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9/10/13

SOCIEDAD RURAL (II)

Para conocer el desarrollo de la sociedad rural medieval tenemos que recurrir a los registros llevados por los grandes propietarios de fincas, especialmente monasterios y catedrales, reyes y grandes señores, a cuyo servicio estaban los administradores que llevaban la contabilidad, a menudo en interés propio.  Se sabe poco acerca de los muchos pequeños señoríos o de las condiciones de trabajo en el campo, salvo lo referente a las obligaciones legales a los señores, cuando las había.
Cuanto más nos acercamos a los verdaderos problemas que entrañaba el cultivo de la tierra, menos son los registros que tenemos.  Más que resaltar las cargas que se describen en los textos del siglo XIII, convendría recordar que en muchas partes de Europa los pobladores se sentían llamados a cultiva las nuevas tierras arrebatadas a los musulmanes o las del este de Europa, gracias al ofrecimiento de condiciones favorables, lo cual tenía inevitablemente ciertas consecuencias en otros lugares.  Sería imposible determinar qué distancias recorrían los inmigrantes, pero no había ninguna región que constituyese una unidad aislada.  Las condiciones y definiciones de las labores agrícolas diferían mucho de una región a otra y, dentro de una misma población, eran múltiples las distinciones sociales.  De hecho, la agricultura exigía la cooperación de una gran fuerza de trabajo, en caso de que hubiera que cultivar mejores tierras.  Esto presuponía el establecimiento de poblaciones, campos abiertos cultivados en franjas asignadas regularmente a comunidades.  Estas, además, debían proteger los campos y animales frente a ladrones, merodeadores y bandidos.  Dichas comunidades no estaban constituidas por gentes de una misma clase social.  Desde el principio solían tener señores, entre ellos las iglesias, en cuyo nombre funcionaban los tribunales.  Sin embargo, ¿hasta qué punto podían dirigir la economía de la comunicad los señores o sus administradores?  Es probable que existiera una administración local.  Los señores no disponían de unos recursos técnicos superiores ni de mayores conocimientos y no estaban en condiciones de invertir más capital ni tampoco de crear nuevas salidas para la producción, como ocurriría más tarde con los reformadores agrarios.  En el mejor de los casos, los señores esperaban mejorar su posición llevando mejor las cuentas o mediante una aplicación más estricta de las obligaciones laborales.  Los demás procedimientos aparecieron más tarde y no fueron efectivos ni duraderos.  Las noticias que se tienen de Inglaterra demuestran que la situación era una de las mejores de Europa y se sabe que en el siglo XIV muchos señores renunciaron a la administración directa a cambio del arriendo de las tierras a los campesinos.  Las condiciones de trabajo reales de la agricultura y de la vida rural dejaban a los labradores un gran margen de iniciativa.  Sus tenencias estaban protegidas por la costumbre, que no era nada fácil eludir.  De nada habría servido expulsar a un campesino y sustituirlo por otro en las mismas condiciones del primero.  Había trabajadores que cobraban por jornadas, pero como estos campesinos sin tierras podían siempre encontrar otras condiciones de trabajo en la ciudad que fueran mejores en caso de no estar contentos con las que tenían, los pagos en dinero demostraban únicamente que el país se había visto involucrado en la nueva economía monetaria.  El hecho es que en la Edad Media hubo una escasez crónica de mano de obra.

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