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28/11/13

EUROPA EN EL SIGLO XV

La multiplicidad de reinos que se originaron en el siglo XIV confirieron mayor variedad institucional a Europa, pero complicaron las  relaciones internacionales.  Así pues, la guerra entre Francia e Inglaterra no sólo sirvió para salvar a Escocia y para fortalecer las aspiraciones nacionales francesas, como en el caso de Flandes y Bretaña, sino que se extendió también a España, donde Pedro I acogió con agrado el favor de los ingleses para luchar contra su hermanastro Enrique de Trastamara y donde los franceses, llamados por Enrique, acabaron por aposentarlo.  Con el tiempo, la superioridad de Castilla provocó la resistencia de los portugueses, los cuales se ganaron a su vez la colaboración de los ingleses.  En el este Alemania no pudo evitar las repercusiones de la guerra, pese a que sus divisiones hacían menos importante para cada bando ganarse la amistad de aquel país.  Mientras duró la guerra, el apoyo moral de los papas de Aviñón sirvió muy bien a los intereses de Francia, por lo que cuando en 1378 se produjo un cisma en la iglesia, fue explotado sin escrúpulos de ningún tipo por las dos facciones guerreras para dividir a la Cristiandad y para excusar nuevas campañas con el pretexto de combatir a los cismáticos.
Estas excusas no fueron nunca muy convincentes y desde el principio se hicieron muchos esfuerzos para suprimir el cisma, si bien parecía difícil de conseguir.  Habían surgido problemas auténticamente eclesiásticos y una gran parte del clero se mostraba reacio a restaurar un papado unido antes de sacar partido de su desorientación para hacer reformas.  Incluso para solucionar el cisma entre los dos papas, convencidos de su irrecusable autoridad, se precisaba originalidad e ingenio.  Hacía demasiado tiempo que la iglesia confiaba en el papado en lo relativo a las decisiones últimas, por lo que cuando éste, como ahora, no estaba en condiciones de decidir, la iglesia titubeaba.  En Bohemia, el desmoronamiento de la autoridad papal coincidió con las deficiencias de su rey Wenceslao, quien permitió que la opinión religiosa disidente aplastara el clero.  En otros lugares la herejía no triunfó con igual facilidad y el cisma acabó por ser resuelto cuando el escándalo de la división avergonzó hasta tal punto a la Cristiandad que la llevó a restablecer la unidad sin exigir un excesivo acuerdo sobre la reforma: la unidad formal de la Cristiandad era materia de primordial importancia.

27/11/13

LAS DINASTÍAS OCCIDENTALES (y IV)

Como resultado de todas estas actividades en Europa durante el siglo XIV y principios del XV, se hizo evidente que las naciones más pequeñas poseían la capacidad de resistir a los reyes más poderosos de la época, por lo que en lugar de que en Europa surgieran únicamente unos pocos grandes imperios continentales, como ocurrió en el siglo XVIII, las unidades políticas siguieron siendo en conjunto pequeñas y numerosas.  Algunos de estos estados no rebasaban las dimensiones de las ciudades que, las más de las veces como resultado de su situación marítima, demostraron ser lo bastante grandes para preservar su independencia en virtud de la fuerza ofrecida por el comercio.  Sin embargo, la mayoría de los estados necesitaban un territorio que fuera lo bastante grande para suministrar los recursos necesarios a sus poblaciones, y la homogeneidad derivada de unas instituciones legales y religiosas comunes.  Algunos de estos estados se agrupaban bajo unos mismos líderes, siempre que el hecho no comportase un menoscabo para sus identidades separadas.  El impulso religioso tanto del catolicismo como de la ortodoxia fomentaba el uso de las lenguas vernáculas locales para la oración y las devociones, de tal modo que la literatura producida en estas lenguas comenzó a infundir fuerza a esos pueblos al definirlos como grupos culturales.  La posición dominante asumida por el clero latino como pastor de sus rebaños se vio inevitablemente desafiada en su debido momento, por devociones de otro tipo accesibles a los laicos.  Nunca habían sido tan numerosos ni tan pintorescos, como en este período los reyes y los nobles, si bien para convertirse en el centro de la atención debían rivalizar con otros muchos personajes, no menos orgullosos que ellos de sus hazañas y proezas.  Fue un período que sentía respeto por las jerarquías sociales, pero que también se complacía en las flaquezas comunes a toda la humanidad, y que aceptaba que los papas y emperadores podían ser tan débiles como todos los demás seres. Así pues, en este tiempo subsistía un factor de realismo que hacía que la efectividad del poder fuera más importante que los ideales nominales.  Pocos eran los estados que se inquietaban excesivamente por la legalidad de su posición.  En Italia sobre todo, las ciudades-estado expandían sus fronteras de la mejor manera posible y sólo después se preocupaban de los títulos que pudieran arrogare.  Durante el Gran Cisma, a la Cristiandad le faltó un árbitro y un mediador que fuera universalmente aceptado.  Por consiguiente, todo aquello que no pudiera resolverse con las armas debía ser discutido y negociado.  Como resultado, el bienestar de la Cristiandad estuvo en manos de muchos y no reservado únicamente a unas pocas autoridades tradicionales.  Europa se había convertido en una sociedad política sumamente compleja.

26/11/13

LAS DINASTÍAS OCCIDENTALES (III)

Las experiencias de guerra, desórdenes, derrotas y desmembramientos dejaron únicamente la dinastía de los Valois como garantía de continuidad.  Pocos de sus representantes estaban personalmente a la altura de sus responsabilidades pero, cuando se apareció Dios a Juana de Arco para encargarle de que se asegurase de la coronación en Reims del lamentable Carlos VII (1429), revivió la lealtad francesa a la dinastía.  La fe en la provisión providencial divina en cuanto a proporcionar un sucesor varón a la corona iba a garantizar a partir de aquel momento la supervivencia del reino.
Para Inglaterra el otro resultado espectacular de la guerra con Francia era la supervivencia del reino independiente de Escocia.  Durante la segunda mitad de su reinado Eduardo I de Inglaterra (rey 1272-1307) había dispuesto en varias ocasiones el gobierno de Escocia de acuerdo con su voluntad, pero a pesar del buen resultado aparente en lo que se refiere a imponer soluciones, se demostró que su poder era ilusorio.  Su nieto, Eduardo III (rey 1327-1377) trató durante un tiempo de adueñarse de Escocia, pero estas intenciones inglesas con respecto a Escocia tropezaron con la decisión de los propios escoceses, resueltos a dirigir sus propios asuntos.
Pese a todo, los escoceses en 1300 no eran una nación perfectamente desarrollada.  No hacía más que una generación que su rey había obtenido de los noruegos el dominio de las Tierras Altas y de las Islas.  La fuerza de la monarquía se apoyaba en la llanura costera, en aquella estrecha franja de tierras comprendida entre el Clyde y el Forth, que se extendía por el norte hacia Perthshire y por el sur hasta los valles de los Borders.  Esta tierra había quedado convertida en una monarquía feudalizada a principios del siglo XII y su gobernante más poderoso, David I (rey de Escocia 1124-1153), había extendido temporalmente su frontera sur hasta abarcar en ella Northumbria, Cumbria y Lancashire hasta el Ribble.  Como era natural, estas invasiones habían provocado al rey de Inglaterra, incitándolo a tomar represalias.  Las victorias de Enrique II y de Juan se habían resuelto en sumisiones formales del rey escocés al inglés, lo que fue motivo para que Eduardo I reclamase el señorío de Escocia.  Los obispados escoceses necesitaban de una relación especial con Roma para liberarse de los intentos del arzobispo de York de anexionárselos a su provincia.  Por otra parte, eran michos los barones ingleses que tenían tierra en el sur de Escocia.  Si Eduardo I no se hubiera sentido tan ávido de definir y afirmar su papel, las perspectivas de fusionarse que tenían los dos reinos habrían sido buenas, pero su proceder perentorio despertó el resentimiento de los escoceses.
Escocia estaba demasiado apartada de las bases que el monarca de Inglaterra tenía en el sur y era demasiado pobre para resultar tentadora para los barones ingleses que iban tras las recompensas de la aventura militar.  Mucho mayor interés despertaban las guerras con Francia.  Pero Escocia, que se atenía a la alianza con Francia, estuvo en condiciones de continuar la lucha pese a su propia debilidad.  Bajo la dinastía de los Estuardo (1371), con arzobispos propios, St. Andrews (1472), Glasgow (1492), sus propias universidades (St. Andrews fue fundada en 1410, Glasgow en 1451 y Aberdeen en 1495) Escocia, aun siendo pobre, estaba resuelta o era capaz de resistir el dominio inglés y sólo se unió a Inglaterra cuando un rey suyo protestante, Jaime VI, heredó la corona del sur en 1603.

