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24/10/13

LAS VIDRIERAS MEDIEVALES (II)

Entre los siglos XII y XVI el arte floreció en todo el norte de Europa junto con el uso de técnicas góticas de construcción. Los arquitectos góticos se lanzaron deliberadamente a construir altísimas iglesias, profusamente iluminadas por el hecho de ser casas de Dios, por lo que parece que servían mejor a las intenciones del arquitecto las grandes vidrieras de cristales lisos o, como en las iglesias cistercienses, las decoradas con dibujos muy sencillos.  Si los vidrios de colores no dejaban pasar tanta luz, en cambio tenían otras ventajas.  El centelleo de los diferentes colores, como el de las piedras preciosas en los relicarios, seguramente tenía el efecto emotivo de potenciar la sensación de misterio sagrado que ejercía Dios sobre los feligreses, si bien la combinación de vidrios multicolores para reproducir historias de la Biblia o vida de santos, aunque difíciles de leer cuando estaban en según qué sitios del edificio, demuestra que los clientes querían trasladar los dibujos de los libros al nuevo medio, como ya se había hecho anteriormente en las paredes de las iglesias románicas.  El hecho hizo que se perfeccionaran nuevas técnicas y que las vidrieras se convirtieran en uno de los elementos más estudiados del edificio gótico.  Los pintores de vidrieras viajaban de un lugar a otro a medida que iban terminando las diferentes partes del edificio.
Después del desastroso incendio de Chrartres en 1194 se hizo necesario reconstruir la catedral y fue en la nueva iglesia donde los pintores de vidrieras dieron realidad al primer plan conocido totalmente completo, todavía visible a nuestros ojos.  Entres 1200 y 1235 se colocaron las vidrieras de más de cien ventanas, un conjunto de 2000 metros cuadrados de superficie.  Fueron muchos los pintores de vidrieras que colaboraron en la obra, sufragada por gran número de patrocinadores, desde el rey, Luis IX, su madre, Blanca de Castilla, y el conde de Bretaña, hasta los muchos comerciantes, albañiles, mercaderes, artesanos e incluso aguadores, que querían ser recordados en aquellos vidrios instalados en honor del principal santuario francés dedicado a la Virgen.  Su deseo de incorporar sus propios santos patronos a aquel plan de decoración puede también explicar por qué las escenas de Chartres tienen vidrieras especiales dedicadas a una variada multitud de santos, como Nicolás de Myra, Thomas Becket y el santo local, el obispo Lubin, mientras que en Bourges o Reims, aunque se trazaron planes siguiendo el ejemplo de Chartres, las autoridades plasmaron realizaciones más coherentes y sistemáticas.  Las grandes catedrales levantadas en esta época se basaban en la experiencia de sus vecinos, aunque sin convertirse en meros imitadores.  Apenas sería posible, en esta fase, identificar maestros por sus nombres o seguirles la pista mientras se trasladaban de un lado a otro; como los albañiles, también tuvieron que aprender de sus propias experiencias.

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