Visitas hasta hoy:

15/10/13

LAS ARTES MEDIEVALES

Hasta el Renacimiento italiano no se estableció distinción entre bellas artes y artes aplicadas o entre artes y oficios o entre artes y ciencias. La habilidad involucrada en la confección de zapatos, en la talla de la madera o en la construcción de una iglesia era algo que adquirían los hombres "habilidosos" sin aprenderlo en los libros, ya que los "instruidos" se limitaban a las cuestiones intelectuales y rara vez se referían por escrito a los artefactos que les rodeaba.  Los objetos útiles y ornamentales que formaban parte de sus vidas y les proporcionaban un placer visual cambiaban según las modas, pero ni en los museos ni en las colecciones particulares se atesoraba su valor intrínseco.  No fue hasta 1508 cuando Julio II hizo retirar las pinturas que acababan de hacerse para decorar las estancias vaticanas y encargó otras nuevas a Rafael.  Tras este hecho las obras de Rafael fueron conservadas y consideradas artísticas.
Hacer justicia al arte medieval no ha de suponer crear un museo imaginario donde albergar tesoros, sino restablecerlos con la imaginación a sus lugares adecuados -las estatuasen las hornacinas de las catedrales, los trípticos en sus altares-, es decir, no darles el tratamiento de obras de arte. Quienes las hicieron trabajaban por encargo y no sabían de ninguno que hubiera optado por vivir en la pobreza por amor al arte.  El arte no estaba, como hoy, rodeado de una aureola y lo que querían aquellos artesanos era que su obra gustase y que a cambio de la misma fuesen bien pagados, a ser posible por los clientes más nobles que se cruzasen en su camino.  Los criterios relativos a ingenio y pericia estaban bien definidos, por lo que los clientes no se dejaban engañar por charlatanes.  Si la vida tenía unos niveles restringidos, el talento de aquellos artesanos no pasaba de tener renombre local, si bien en el siglo XII los arquitectos, escultores e incluso los pintores a veces viajaban lejos por razón de su trabajo.
Por muy ingeniosos que fueran los artesanos, debían mucho del oficio a sus maestros y, cuanto mejor era la enseñanza, tanto mejor salían los frutos y más secretamente se guardaban los conocimientos para que no llegaran a los compañeros de la cofradía.  Los artistas no actuaban en solitario, sino que estaban asociados.  Si la fama de uno hacía que le lloviesen encargos, se esperaba que, cuando llegase el momento de hacer obras de mayor envergadura, hubiera trabajo para todo el taller, ya se tratase de construir una catedral o de pintar en su interior.  El maestro constructor era a la vez contratista y arquitecto. A los entendidos modernos les resultará natural contemplar la pintura la escultura y los edificios como manifestaciones artísticas independientes, pero en la Edad Media la unidad artística era toda la iglesia, enriquecida por las tres formas, y para la mayoría de las personas la iglesia, allí donde se encontraba, era el único "museo artístico" que habían visto en su vida.  No comparaban una pintura con otra, sino que veían cada una de ellas en relación con los demás objetos del culto, sin valorarlas como producto del ingenio humano, sino estimándolas como representaciones visibles de los sagrados misterios que no acertaban a imaginar y comprender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión me interesa, pero será revisada antes de su publicación