25/11/13

LAS DINASTÍAS OCCIDENTALES (II)

Inglaterra sufrió directamente la guerra sólo a través de incursiones y saqueos en las zonas costeras y en las regiones fronterizas, siempre agitadas. En realidad, la guerra de los Cien Años se libró en Francia y sobre ella escribieron escritores franceses en francés, el más distinguido de los cuales fue Jean Froissart, oriundo de Hainault.
El largo período durante el cual generaciones sucesivas de reyes ingleses renovaron la guerra hace probable el hecho de que tuviera profundas consecuencias en el desenvolvimiento político y social de Inglaterra, pero sería difícil aislar las consecuencias precisas del conflicto sobre los hechos cuando había tantos factores que también operaban.  El resultado más importante fue que el rey inglés acabó perdiendo hasta el más pequeño trozo de tierra francesa salvo Calais (ocupado por Inglaterra en 1347), lo que para el monarca francés representaba indudablemente un triunfo: se había librado de su vasallo más conflictivo y había incorporado nuevos territorios a su reino.  En el curso de los estadios finales de la guerra consiguió también imponer tributos a sus vasallos y mantener un ejército estable, todo lo cual lo dotó de un poder sin precedentes en su reino.  La monarquía de San Luis se transformó, pues, en un estado preparado para la guerra.  La ampliación de sus dominios, sin embargo, había hecho más difícil la tarea de gobernarlos.   La monarquía debía compartir algunos de sus poderes, si no con sus vasallos feudales, por lo menos con corporaciones de juristas funcionarios y capitanes del ejército.  Los infantes quedaron desdibujados o fueron absorbidos por la monarquía, hasta la extinción conveniente de sus dinastías, pero los privilegios de las provincias fueron graciosamente confirmados por los reyes a fin de atraerse el apoyo de las regiones que cubrían.  La monarquía triunfante de Carlos VII (rey 1422-1461) no era, pues, una simple restauración del estilo de gobierno de Felipe IV.  Y si el rey de Inglaterra había sido expulsado del reino, la provincia de Flandes, que Felipe IV había sudado sangre para conquistar, seguía esquivando el control real.  La misma Francia, finalmente, también había sufrido repetidas invasiones, pillajes, saqueos y devastaciones.  Francia había perdido sobre todo su posición preeminente en Europa.  La alianza francopapal, que había servido tan bien a los reyes franceses en el siglo XIII, no ofreció al monarca galo durante el Gran Cisma ninguna ayuda a través de la Cristiandad que no le dieran ya sus aliados seculares y, con la llegada del papado del Renacimiento, los reyes franceses no disfrutaron ya de favores especiales.  Así pues, los decenios de guerra tuvieron consecuencias muy profundas para el reino francés.  Las experiencias de guerra, desórdenes, derrotas y desmembramientos territoriales dejaron únicamente la dinastía de los Valois como garantía de continuidad.

24/11/13

LAS DINASTÍAS OCCIDENTALES (I)

La importancia de la historia de los diferentes pueblos de Europa oriental durante este período y el nuevo relieve de toda la zona en esta época indican hasta cierto punto los positivos aunque desiguales hechos que se produjeron en el siglo XIV.  Si nos trasladamos a occidente con puntos de vista renovados sobre dinastías, nobles, ciudades y naciones, es posible que estemos en condiciones de considerar aquella gran guerra entre los reyes de Inglaterra y Francia (la de los Cien Años) desde un prisma menos anacrónico que el que se suele emplear normalmente.  El enorme prestigio adquirido por los últimos reyes Capetos de Francia no se apoyaba en su fuerza real, sino en el hecho afortunado de haber sido los primeros gobernantes del continente que habían alcanzado una posición basada en un institución compleja y que disponían de abundante apoyo papal.  Felipe IV (rey 1285-1314), el más agresivo de estos gobernantes Capetos, tuvo que hacer frente al desafío de su vasallo más poderoso, el duque de Aquitania, Eduardo rey de Inglaterra, así como al desafío del propio Papa Bonifacio VIII, a quien exasperaba tener que admitir que la defensa del clero lo obligaba a tener que rechazar a Felipe.  Sin embargo, la enemistad del papado fue de corta vida, aparte de que la sucesión de papas en el sur de Francia, con residencia en Aviñón, permitió que los reyes franceses disfrutaran durante muchos decenios de una relación especial más estrecha con los pontífices.  El propio Papa se encargó de que Felipe y Eduardo hicieran las paces, aun cuando sus sucesores se enfrentaron con la imposibilidad de mantener durante mucho tiempo aquella paz y, si no en los hechos por lo menos en la actitud, en ocasiones se trató de una paz más bien beligerante.  Los recursos de los dos reyes eran totalmente desiguales, por lo que el poder de que disfrutaba el rey de Inglaterra se apoyaba en el hecho de encontrar a unos aliados dentro del reino de Francia dispuestos a secundar sus intervenciones.  El frente militar se desplazaba de acuerdo con las circunstancias y los objetivos oscilaban entre la reclamación por parte del rey de Inglaterra, que se consideraba con más derechos a ocupar el trono de Francia que el titular Valois, y peticiones más moderadas, pero igualmente inaceptables, de reconocimiento de su posición de soberanía en sus posesiones feudales.  En ambos casos estaba en juego la unidad estatal, que no había sido discutida hasta los tiempos de Felipe IV.  Este punto resultó problemático no sólo para el duque de Aquitania, sino incluso y en mayor medida para el conde de Flandes, en un primer momento, y para otros señores, como los duques de Bretaña y Borgoña, en otras ocasiones.  Los grandes príncipes de Francia, incluyendo en ellos al flamenco y al inglés, estaban todos emparentados.  Los buenos resultados del sistema del infantado en Francia habían surtido efecto durante una o dos generaciones en beneficio del rey, pero con el tiempo dieron nacimiento inevitablemente a diferentes ramas de la casa real.  Las rivalidades, que  no las diversidades, entrañaron conflictos, no tanto con la intención de desmembrar el reino, sino con la de otorgar a los príncipes una mayor libertad de acción que la que deseaba conceder el creciente ejército de siervos que estaban sometidos al rey. Los reyes de Inglaterra, que hicieron popular entre sus súbditos la guerra con Francia, tanto entre los vasallos de alto rango como entre los de condición humilde, se mantuvieron firmemente comprometidos hasta el final con lo que ellos veían como su función dentro del reino francés y de la casa real francesa.  Para ellos la guerra nunca se convertiría en la causa nacional que a veces fue para sus vasallos y que sería para la leyenda.

