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25/11/13

LAS DINASTÍAS OCCIDENTALES (II)

Inglaterra sufrió directamente la guerra sólo a través de incursiones y saqueos en las zonas costeras y en las regiones fronterizas, siempre agitadas. En realidad, la guerra de los Cien Años se libró en Francia y sobre ella escribieron escritores franceses en francés, el más distinguido de los cuales fue Jean Froissart, oriundo de Hainault.
El largo período durante el cual generaciones sucesivas de reyes ingleses renovaron la guerra hace probable el hecho de que tuviera profundas consecuencias en el desenvolvimiento político y social de Inglaterra, pero sería difícil aislar las consecuencias precisas del conflicto sobre los hechos cuando había tantos factores que también operaban.  El resultado más importante fue que el rey inglés acabó perdiendo hasta el más pequeño trozo de tierra francesa salvo Calais (ocupado por Inglaterra en 1347), lo que para el monarca francés representaba indudablemente un triunfo: se había librado de su vasallo más conflictivo y había incorporado nuevos territorios a su reino.  En el curso de los estadios finales de la guerra consiguió también imponer tributos a sus vasallos y mantener un ejército estable, todo lo cual lo dotó de un poder sin precedentes en su reino.  La monarquía de San Luis se transformó, pues, en un estado preparado para la guerra.  La ampliación de sus dominios, sin embargo, había hecho más difícil la tarea de gobernarlos.   La monarquía debía compartir algunos de sus poderes, si no con sus vasallos feudales, por lo menos con corporaciones de juristas funcionarios y capitanes del ejército.  Los infantes quedaron desdibujados o fueron absorbidos por la monarquía, hasta la extinción conveniente de sus dinastías, pero los privilegios de las provincias fueron graciosamente confirmados por los reyes a fin de atraerse el apoyo de las regiones que cubrían.  La monarquía triunfante de Carlos VII (rey 1422-1461) no era, pues, una simple restauración del estilo de gobierno de Felipe IV.  Y si el rey de Inglaterra había sido expulsado del reino, la provincia de Flandes, que Felipe IV había sudado sangre para conquistar, seguía esquivando el control real.  La misma Francia, finalmente, también había sufrido repetidas invasiones, pillajes, saqueos y devastaciones.  Francia había perdido sobre todo su posición preeminente en Europa.  La alianza francopapal, que había servido tan bien a los reyes franceses en el siglo XIII, no ofreció al monarca galo durante el Gran Cisma ninguna ayuda a través de la Cristiandad que no le dieran ya sus aliados seculares y, con la llegada del papado del Renacimiento, los reyes franceses no disfrutaron ya de favores especiales.  Así pues, los decenios de guerra tuvieron consecuencias muy profundas para el reino francés.  Las experiencias de guerra, desórdenes, derrotas y desmembramientos territoriales dejaron únicamente la dinastía de los Valois como garantía de continuidad.

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