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13/11/13

LA DOMINACIÓN BOHEMIA DEL IMPERIO GERMANO (III)

Con todo, el rasgo sorprendente del imperio germánico durante este período fue la posición dominante que tuvieron en él los reyes de Bohemia. El rey Ottokar II de Bohemia ya había aspirado a la corona imperial en el siglo XIII, pero se había visto derrotado en la batalla por el rey Rodolfo de Habsburgo (1276).  Sin embargo, el hijo de la nieta de Ottokar, Carlos IV de Luxemburgo, se sirvió de la misma base de poder de Bohemia para solucionar las cuestiones del imperio en interés de su familia y, quizá, porque él no era estrictamente bohemio, quiso reducir el resentimiento germánico ante la función de Bohemia.  Es interesante elucubrar y pensar cómo se habría desarrollado la Europa central en caso de haberse mantenido aquellos propicios inicios.  Desgraciadamente, a principios del siglo XV Bohemia se vio sacudida por disensiones religiosas que no sólo aislaron aquel reino del resto del imperio sino que incluso privaron el propio imperio de su centro efectivo.  El imperio pasó a los Habsburgo de Austria con las aciagas consecuencias consiguientes.
Sin embargo, durante más de un siglo, Bohemia fue uno de los estados más prósperos y dinámicos del imperio.  En sus montañas había minas de oro y plata que proporcionaban a Europa gran parte de su suministro básico de metales preciosos, y en este período crecieron rápidamente sus ciudades mineras, situadas al otro lado de la importante red de caminos que enlazaban Italia con el Báltico.  Praga, la principal ciudad de Bohemia, no era una simple residencia real, sino un poderoso centro urbano por derecho propio.  Al parecer, su población aumentó considerablemente.  Cuando Carlos decidió establecer una universidad para el imperio la fundó en Praga en 1348.  Las devociones religiosas del pueblo eran intensas y estaban abocadas al proselitismo, pero entre los checos y los alemanes había hostilidades latentes que surgían fácilmente.  El desarrollo de ideas religiosas desviadas probablemente se intensificó probablemente con el estallido del gran cisma en la Iglesia (1378) y con las circunstancias políticas que condujeron a la deposición del rey de Bohemia, Wenceslao IV, por obra del propio imperio (1400).  Pero en cierto sentido el tremendo entusiasmo despertado en toda Bohemia por estas ideas religiosas, particularmente después de su condena por parte de gente de fuera, como el Concilio de Constanza 81414-1418), no fue sino la conclusión apropiada del gran período de reurgimiento bohemio.  Si el rey Carlos IV había soñado con una hegemonía bohemia del imperio, los checos dirigieron aquel movimiento hacia objetivos que sus líderes espirituales consideraban más apropiados.  El curso de los acontecimientos siguió una lógica propia, prescindiendo de las intenciones de reyes o reformadores.  Al morir el emperador Segismundo en 1437, no fue sólo la dinastía de Luxemburgo lo que terminó, sino que también se vinieron abajo el plan de un imperio y las perspectivas de toda Europa central.  Incluso los bohemios, que habían derrotado a los ejércitos extranjeros, encontraron difícil mantener una disciplina eclesiástica y un reino separado por su cuenta.  Estos hechos no habían contribuido en nada a llevar adelante unas reformas del imperio en conjunto, las propuestas para el cual habían correspondido a los teóricos.  Entretanto el imperio había comenzado a encogerse con el beneplácito imperial. los suizos habían comenzado a mostrar cómo había que establecer su verdadera autonomía usando al emperador contra sus señores Habsburgo.  El gobernante de Milán había comprado flagrantemente el título nominal de duque del imperio, lo que lo convirtió en el gobernante más poderoso de Italia.
Después de la muerte de Ottokar II los reyes de Bohemia, expulsados del imperio por los Habsburgo, durante un tiempo trataron de ampliar sus intereses a Polonia; su intento de instalarse allí como reyes, tras ser coronados en Cracovia, había sido uno de los factores que indujo a los polacos a trabajar por la reunificación del fragmentado reino de los Piastas.  El rey de Bohemia siguió siendo un persistente enemigo de la dinastía de los Piastas y de hecho consiguió obtener los principados de Silesia para su propio reino, pero al final no consiguió frustrar los intentos de otros príncipes de realizar una reunificación de las tierras de los Piastas.  Después de un siglo y medio de interrupción, Polonia renació: era la primera de las varias resurrecciones históricas polacas.

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