21/11/13

LA TRANSFORMACIÓN DE RUSIA (III)

La posición conseguida gracias al favor tártaro se vio amenazada cuando el imperio tártaro comenzó a debilitarse, al igual que ocurrió cuando la dinastía Mingpuso fin al gobierno mongol de la China en 1386.  Sin embargo, por espacio de un siglo aproximadamente, los tártaros todavía estuvieron en condiciones de mostrarse agresivos.  Su derrota en Kulikovo Pole en 1380 tuvo un carácter más simbólico que efectivo.  Desde su khanato en Kazán (establecido en 1445) provocaron disturbios en Moscú hasta 1535, año en que la ciudad fue tomada.  Los tártaros incluso hicieron prisionero a Basilio II en 1445, si bien es preciso admitir que fue un gobernante débil.  Los príncipes de Moscú también tuvieron que enfrentarse con otros gobernantes para poder hacerse con el liderazgo de los rusos, como los del Tver, que no acabaron de ser totalmente pacificados hasta 1484.  Se vieron obligados también a luchar contra los lituanos, contra una campaña de los cuales en 1368 se levantó en Moscú el muro de una ciudadela de piedra, el Kremlin, con Tugtamish, general vasallo de Tamerlán (1382), y contra los boyardos del principado, que por tres veces depusieron a Basilio II.  Pese a todo, Basilio II sobrevivió al reinado más turbulento de su familia y se hizo llamar soberano de todas las tierras rusas.  Fue en su tiempo que se estableció el primer metropolitano autoéfalo de la iglesia, al negarse los rusos a reconocer la unión formal de ortodoxos y latinos acordada en el Concilio de Florencia de 1438.  Cuando Constantinopla fue capturada por los otomanos, Iván III estaba dispuesto a considerarse el heredero legítimo de Roma y a imitar los ejemplos políticos de la familia de su esposa, Sofía Paleóloga.  Con todo, el desarrollo de la Rusia zarista corresponde propiamente hablando a la historia siguiente de Rusia.  A finales del siglo XV los rusos pensaban menos en los males que estaban por sobrevenir que en las miserias que acababan de pasar.  Durante los dos siglos de dominio mongol Rusia se había visto completamente transformada como resultado de la respuesta a aquella presión más que por el gobierno directo de los mongoles, puesto que los rusos no habían sufrido el destino de los chinos en ese mismo período.  Sin embargo, sus perspectivas de futuro eran totalmente inciertas, tanto en oriente como en occidente.

20/11/13

LA TRANSFORMACIÓN DE RUSIA (II)

Los Grandes Rusos que surgieron como pueblos dominantes en Rusia en los siglos XIII y XIV posiblemente ya se habían hecho más numerosos y más poderosos mucho antes de las invasiones mongolas, pero fue el gobierno mongol el que contribuyó a que accedieran al poder, por una parte aplastando la Rusia de Kiev y por otra porque los Grandes Rusos estaban en cierto modo protegidos contra la fuerza del poder mongol por los bosques que cubrían las tierras del norte.  Novgorod fue la única ciudad kievana de importancia que resistió al ataque mongol, si bien no por ello se convirtió en el foco del renacimiento de la Gran Rusia.  La nueva Rusia, como correspondía a una comunidad que se apoyaba más en la agricultura que en el comercio, estaba gobernada por príncipes, de los cuales el primero en adquirir notoriedad fue Alexander Yaroslavski, príncipe de Vladimir (1246-1263), que sería el gran héroe de Nevski, apelativo que se ganó gracias a haber derrotado Novgorod junto al río Neva en 1240, victoria que fue seguida de la obtenida sobre lo caballeros teutónicos en el lago Peipus en 1242.  Pero Novgorod no perdió totalmente su independencia hasta el final del siglo XV, pese a aceptar el dominio de los príncipes de Vladimir que, a partir de aquel momento, fueron los señores de Rusia.  El propio Nevski adoptó una actitud muy prudente con sus vecinos mongoles y, como no se hizo notar ni despertó la alarma, sus sucesores estuvieron en condiciones de labrar el prestigio de su familia a ojos de los pueblos rusos.
En el momento de su muerte sus hijos compartieron sus tierras, y al más joven le correspondió Moscú, prueba de que la ciudad en aquel entonces no rayaba gran altura.  Sin embargo, después de medio siglo el metropolitano ruso se instaló en esa misma ciudad y la convertiría en el centro religioso de todos los rusos.  Aunque el hecho fue importante, fue la naturaleza del predicamento que disfrutó Rusia en el siglo XIV lo que contribuyó a la intensificación del sentimiento religioso ruso en aquella época y, en lo que respecta a Moscú, su preponderancia en las materias religiosas hizo que se produjeran inevitablemente unas importantes consecuencias.  El desarrollo de la vida monástica rusa, particularmente por obra de San Sergio de Radonezh, fue particularmente importante por su contribución a la cultura rusa a través de la literatura y de la pintura, por sus vínculos con los monasterios ortodoxos del Monte Athos y por una nueva conciencia del movimiento místico ortodoxo hesicasta.  Los monjes también obtuvieron favores de los señores tártaros, como el privilegio de no pagar tributos por sus tierras, y adoptaron una actitud sumisa y respetuosa con los tártaros, lo que contribuyó a que los gobernantes de la dinastía mantuvieran unas relaciones pacíficas con sus amos.  Iván Kalitá I (1328-1341) fue el primer gobernante de Moscú que obtuvo de los tártaros el derecho de actuar como recaudador de impuestos entre los cristianos, por lo que en este aspecto se aprovechó del dominio tártaro como un medio de conseguir influencia con todos los rusos.  Iván transmitió su autoridad a su hijo.  Seguramente que contó mucho para la continuidad de la historia rusa el hecho de que no faltaran nunca hijos para suceder a su padre en cada una de las generaciones y que estos gobernantes de Moscú gozaran de una larga vida, ya que entre 1359 y 1584 sólo hubo seis gobernantes.

