Visitas hasta hoy:

24/11/13

LAS DINASTÍAS OCCIDENTALES (I)

La importancia de la historia de los diferentes pueblos de Europa oriental durante este período y el nuevo relieve de toda la zona en esta época indican hasta cierto punto los positivos aunque desiguales hechos que se produjeron en el siglo XIV.  Si nos trasladamos a occidente con puntos de vista renovados sobre dinastías, nobles, ciudades y naciones, es posible que estemos en condiciones de considerar aquella gran guerra entre los reyes de Inglaterra y Francia (la de los Cien Años) desde un prisma menos anacrónico que el que se suele emplear normalmente.  El enorme prestigio adquirido por los últimos reyes Capetos de Francia no se apoyaba en su fuerza real, sino en el hecho afortunado de haber sido los primeros gobernantes del continente que habían alcanzado una posición basada en un institución compleja y que disponían de abundante apoyo papal.  Felipe IV (rey 1285-1314), el más agresivo de estos gobernantes Capetos, tuvo que hacer frente al desafío de su vasallo más poderoso, el duque de Aquitania, Eduardo rey de Inglaterra, así como al desafío del propio Papa Bonifacio VIII, a quien exasperaba tener que admitir que la defensa del clero lo obligaba a tener que rechazar a Felipe.  Sin embargo, la enemistad del papado fue de corta vida, aparte de que la sucesión de papas en el sur de Francia, con residencia en Aviñón, permitió que los reyes franceses disfrutaran durante muchos decenios de una relación especial más estrecha con los pontífices.  El propio Papa se encargó de que Felipe y Eduardo hicieran las paces, aun cuando sus sucesores se enfrentaron con la imposibilidad de mantener durante mucho tiempo aquella paz y, si no en los hechos por lo menos en la actitud, en ocasiones se trató de una paz más bien beligerante.  Los recursos de los dos reyes eran totalmente desiguales, por lo que el poder de que disfrutaba el rey de Inglaterra se apoyaba en el hecho de encontrar a unos aliados dentro del reino de Francia dispuestos a secundar sus intervenciones.  El frente militar se desplazaba de acuerdo con las circunstancias y los objetivos oscilaban entre la reclamación por parte del rey de Inglaterra, que se consideraba con más derechos a ocupar el trono de Francia que el titular Valois, y peticiones más moderadas, pero igualmente inaceptables, de reconocimiento de su posición de soberanía en sus posesiones feudales.  En ambos casos estaba en juego la unidad estatal, que no había sido discutida hasta los tiempos de Felipe IV.  Este punto resultó problemático no sólo para el duque de Aquitania, sino incluso y en mayor medida para el conde de Flandes, en un primer momento, y para otros señores, como los duques de Bretaña y Borgoña, en otras ocasiones.  Los grandes príncipes de Francia, incluyendo en ellos al flamenco y al inglés, estaban todos emparentados.  Los buenos resultados del sistema del infantado en Francia habían surtido efecto durante una o dos generaciones en beneficio del rey, pero con el tiempo dieron nacimiento inevitablemente a diferentes ramas de la casa real.  Las rivalidades, que  no las diversidades, entrañaron conflictos, no tanto con la intención de desmembrar el reino, sino con la de otorgar a los príncipes una mayor libertad de acción que la que deseaba conceder el creciente ejército de siervos que estaban sometidos al rey. Los reyes de Inglaterra, que hicieron popular entre sus súbditos la guerra con Francia, tanto entre los vasallos de alto rango como entre los de condición humilde, se mantuvieron firmemente comprometidos hasta el final con lo que ellos veían como su función dentro del reino francés y de la casa real francesa.  Para ellos la guerra nunca se convertiría en la causa nacional que a veces fue para sus vasallos y que sería para la leyenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión me interesa, pero será revisada antes de su publicación