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14/10/13

LA CAZA Y LA PESCA EN EL MEDIEVO

La restricción del acceso a la caza, la designación de unas zonas reservadas, la protección de animales valiosos contra el exterminio indiscriminado, medidas adoptadas todas en la Edad Media, señala hasta qué punto las poblaciones humanas habían penetrado en el mundo animal.  El acceso se limitaba únicamente en aquellos países densamente poblados y con pocas tierras no productiva, como Inglaterra.  No constituía, en cambio, un problema en países poco poblados, como España o el este de Europa.  Más allá de las zonas cultivadas estaban los bosques vírgenes del norte de Europa, que ofrecían recursos inagotables de muchas materias primas, entre ellas la misma madera.  En verano se llevaban los cerdos a los bosques para que se cebasen, las gentes de los pueblos recogían en ellos alimentos tales como bayas y miel y mataban animales o encontraban materias para industrias como curtidos, herrerías o fabricación de jabón o vidrio. En sus entrañas estaban los que quemaban el carbón y los ermitaños.  En los bosques había animales salvajes y peligrosos, como el lobo y el oso.  Los habitantes de los pueblos medievales no compraban la carne en la carnicería, sino que se iban a cazar.  Si los reyes reservaban el noble ciervo como objeto de la caza y para aprovisionar su mesa, había otros animales y aves que caían víctimas de las flechas y celadas de hombres más humildes.  El pescado también estaba a merced de las poblaciones que iban en aumento.  En el mar, los mercaderes hicieron fortunas atrapando arenques y adobando o ahumando pescado.  En el Ártico, los marineros iban en busca de pieles de foca y del marfil de las morsas.  Tierra adentro, se pecaba en los ríos y en los estanques, especialmente bien provistos en las grandes fincas.  Gradualmente, aquellas reservas que parecían inagotables comenzaron a evidenciar signos  de empobrecimiento y hubo que hacer esfuerzos para reorganizar la economía, criar animales cuya carne estaba destinada al consumo, utilizar piedra en lugar de madera y valorar la caza situándola fuera del alcance de la gente común.  Así fue cómo la caza fue ocupando un lugar distinguido y cómo se convirtió en un deporte reservado a aquellos que observaban sus rituales y un nuevo tipo de relación entre los hombres y las bestias.

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