19/11/13

LA TRANSFORMACIÓN DE RUSIA

En el curso de este período, prácticamente desconocido de los latinos, los rusos también se lanzaron a reorganizar tanto su vida eclesiástica como secular después del gran impacto de las invasiones mongolas.  La primitiva organización de los rusos como grupo político diferenciado data del siglo X, cuando las ciudades vinculadas a Kiev y convertidas por los ortodoxos al cristianismo estaban gobernadas por los descendientes de los mercaderes-soldados escandinavos.  En aquel tiempo había comenzado apenas la colonización de los bosques adyacentes  y, al igual que en otros lugares de Europa oriental, la inmensidad del territorio y la escasez de colonizadores hacía que los progresos fueran lentos y pacientes.  Hasta cierto punto, apenas se advertían.  Es indudable que los disturbios políticos que conocieron las ciudades de la órbita de Kiev en el siglo XII empujaron a los emigrantes a trasladarse a los bosques y a proceder a nuevos asentamientos.  Todavía no había demanda que impulsara las exportaciones de cereales, de modo que la colonización representaba a los sumo una simple expansión demográfica o una insatisfacción política.  Los agricultores se movían de un lado a otro con entera libertad y no hacía falta sentirse tentado ni coaccionado para acceder a trabajar la tierra.  Por espacio de siglos los campesinos fueron sus propios amos y, a través de organizaciones propias, se instalaron allí donde se les antojaba.  Sería imposible calcular hasta qué nivel se habían desarrollado estos asentamientos cuando, en 1237, los mongoles dominaron en la Rusia de Kiev.  El dominio mongol de la estepa meridional y del Volga mantenía a los rusos en tensión, lo que hizo que por espacio de dos siglos siguieran siendo predominantemente un pueblo rural.
La consecuencia más duradera que se derivó del dominio mongol no fue tanto la carga de tener que pagar unos tributos en dinero como la división experimentada por los propios rusos.  Kiev, capital principesca y base religiosa del metropolitano ortodoxo, estaba en manos de un gobernante que recibió el apoyo de occidente a través del Papa.  Al producirse su muerte, el territorio fue ocupado por los mongoles, por lo que el metropolitano ortodoxo se sintió lo suficientemente incómodo para tener que abandonar Moscú en 1308.  Los Pequeños Rusos -o ucranianos- siguieron siendo ortodoxos, pero una vez que los mongoles comenzaron a ceder terreno a los polacos y lituanos, Ucrania se mantuvo durante siglos en estrecho contacto con occidente.  Bajo el liderazgo lituano, trataron de recuperar su papel preponderante en los asuntos rusos, pero resulta significativo que fueran incapaces de derrotar a los Grandes Rusos en el norte.  Los rusos blancos (los bielorrusos), situados a lo largo del Dnieper, también se encontraban bajo presión por la acción de los lituanos, si bien acabaron también por constituir un grupo diferenciado.

18/11/13

HUNGRÍA Y LAS DINASTÍAS EUROPEAS

Las preocupaciones que sentía la dinastía Jagellón como resultado de intereses territoriales en lugares lejanos, además de la guerra que sostenía contra los turcos, es evidente que la apartó de problemas mas específicamente polacos o del cometido de desarrollar el aparto político de la monarquía. En efecto, Luis de Hungría se había granjeado el reconocimiento de la monarquía en Polonia gracias a conceder determinados privilegios a los grandes propietarios que  podían causarle problemas.  A través del control que ejercían sobre los tributos y de la creciente capacidad para aumentar sus posesiones con el aprovicionamiento de los mercados de cereales de los puertos del Báltico, estos terratenientes se convirtieron en na potencia del país, aun cuando se sentían mas preocupados de enriquecerse personalmente que de enriquecer la nación en conjunto, responsabilidad un tanto nebulosa que dejaban en manos de los gobernantes.  La vida cultural de los polacos pasó a ser una preocupación particular del clero latino, que se mantuvo hostil a los lituanos ortodoxos y algo receloso en relación con los reyes Jagellones a consecuencia de los orígenes de éstos.  La universidad fundada en Cracovia en 1364 comenzó a desempeñar su función en la educación del clero y en el estrechamiento de sus vínculos con la iglesia occidental, particularmente la italiana.  A partir de ese mismo período comenzaron también a establecerse en Polonia algunos mercaderes italianos.  El culto de santos oriundos de Polonia, como San Estanislao, combinado con el cultivo de la historia de Polonia en latín y de la literatura religiosa popular en lengua vernácula promovieron un profundo sentimiento de identidad nacional, más a través de una fidelidad religiosa que monárquica.  La cancillería papal insistía en servirse del término "Polonia" para definir una región que, de otro modo, tenía como característica el hecho de ser indefinida.  Cuando las fronteras del reino, en otro tiempo fluctuantes, fueron estabilizadas por los Jagellones, el ámbito cubierto por su manto dinástico en la Europa oriental convirtió aquella definición secular en algo tan escurridizo como siempre.
La evolución de los polacos durante aquellos cinco siglos, aun encontrándose conformada por los acontecimientos políticos, fue alto situado por encima de la propia política.  El proceso de echar raíces en un espacio definible, de aceptar la conversión al cristianismo y de abrir nuevas tierras al cultivo exigía la cooperación de muchos grupos.  La penetración de colonizadores germánicos a lo largo del litoral báltico no siempre se vio contestada por los polacos.  Los colonizadores se sentían atraídos por el ofrecimiento de unas condiciones favorables y hubo artesanos que se establecieron en las nuevas ciudades o en algunas ciudades con los privilegios que tenían en sus lugares de origen.  En el siglo XIII hubo una gran extensión de la influencia cisterciense en el campo, donde confluyó con la irrupción en el mismo de los frailes, especialmente los dominicos.  Como cabía esperar, sus primeros asentamientos fueron en ciudades ya establecidas, como Gdansk, Wroclaw y Cracovia.  Su extensión, a la que llegaron posteriormente, a las ciudades que jalonaban en Silesia, el Oder y el Vístula indican de qué manera estaban creciendo en aquella época los centros urbanos.

17/11/13

LA AFIRMACIÓN DE POLONIA (II)

Casimiro no tenía ningún hijo para sucederle, por lo que el reino pasó primeramente a su sobrino Luis, rey de Hungría (1370-1382) y después a la hija más joven de Luis, Jadwiga, a quien los polacos habían casado con Jagellón.  Polonia se convirtió en el estado más poderoso de la Europa oriental, si bien las desventajas de entroncar los intereses polacos con los de otros pueblos, como los húngaros y lituanos, fueron considerables. Es un hecho que la unión con Lituania permitió a los polacos derrotar a la Orden Tetónica y recuperar el control de Pomerania., lo que birndaba acceso a los puertos del Báltico y a las ventajas de los emplazamientos urbanos, promovidos por la Orden, en el momento de su máximo apogeo, en Prusia.  La expansión temporal de la influencia de Jagellón a Hungría y Bohemia puso punto final a las presiones ejercidas originariamente sobre los polacos por parte de estas regiones, si bien no se recuperó Silesia.  La unión con Lituania también contribuyó a definir los límites orientales de la influencia polaca, ya que los lituanos continuaron siendo ortodoxos y los polacos tuvieron que abandonar su infiltración hacia el este.  Los inicios de la rivalidad con los gobernantes de Moscú se juzgaron un problema específicamente lituano.

