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28/10/13

LA MÚSICA MEDIEVAL

Afortunadamente, en la actualidad la música medieval vuelve a ser apreciada e interpretada. Sin embargo, en cierta manera eso complica el problema, porque nada podría ser más extraño a la naturaleza de la música medieval que su interpretación en una sala de conciertos moderna.  Sus intérpretes originarios nunca esperaron una respuesta pasiva por parte de la audiencia.  Dejando aparte la polémica cuestión de cómo producir ediciones interpretables de música antigua, el problema histórico de base estriba en evaluar la función de la música en aquellas sociedades, ya que de otro modo resulta difícil establecer un contexto para la limitadísima cantidad de música anotada que ha llegado hasta nosotros.
En el caso de la música sacra, tenemos conocimientos suficientes al respecto para saber que el canto llano de los monjes, tal como fue codificado en tiempos del papa Gregorio I, no fue enriquecido con la armonía hasta el siglo XI.  El desarrollo de la armonía, gracias a la composición de líneas de melodía adicionales cantadas por otras voces, mientras el "tenor" se atenía a la tonada básica, condujo con el tiempo a la composición de obras de polifonía totalmente originales.  La música destinada a la iglesia se benefició, como es lógico, del conocimiento que tenía el clero de los antiguos escritos teóricos sobre música, como los de San Agustin y Boecio, en los que se evidenciaba  una comprensión de los vínculos existentes entre la música y las matemáticas y entre la música y las musas.  ¿Afectó también a la música secular este conocimiento musical?  Sabemos, por otra parte, que ciertas canciones del siglo XIII eran tan populares que los franciscanos debían poner palabras más apropiadas para que encajasen con las melodías. La música secular como tal sólo se conoce a través de la que fue escrita y como sólo era necesario escribir la música para obras compuestas de varias partes, apenas se sabe nada de las líneas melódicas de la música lírica o de la danza.  En cuanto a la interpretación, el virtuosismo del cantante o del instrumentalista tenía carta blanca y esto es lo que cimentaba su fama.  No sabemos si el equivalente medieval del violinista irlandés era algo general o algo raro, ni si el canto coral era más popular que el solo.  ¿Contaban las comunidades con artistas profesionales o se trataba de visitantes ocasionales?  ¿Improvisaban las comunidades su propia música o prescindían de ella durante gran parte del tiempo?  Es probable que el canto fuera más cultivado que la música instrumental.  Las hilanderas cantaban cuanto trabajaban con la rueca y los tejedores lo hacían cuando manejaban el telar, seguramente el labrador silbaba a los bueyes y los segadores cantaban en el campo.  ¿Cantaban los vikingos mientras empuñaban los remos? Sabemos, por lo menos, que en el curso de la batalla los ministriles cantaban para inspirar a los soldados y hacer que emulasen a los antiguos héroes y que los tambores y gaiteros hacían música para espolear las pasiones marciales, o quizá para ahogar los gemidos y atemorizar al enemigo.  De todas las artes medievales, la música es la que más escapa a nuestra comprensión.

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