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7/11/13

EL LANGUIDECIMIENTO DEL IMPERIO ORIENTAL (II)

El imperio oriental no era comparable a ningún estado nacional moderno y, a no ser por la religión, no tenían ningún rasgo que lo hiciera homogéneo.  La infiltración de los latinos puso de manifiesto las diferencias entre sus prácticas religiosas y las de los griegos.  Privada del enérgico control del emperador griego, la iglesia ortodoxa exacerbó el problema permitiendo que aparecieran metropolitanos autocéfalos, como en Chipre.  Los búlgaros y los serbios no tardaron en seguir el ejemplo.  Cuando la disciplina religiosa se hizo más local, los hereje, como los bogomilos en Bosnia, encontraron más fácil desafiar a la autoridad.  La historia de esta zona durante más de dos siglos desafía cualquier intento de dar primacía a un filón a expensas de los demás.  Las cuestiones locales, aun siendo de importancia en sus propios principados, no entraban en un marco general en virtud de los efectos magnéticos de una causa o de un líder.  Los historiadores pueden centrarse en la suerte de la dinastía otomana, que en 1329 ya estaba aposentada en Bitinia.  Esta se sirvió de la guerra civil griega entre Juan V y Juan VI Cantacuzeno para introducirse en el corazón de la política griega y en 1289 ya había dominado Serbia.  Parecía, sin embargo, que la gente de la época se mostraba obtusa y no veía el peligro otomano, al parecer esperando que los otomanos demostrasen ser tan efímeros como otras potencias militares, por ejemplo los catalanes, instalados en Atenas (1311-1388), o los navarros, en Morea.  Como eran musulmanes, es probable que los otomanos fueran menos conocidos o entendidos que sus contrapartidas cristianas y que su función en Asia Menor fuera totalmente insospechada.  Sin embargo, los hechos del poder otomano después de 1380 (cuyos efectos plenos en lo que a Constantinopla se refiere fueron retrasados a 1453 por la demora totalmente fortuita provocada por su derrota frente a Tamerlán en 1402) significaron que en la práctica sólo durante un siglo, aproximadamente, las certidumbres aceptados de la zona fueron completamente  desechadas.  Los cristianos también disfrutaron de un período de gracia extremadamente largo para preparar la salvación del imperio cristiano.  Había gobernantes que incluso tenían conciencia de que era precisa una acción desesperada.  El verdadero problema era que no había ningún gobernante ni estado cristianos capaces de enfrentarse con los otomanos ni de rivalizar con ellos en fuerza, decisión o incluso disponibilidad.  A los diferentes pueblos cristianos de la zona los otomanos musulmanes podían ofrecer por lo menos los atractivos familiares de la tolerancia al verse amenazados por la tiranía representada por la tradición cristiana.  Las potencias latinas que dominaban en el Egeo dependían básicamente de su fuerza en el mar y carecían de la capacidad de formar y mantener grandes ejércitos capaces de oponerse a los otomanos.  Los estados balcánicos, Serbia y Hungría, por diferentes razones no estaban en condiciones de reunir ejércitos suficientes y, de todos modos, Constantinopla era mucho más difícil de socorrer por tierra.  Pero si consiguieron frenar el avance otomano en Europa central, no pudieron hacer que retrocediera en Asia Menor.

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