14/11/13

LA AFIRMACIÓN DE POLONIA

Polonia (palabra derivada del eslavo pole, campo o llanura) aparece por primera vez como una comunidad política en la región baltica entre el Oder y el Vístula, con Mieszko I (963-992), que pagaba tributo al rey alemán Otón I por las tierras que tenía al oeste del Oder (Stettin, Pomerania y Lubusz). Los inicios de la organización eclesiástica datan del establecimiento de una archidiócesis en Gniezno por obra de Otón III en el año 1000, con obispados en Kolberg, Wroclaw y Cracovia, aun cuando un obispado de Poznan, formado anteriormente, siguió siendo dependiente de Mageburgo.  Con todo, los líderes de la dinastía polaca de los Piastas estaban menos interesados en consolidar su dominio que en extender su influencia allí donde podían imponerla a sus vecinos.  En ausencia de unas fronteras claramente definibles, rasgo característico de aquella parte del este de Europa, en diferentes momentos penetraron más profundamente en Alemania, mientras que por el este se aventuraban hacia el interior de Rutenia.  Con todo, Casimiro I (1038-1058) estableció su capital en Cracovia y su hijo Boleslav II fue coronado rey (1076) después de llegar a Kiev (1061).  La presión delos gobernantes germánicos en las tierras polacas del oeste se hizo más persistente, sobre todo después de mediados del siglo XII, por lo que los gobernantes piastas comenzaron a concentrarse más fuertemente en el este.  Después de la muerte de Boleslav III (rey 1107-1138), sus territorios fueron divididos entre sus hijos y, por espacio de casi dos siglos, los polacos se desarrollaron dentro de varios territorios ducales distintos.  Incluso el título de rey desapareció hasta 1294.  El periodo de división tuvo consecuencias permanentes para los polacos.  Los príncipes de  Silesia, que al final del período aspiraban a restablecer la monarquía para sí mismos, prefirieron pertenecer al reino bohemio bajo los reyes de Luxemburgo que reconocer a ningún otro Piasta como rey de Polonia.  Las ambiciones bohemias sobre Cracovia no siguieron manteniéndose tan eficazmente, ya que Cracovia siguió viéndose arrastrada hacia las cuestiones de Rutenia.  Las preocupaciones de la pequeña Polonia importaban poco a los pueblos del corazón de Polonia, que a finales del siglo XIII se vieron enfrentados en una renovada explosión de las presiones germánicas.  La llegada de colonos germánicos, las ambiciones de Brandemburgo y el establecimiento de la Orden Teutónica fueron hechos que contribuyeron a separar Pomerania delresto delospolacos y a dividir aquel ducado en las zonas del este y el oeste.  En eldistrito lacustre de Mazovia otro ducado polaco con sus propios intereses tendía a centrarse en sus dificultades con los prusianos paganos del norte y a servirse de la Orden Teutónica con el propósito de derrotarlos.  Los diferentes intentos hechos por los bohemios y los gobernantes de la"gran" Polonia ara resucitar la monarquía de los Piastas quedó en nada hasta que Ladislao el Breve se las arregló para ser coronado en Cracovia en 1320.  El reinado revivido por Ladislao estaba falto de Silesia y de Pomorze e incluso su hijo Casimiro III no hizo sino algunas adaptaciones sin importancia en la frontera occidental.

13/11/13

LA DOMINACIÓN BOHEMIA DEL IMPERIO GERMANO (III)

Con todo, el rasgo sorprendente del imperio germánico durante este período fue la posición dominante que tuvieron en él los reyes de Bohemia. El rey Ottokar II de Bohemia ya había aspirado a la corona imperial en el siglo XIII, pero se había visto derrotado en la batalla por el rey Rodolfo de Habsburgo (1276).  Sin embargo, el hijo de la nieta de Ottokar, Carlos IV de Luxemburgo, se sirvió de la misma base de poder de Bohemia para solucionar las cuestiones del imperio en interés de su familia y, quizá, porque él no era estrictamente bohemio, quiso reducir el resentimiento germánico ante la función de Bohemia.  Es interesante elucubrar y pensar cómo se habría desarrollado la Europa central en caso de haberse mantenido aquellos propicios inicios.  Desgraciadamente, a principios del siglo XV Bohemia se vio sacudida por disensiones religiosas que no sólo aislaron aquel reino del resto del imperio sino que incluso privaron el propio imperio de su centro efectivo.  El imperio pasó a los Habsburgo de Austria con las aciagas consecuencias consiguientes.
Sin embargo, durante más de un siglo, Bohemia fue uno de los estados más prósperos y dinámicos del imperio.  En sus montañas había minas de oro y plata que proporcionaban a Europa gran parte de su suministro básico de metales preciosos, y en este período crecieron rápidamente sus ciudades mineras, situadas al otro lado de la importante red de caminos que enlazaban Italia con el Báltico.  Praga, la principal ciudad de Bohemia, no era una simple residencia real, sino un poderoso centro urbano por derecho propio.  Al parecer, su población aumentó considerablemente.  Cuando Carlos decidió establecer una universidad para el imperio la fundó en Praga en 1348.  Las devociones religiosas del pueblo eran intensas y estaban abocadas al proselitismo, pero entre los checos y los alemanes había hostilidades latentes que surgían fácilmente.  El desarrollo de ideas religiosas desviadas probablemente se intensificó probablemente con el estallido del gran cisma en la Iglesia (1378) y con las circunstancias políticas que condujeron a la deposición del rey de Bohemia, Wenceslao IV, por obra del propio imperio (1400).  Pero en cierto sentido el tremendo entusiasmo despertado en toda Bohemia por estas ideas religiosas, particularmente después de su condena por parte de gente de fuera, como el Concilio de Constanza 81414-1418), no fue sino la conclusión apropiada del gran período de reurgimiento bohemio.  Si el rey Carlos IV había soñado con una hegemonía bohemia del imperio, los checos dirigieron aquel movimiento hacia objetivos que sus líderes espirituales consideraban más apropiados.  El curso de los acontecimientos siguió una lógica propia, prescindiendo de las intenciones de reyes o reformadores.  Al morir el emperador Segismundo en 1437, no fue sólo la dinastía de Luxemburgo lo que terminó, sino que también se vinieron abajo el plan de un imperio y las perspectivas de toda Europa central.  Incluso los bohemios, que habían derrotado a los ejércitos extranjeros, encontraron difícil mantener una disciplina eclesiástica y un reino separado por su cuenta.  Estos hechos no habían contribuido en nada a llevar adelante unas reformas del imperio en conjunto, las propuestas para el cual habían correspondido a los teóricos.  Entretanto el imperio había comenzado a encogerse con el beneplácito imperial. los suizos habían comenzado a mostrar cómo había que establecer su verdadera autonomía usando al emperador contra sus señores Habsburgo.  El gobernante de Milán había comprado flagrantemente el título nominal de duque del imperio, lo que lo convirtió en el gobernante más poderoso de Italia.
Después de la muerte de Ottokar II los reyes de Bohemia, expulsados del imperio por los Habsburgo, durante un tiempo trataron de ampliar sus intereses a Polonia; su intento de instalarse allí como reyes, tras ser coronados en Cracovia, había sido uno de los factores que indujo a los polacos a trabajar por la reunificación del fragmentado reino de los Piastas.  El rey de Bohemia siguió siendo un persistente enemigo de la dinastía de los Piastas y de hecho consiguió obtener los principados de Silesia para su propio reino, pero al final no consiguió frustrar los intentos de otros príncipes de realizar una reunificación de las tierras de los Piastas.  Después de un siglo y medio de interrupción, Polonia renació: era la primera de las varias resurrecciones históricas polacas.

