarrollado a una cierta proximidad, sobre todo porque su ubicación geográfica hacía razonable confiar en unos suministros procedentes de bastante distancia.  A medida que las ciudades iban prosperando, cada vez había que ir a buscar los recursos más lejos.  Cuanto más lejos se encontraran los suministros, menor era el poder de la ciudad para garantizarlos.  Al igual que en el imperio romano, no había un orden político único que protegiese el transporte de las mercancías.  Los propios mercaderes de las ciudades debían adquirir suministros y traerlos de muy lejos, lo que hacía que el desarrollo de muchas ciudades dentro de una zona restringida implicase la existencia previa de una red comercial  y de reservas adyacentes de tierras productivas, que eran explotadas en beneficio de las ciudades.  En Italia, la gran llanura del Po era la única zona cultivable capaz de alimentar un gran número de bocas urbanas, mientras que en el norte las ciudades flamencas dependían de los graneros del este de Europa.
El principal motor del comercio medieval era el tráfico mediterráneo, que las ciudades italianas fueron las primeras en explotar.  Durante el período de las Cruzadas los cristianos habían estado desafiando a los musulmanes y obtenido una gran participación en el comercio.  Las dos ciudades italianas que dominaron en Oriente fueron Venecia y Génova y ambas se beneficiaron de la usurpación latina del imperio en Constantinopla en 1204.  Una cuarta parte del imperio fue asignada directamente a Venecia.  Las islas proporcionaron a esta república puertos, marineros y producción por espacio de siglos.  La gran isla de Creta siguió siendo una colonia veneciana hasta 1669.  Los genoveses no consiguieron tanto ni tan rápidamente, pero gracias al ofrecimiento de sus servicios navales a los griegos pudieron afianzarse en el Egeo.  A través de una serie de guerras con los venecianos en el siglo XIV demostraron que eran formidables provocadores.  Para unos y otros, el control del comercio a través de Constantinopla y el acceso al comercio del Mar Negro eran la base de su prosperidad y de sus posiciones de privilegio en el comercio de Europa occidental.  La importancia del comercio del Mar Negro en el siglo XIII se vio afianzada por la seguridad ofrecida por el poder político mongol.  Este hecho permitió que tanto los mercaderes como los viajeros y misioneros pudiesen ir desde Crimea a la China, viaje realizado frecuentemente hasta mediados del siglo XIV, en que la dinastía mongol se vio suplantada por la Ming (1368).
Parece que hasta finales del siglo XIII, el comercio internacional de Europa occidental se centró en las grandes ferias de Champagne, hasta las que se trasladaban los mercaderes italianos a través de los Alpes para encontrarse con comerciantes procedentes del norte.  Dejando aparte los riesgos de los bandidos, los convoyes de animales de carga utilizados en la zona alpina limitaban mucho el volumen de las mercancías que podían ser enviadas o traídas.  A medida que las ciudades de las costas septentrionales comenzaron a aliarse en ligas que garantizaban los movimientos de los envíos, se hizo más evidente la necesidad  de poner en contacto el tráfico del Mediterráneo con el norte.
Ni siquiera Venecia, que era la ciudad italiana mejor situada geográficamente para tratar con las tierras del norte a través de los Alpes orientales y siguiendo después las aguas del Rhin o del Danubio, dudó un sólo momento a pesar de que comparada con Génova, el viaje por mar era para ella mucho más largo.  El mayor riesgo del largo viaje era el mar abierto, que se extendía más allá del Canal de la Mancha.  Sin embargo, la piratería en aquellas aguas se vio entorpecida a partir del siglo XIII por el nuevo interés que sentía el rey de Inglaterra en sus puertos para acceder a Francia a lo largo de la costa de Vizcaya.  La alianza entre el duque de Gascuña y el rey de Castilla dio una nueva estabilidad a aquella región, de la que pudieron beneficiarse los comerciantes italianos.

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