12/11/13

LA DOMINACIÓN BOHEMIA DEL IMPERIO GERMANO (II)

El hecho de que el imperio no consiguiese desarrollarse a lo largo de unas lineas centralistas, como se creía que hicieron otros estados europeos occidentales de este tiempo, especialmente Francia, ha desalentado el estudio histórico amplio de este período, que sigue siendo negligente y tenido en menos, comparado con otros, por parte tanto de los estudiosos de historia como de literatura.  aun cuando hubo unas pocas grandes familias principescas o ciudadesque se destacaron, no llegaron nunca a ser dominantes en su época y, de querer hacerles justicia, habría que tener en cuenta también las docenas de pequeños estados, principados, obispados, monasterios, ciudades, señoríos y propiedades de caballeros, todos ellos directamente dependientes  del emperador y efectivamente soberanos.  Tan solo los estados soberanos italiano y suizo son reconocidos como tales, aunque en la práctica los estados germanos, a menudo pequeños, y a veces incluso formados por fragmentos territorialmente diseminados, no fueran igualmente importantes.  Los edificios que construyeron y los ideales que tuvieron no han sabido espolear la imaginación de otros europeos como supieron hacerlo los de Italia de finales de la Edad Media y del Renacimiento, pero no por ello han dejado una impresión menos perdurable de la vitalidad local de aquella época.  Limitarse a hacer una lista de sus nombres no serviría de mucho y tratar de hacer una representación en un mapa podría inducir a confusión.  A su manera, el imperio siguió siendo un microcosmos de Europa como conjunto. Bajo la égida de autoridades básicamente locales y nada ambiciosas, las comunidades de los siglos XIV y XV pudieron hacerse con los beneficios de la civilización en términos medievales.  Los objetos propios de aquella época son testimonio del alto nivel alcanzado en la vida monástica, no ya sólo por parte de los príncipes, sino también de las gentes de la ciudad y del campo.  No contamos con una medida que refleje el grado de bienestar de la mayoría, pero las pinturas de la vida popular nos ofrecen escenas que indican unas comodidades y una buena situación y en ellas se ven niños que juegan y campesinos que beben y se divierten.  Los sombríos recordatorios de la muerte, de la enfermedad y de la pobreza no surgen de la gente sino de los esfuerzos deliberados del clero para restablecer un sentido de la proporción.  Sobre todo es en el imperio donde abunda este tipo de pruebas.  Parece que los pequeños principados sirvieron bien a las necesidades políticas de la gente.

11/11/13

LA DOMINACIÓN BOHEMIA EN EL IMPERIO GERMANO

El imperio occidental no contaba con una razón de ser o con una tradición comparable a la de oriente, pero el valor del concepto no perdió tan fácilmente su atractivo.  En la práctica, el imperio dejó de tener una influencia real en Italia después de la muerte de Federico II en 1250 y tan sólo los germanos persistieron en mantener vivo el concepto, demostrándose poco interesados en los proyectos de adaptarlo a un propósito nacional más limitado.  Los príncipes del imperio eligieron al rey delos romanos y lo llamaron emperador sólo después de coronado con la aprobación papal. Desde 1338 fue considerado formalmente soberano a partir del momento de su elección. Los electores eran el rey de Bohemia u seis príncipes germanos -tres eclesiásticos y tres laicos-, en representación de todos los príncipes del imperio. Aun cuando el colegio electoral no habría podido calificarse de representativo en el sentido moderno, demostraba que el imperio abarcaba gentes e intereses muy diversos, si bien todos ellos permitían la pertenencia continuada al Reich (que en alemán significa "gobierno", más que reino o imperio).  Enumerar los deberes específicos del gobernante supondría hacer una lista de un conjunto de poderes, ninguno de ellos particularmente importante en sí, si bien hay que decir que la función no era meramente decorativa y honorífica.  En contra de la familia Staufen, los papas del siglo XIII habían favorecido la elección de figuras de escaso relieve, si bien los príncipes acabaron por entender que el cargo sólo podía corresponder a personajes de rango. A mediados el siglo XIV sólo los miembros delas más distinguidas familias germanas tenían posibilidades de alcanzar reconocimiento, y su elevada posición, por ejemplo la de rey de Bohemia, no hacía sino reforzar la de rey de los romanos. Esta cristalización de la estructura el imperio germánico significaba, sin embargo, que otros territorios del antiguo imperio que dejaron de participar en la nueva estructura iban tendiendo a desprenderse y a asumir, por cuenta propia, otras lealtades políticas alternativas: Italia, por ejemplo, que recibió visitas rutinarias de unos pocos emperadores, pero aprendió a arreglárselas sin referencia a sus poderes nominales.  En los Países Bajos, Bravante y Holanda obtuvieron autoridad imperial para actuar como estados soberanos; otros actuaron de igual manera pero sin esa autoridad. En occidente, hubo sectores del imperio que pactaron sus propias condiciones con los reyes de Francia y sólo en el este la recuperación del poder polaco fue disuasoria para la fragmentación.  Los príncipes de oriente valoraban excesivamente su pertenencia al imperio para arriesgarse a ser independientes.

10/11/13

LOS OTOMANOS

Los otomanos eran una dinastía de soldados que operaban en una zona sometida al gobierno de muchos príncipes que soñaban poseer el imperio.  Los intereses políticos más específicos y coherentes probablemente eran los demostrados por grupos como los Caballeros del Hospital, de Rodas, comprometidos en una perpetua cruzada, pero que no habían calculado políticamente cómo derrotar a los otomanos, o como los venecianos, cuya preocupación principal no era el imperio sino el comercio.Durante todo el siglo XIV el principal enemigo de los venecianos siguieron siendo los genoveses, sus rivales comerciales.  Para ambos, sus intereses egeos eran meramente las colonias que explotaban con fines interesados. A pesar de su participación en las tardías luchas con los otomanos, ninguna de estas ciudades-estado italianas podía proponerse para la sucesión en Constantinopla.  En este aspecto, su compromiso político era muy escaso.  Al dirigir lo beneficios del comercio y de la industria desde Constantinopla -que había tenido hasta entonces el monopolio- a Italia -que se había enriquecido de forma desmedida-, los intereses latinos actuaron de hecho como sanguijuelas y su dominio fue inevitablemente efímero.
La mayor parte de los gobernantes occidentales con recursos iguales a las responsabilidades imperiales estaban situados demasiado lejos de Constantinopla para aspirar a la sucesión en la zona.  Durante el período crítico que sucedió a la batalla de Manzikert (1071) los normandos del sur de Italia se habían interesado cuanto menos en extender su poder hasta los Balcanes y, en el siglo XIII, Carlos de Anjou, tras adquirir el reino normando (1260), se mostró dispuesto a seguir los antiguos intereses normandos en el antiguo imperio griego.  Aquellas ambiciones condujeron a los señoríos angevinos a Gracia, a la parte alta de la costa dálmata y a Hungría, con lo que surgió el imperio marítimo angevino que rivalizó y desafió al de los venecianos, si bien sus objetivos eran más políticos que comerciales.  Sin embargo, su envite contra Constantinopla fue desviado por el emperador Paleológo Miguel VIII (emperador 1261-1282), que se alió con los enemigos que Carlos tenía en el país, como resultado de lo cual Sicilia pasó a manos del rey de Aragón y el poderoso reino de Federico II quedó dividido en dos.  Los reinos de Nápoles y Sicilia fueron debilitándose mutuamente a través de repetidas guerras y de una separación que duró dos siglos antes de que los españoles acabaran conquistando Nápoles en 1499, si bien sacaron alguna fuerza de los imperios a los que pertenecían.  El dominio angevino imperó en el Adriático, pero su capital italiana de Nápoles estaba geográficamente mal situada para beneficiarse de su situación marítima.  Los mismos gobernantes angevinos, a diferencia de sus predecesores normandos, tenían al parecer escaso aprecio de las posibilidades del poder marítimo.  En lo que se refiere a fines comerciales, tanto Génova como Venecia estaban mejor situadas geográficamente, especialmente para abastecer  a los desatendidos mercados del norte.  Los mismos asuntos financieros del reino de Nápoles acabaron siendo administrados por los aliados güelfos e los angevinos, aposentados en Toscana.
Más ventajas hubo para los españoles como resultado de la conquista de Sicilia en 1282.  Los reyes de Aragón, que también eran condes de Barcelona con posesiones a lo largo de la costa mediterránea hasta Montpellier, en el curso de la anterior generación habían conquistado las islas Baleares, y siguiendo la costa, habían llegado hasta Valencia.  Desde Barcelona sobre todo se había creado un imperio comercial en el Mediterráneo occidental, respaldad con la aprobación real a pesar de la hostilidad de los barones del reino aragonés.  Estos, como sus iguales de Nápoles, estaban más preocupados por sus propiedades que por el comercio o la expansión imperial. Sin embargo los reyes de Aragón se mantuvieron en Sicilia e incluso trataron de anexionarse las islas de Córcega y Cerdeña.  Hubo mercaderes de Barcelona que se aventuraron en el Egeo y una compañía de soldados mercenarios que conquistó el ducado de Atenas y lo retuvo como feudo del rey de Aragón durante gran parte del siglo XIV.  Estas actividades indican la fluidez de la situación en el Mediterráneo mientra no hubo un gobierno poderoso en Constantinopla, pero demuestran también que desde occidente no hubo ocasión de crear otra cosa que una presencia exigua en el mar.  Los europeos occidentales podían siempre refugiarse en sus tierras atravesando el mar, ya que con los medios que tenían a su disposición no les era posible retener importantes extensiones de tierras.  La tradición del imperio que había persistido tanto tiempo en oriente había perdido su fuerza y no había encontrado cristianos capaces de asumir aquella responsabilidad.  La conquista otomana, que restableció las realidades políticas, no pertenecía a un romano sino a una tradición cultural musulmana.  El imperio romano se encontraba en su fase terminal.

7/11/13

EL LANGUIDECIMIENTO DEL IMPERIO ORIENTAL (II)

El imperio oriental no era comparable a ningún estado nacional moderno y, a no ser por la religión, no tenían ningún rasgo que lo hiciera homogéneo.  La infiltración de los latinos puso de manifiesto las diferencias entre sus prácticas religiosas y las de los griegos.  Privada del enérgico control del emperador griego, la iglesia ortodoxa exacerbó el problema permitiendo que aparecieran metropolitanos autocéfalos, como en Chipre.  Los búlgaros y los serbios no tardaron en seguir el ejemplo.  Cuando la disciplina religiosa se hizo más local, los hereje, como los bogomilos en Bosnia, encontraron más fácil desafiar a la autoridad.  La historia de esta zona durante más de dos siglos desafía cualquier intento de dar primacía a un filón a expensas de los demás.  Las cuestiones locales, aun siendo de importancia en sus propios principados, no entraban en un marco general en virtud de los efectos magnéticos de una causa o de un líder.  Los historiadores pueden centrarse en la suerte de la dinastía otomana, que en 1329 ya estaba aposentada en Bitinia.  Esta se sirvió de la guerra civil griega entre Juan V y Juan VI Cantacuzeno para introducirse en el corazón de la política griega y en 1289 ya había dominado Serbia.  Parecía, sin embargo, que la gente de la época se mostraba obtusa y no veía el peligro otomano, al parecer esperando que los otomanos demostrasen ser tan efímeros como otras potencias militares, por ejemplo los catalanes, instalados en Atenas (1311-1388), o los navarros, en Morea.  Como eran musulmanes, es probable que los otomanos fueran menos conocidos o entendidos que sus contrapartidas cristianas y que su función en Asia Menor fuera totalmente insospechada.  Sin embargo, los hechos del poder otomano después de 1380 (cuyos efectos plenos en lo que a Constantinopla se refiere fueron retrasados a 1453 por la demora totalmente fortuita provocada por su derrota frente a Tamerlán en 1402) significaron que en la práctica sólo durante un siglo, aproximadamente, las certidumbres aceptados de la zona fueron completamente  desechadas.  Los cristianos también disfrutaron de un período de gracia extremadamente largo para preparar la salvación del imperio cristiano.  Había gobernantes que incluso tenían conciencia de que era precisa una acción desesperada.  El verdadero problema era que no había ningún gobernante ni estado cristianos capaces de enfrentarse con los otomanos ni de rivalizar con ellos en fuerza, decisión o incluso disponibilidad.  A los diferentes pueblos cristianos de la zona los otomanos musulmanes podían ofrecer por lo menos los atractivos familiares de la tolerancia al verse amenazados por la tiranía representada por la tradición cristiana.  Las potencias latinas que dominaban en el Egeo dependían básicamente de su fuerza en el mar y carecían de la capacidad de formar y mantener grandes ejércitos capaces de oponerse a los otomanos.  Los estados balcánicos, Serbia y Hungría, por diferentes razones no estaban en condiciones de reunir ejércitos suficientes y, de todos modos, Constantinopla era mucho más difícil de socorrer por tierra.  Pero si consiguieron frenar el avance otomano en Europa central, no pudieron hacer que retrocediera en Asia Menor.

6/11/13

EL LANGUIDECIMIENTO DEL IMPERIO ORIENTAL

Los griegos en su apogeo, y más adelante los otomanos, mantuvieron imperios duraderos que no dejaban espacio para disensiones interiores, salvo en la corte imperial, y que contaban con ejércitos permanentes y flotas para su defensa.  Sin embargo, entre los siglos XIII y XV no hubo ninguna potencia capaz de reunir los ejércitos adecuados y, menos aún, de combinar fuerza militar y naval suficiente para establecer un imperio unido.  Las razones que lo explican deben ser complejas y continúan en la polémica.  A finales del siglo XII ya se estaban evidenciando signos que demostraban que los griegos estaban perdiendo el control del imperio.  La dinastía de los Comnenos, que había devuelto el sentido de un objetivo político al imperio, no había sido capaz de desalojar a los turcos (que, después de la batalla de Manzikert en 1071, se habían establecido en Anatolia) y había aceptado que su fuerza estaba en el mar, gracias a su control del litoral.  Pero ya se estaban manifestando signos de la fuerza creciente de la potencia marítima italiana, sobre todo gracias al movimiento de las cruzadas.  Desués de la muerte de Manuel Comneno (1180) hubo familias rivales que lucharon por la sucesión al imperio y los cruzados de occidente se vieron inevitablemente arrastrados a estos conflictos tanto en 1191 como en 1204.  La ocupación latina de la misma Constantinopla, que desmembró el imperio en beneficio de los latinos, es evidente que no hizo nada para unificar a los griegos; al contrario, éstos lucharon entre sí por la gloria nominal del imperio.  Los emperadores griegos, restablecidos después de 1261, encontraron que los territorios del imperio estaban divididos entre numerosos soberanos griegos, latinos y eslavos, puesto que los eslavos también se habían aprovechado del derrumbamiento del gobierno imperial para formar nuevos principados por su cuenta.  No es necesario advertir que se trataba de movimientos protonacionalistas.  En ausencia de una fuente normal de gobierno, había que improvisar algún tipo de autoridad.  Hasta cierto punto, aquellos estados "nativos" dejaban un valioso legado a la posteridad, si bien demostraron sin excepción que eran ineptos para asumir las cargas del gobierno cuando estas, a su debido tiempo, comenzaron a aparecer.

5/11/13

CONSTANTINOPLA

La participación latina u occidental en las cuestiones del imperio oriental en la época de las cruzadas llegó a su culminación con la ocupación de Constantinopla en 1204 y el establecimiento de un emperador latino en aquella ciudad.  De hecho, el imperio latino no fortaleció la situación de Constantinopla, ya que los conceptos occidentales de poder no eran imperiales sino principescos y se hacían cargo de la obligación de dividir el territorio entre los aliados latinos.  El emperador latino se vio expulsado por Miguel Paleólogo en 1261, pero el imperio griego redivivo no consiguió recuperar todos los territorios ocupados por los demás gobernantes latinos y, menos aún, restablecer la autoridad imperial.  por consiguiente, a finales del siglo XIII tanto el imperio oriental como el occidental tenían únicamente existencia nominal.  En ambos estados el poder sólo era cuestión de fuerza local.  Pese a todo, los cargos seguían siendo prestigiosos y atraían  pretendientes, incluso a los que tenían un poder real.  Y así fue como Dushan, gobernante de Serbia, aspiró a la distinción de emperador y, al verse decepcionado en Constantinopla, se consoló con la coronación de emperador de los Serbios en Skopje (1346).  Igualmente, en Alemania, el fracaso de los emperadores Staufen no acobardó a los miembros de familias de inferior abolengo y la dignidad de emperador pasó de una familia a otra antes de que los luxemburgueses y sus herederos en línea directa, los Habsburgo, consiguieran atribuírsela como propiedad familiar.  Y mientras esos imperios seguían con sus sombras chinescas, en el suroeste y en el nordeste, y más allá, en Francia, los príncipes locales buscaban recompensas más sustanciales y luchaban sin temer la intervención de sus poderosos vecinos.  Ya no había prefectos y los niños podían dedicarse a jugar a las guerras sin ningún temor.

4/11/13

CONFORMACIÓN DE LOS ESTADOS EUROPEOS (II)

No todos estos movimientos independentistas del siglo XIV se vieron igualmente vindicados por el tiempo.  El estado de la Orden de los Caballeros Teutónicos en el litoral báltico gozó prácticamente de soberanía durante un siglo y medio antes de volver a ser absorbido por el reino de Polonia-Lituania.  Los principados independientes de los cristianos latinos de oriente sucumbieron bajo los otomanos en el siglo XV, mientras que el ducado autónomo de Bretaña volvía a ser conducido bajo el manto de la monarquía francesa a finales del mismo siglo y, sin embargo, en este período los grandes gobernantes dejaban de dominar los acontecimientos como habían tratado de hacerlo en el siglo XIII.  El control político se haría en todas partes más laxo y más local, lo cual significaba  que habría más comunidades políticas que conseguirían el reconocimiento de su independencia.  El que se benefició particularmente de la situación fue el imperio, dejando que las grandes ciudades italianas y alemanas se hicieran autónomas.  La monarquía francesa se tuvo que doblegar a la aparición de instituciones legales provinciales separadas.  En España, la abrumadora superioridad de Castilla se vio contrarrestada con la aparición de instituciones políticas más firmes en los reinos vecinos de Aragón, Navarra, Portugal y Granada, así como con las disensiones surgidas entre sus propios aristócrata.  De querer describir todas las entidades políticas de la época necesitaríamos mucho espacio, puesto que las complicaciones de las relaciones existentes entre ellas solo pueden explicarse a través de descripciones muy detalladas.  Explicar los cambios individuales como factores generales falsearía la verdad de su diversidad y pasaría muchas realidades por alto.
El período anterior había conseguido que la Cristiandad adoptara una estructura relativamente simple que los hechos se encargarían de desvirtuar.  Al principio había habido un imperio romano firmemente asentado en Constantinopla, un Papa en Roma y un imperio occidental restaurado bajo el dominio de Carlomagno y de sus sucesores germanos.  el esfuerzo para restaurar la idea de orden que Roma preconizaba había refrenado el poder papal, pero había reducido a sus proporciones normales a los germanos.  Además, habían surgido otros reinos y el número de reyes de la Cristiandad occidental tendía a aumentar.  En 1273 el papado reconoció que era posible crear un reino germano y un reino italiano fuera del imperio, aunque Dante en 1311-1312 seguía pensando en una monarquía universal.  Existía, pues, una cierta renuencia a aceptar el carácter fisíparo de la Cristiandad.  La vieja matriz del imperio no encajaba en Europa, pero no era fácil sustituirla por otra.  La monarquía de origen bárbaro era fácilmente asumida por dictadores o advenedizos.  ¿Sería duradera en todas partes?  El modelo de imperio debía más al ejemplo de Constantinopla que a cualquier teoría política y fue la desintegración del sistema en Constantinopla lo que más contribuyó a sumergir a la Cristiandad occidental en el fondo del crisol.  En occidente los hombres adquirieron conciencia de su fuerza por comparación con el este, por lo que forzosamente debían descubrir cómo aprovechar las fuentes reales de aquella fuerza en normas políticas originales, lo cual suponía testimoniar un cierto respeto al imperio.

3/11/13

CONFORMACIÓN DE LOS ESTADOS EUROPEOS

Los objetivos concretos de los gobernantes del siglo XIII y la enérgica persecución de sus intereses les creó dificultades que ni siquiera habían podido prever.  El papado se había convertido en una institución de funcionamiento difícil, y Celestino V, antiguo ermitaño, fue sustituido por un noble romano, especialista en derecho canónico, Bonifacio VIII.  Las dificultades del Papa con sus cardenales y con los reyes de Francia e Inglaterra precipitó una serie de acontecimientos que condujeron al papado, en el siglo XIV, al puerto de Aviñón en Provenza, y le ganaron fama de supeditación a la influencia francesa.  Sin embargo, el rey de Francia acabó por apreciar el apoyo moral que el papado podía proporcionarle, puesto que la arbitraria política de Felipe IV había provocado una violenta reacción en Flandes, mientras que su ejército, en la batalla de Courtrai (1302) se veía derrotado por simples hombres de la ciudad.  Tras la sucesión de sus hijos, que murieron después de breve reinado dejando sólo hijas como herederas, parecía que Felipe y su linaje pagaban el precio impuesto por Dios por haber insultado a su vicario, el Papa.  La nueva línea de los Valois se vio obligada a luchar durante más de cien años para llegar al trono de Francia y reivindicar unos derechos que le eran sistemáticamente discutidos por algunos, entre ellos el rey de Inglaterra.  En España se habían aquietado aquellas grandes campañas del siglo XIII contra los musulmanes y ahora los cristianos se dedicaban a luchar entre sí.  En la propia Inglaterra, el rey Eduardo I se enfrentaba con los escoceses, pero, a pesar de las victorias y de la conquista, no conseguía dominarlos: dos de sus sucesores al trono fueron depuestos y asesinados.  No es de extrañar que el siglo XIV sea famoso por los desórdenes, los desastres y otras calamidades.
Si el rey de Francia se sintió ultrajado al ser derrotado en Flandes por simples hombres de ciudad, como lo fue igualmente el rey de Inglaterra por los escoceses rebeldes, los historiadores deben tener buen cuidado de no hacerse eco de los pesares reales y procurar centrarse en grupos que hasta entonces no habían llamado la atención del público.  Así que los escoceses demostraron que, aun sin tener un rey propio, no por ello dejaban de considerarse miembros de un reino, que los reyes podían estar donde fuera y sin ellos el reino sobrevivía igualmente, dejando sentado que la preocupación histórica de los reyes y sus genealogías representaba una realidad muy triste.  Ni en Escocia ni en Flandes se salieron los  reyes con la suya.  En Flandes, las ciudades "francesas" de Brujas y Gante, que Felipe IV había ocupado como soberano del país, con la resistencia que opusieron a su mandato eludieron permanentemente el control de París.