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1/12/13

EUROPA EN EL SIGLO XV (II)

Desde el punto de vista histórico, el siglo XV parece presentarse envuelto en un engañoso manto hecho de apariencias, con sus impresionantes aristócratas, sus devociones extravagantes, su iglesia internacional, su recuperación tradicional del antiguo orden.  Debajo de todas estas apariencias los historiadores descubren el vigor brutal de nuevas monarquías en ciernes, los primeros signos de una enseñanza religiosa radical, guerras de cañones y lanceros más que de caballeros, las realidad económica del dinero, del comercio y de la industria más que de los señores aristocráticos.  Durante mucho menos tiempo los historiadores han considerado el siglo XVI como un período que coincide con un nuevo desarrollo, mientras que el XV, que parece andar entre dos mundos y en el borde mismo de las innovaciones, es objeto de críticas por su negativa a precipitar los hechos, como si la panoplia de gobierno aristocrático no fuera otra cosa que un ofensivo engaño.  Desde este punto de vista, el duque de Borgoña, que vivía en medio de un caballeresco boato medieval, y los florentinos, que  trataban de escribir, pensar y vivir como los romanos de la lejana República, indican hasta qué punto se sentían incapaces o se mostraban reacios  hacer frene a su propia realidad.
Los europeos, en su mayor parte, habían sufrido en el siglo XIV desórdenes tan prolongados y penosos que muchos de ellos acogieron con agrado el restablecimiento del orden familiar legítimo, como el del papado (1417) para la iglesia universal o la coronación de Carlos VIII en Reims en 1429 en el caso de Francia.  en el propio imperio prevaleció la legitimidad sobre la elección al pasar la sucesión de Segismundo de Luxemburgo (emperador 1411-1437), y a partir de él y durante siglos a los Habsburgo (1439-1806).  En el este los Jagellones concedían nuevo poder a Polonia-Lituania y ofrecían el potencial de la unión dinástica con Hungría y Bohemia.
El renacimiento del poder otomano en los Balcanes bajo Murad II (sultán 1421-1451) no inspiró al momento ningún temor por las consecuencias que el hecho podía tener para Constantinopla y, cuando la ciudad cayó en manos del sultán Mehmet II en 1453, no por ello los europeos abandonaron sus preocupaciones.  Habían tenido que sufrir una buena tanda de disturbios y trataban desesperadamente de volver a disfrutar de un nuevo orden.  A través de sus edificios, pinturas y esculturas podemos medir el nivel de los resultados.  En el plano político les preocupaban menos los programas de reforma de los intelectuales, tal como aparecen formulados en el Concilio de Basilea (1431-1449), que la fórmula de gobierno aristocrático, con el que un señorío podía aportar a un estado muchos territorios rivales.  Cuando, después de las guerras anglo-francesas, el rey de Francia estableció la paz en su reino, los soldados mercenarios tuvieron que acudir a otros lugares en busca de empleo.  En beneficio de su propia seguridad, había otros estados que debían someterse también a disciplina.  Después de 1494 se iniciaron en Italia las guerras internacionales, demostrando con ello los peligros potenciales que surgían para el resto de Europa cuando reyes ambiciosos imponían la paz en su reino.  Sin embargo, probablemente sea una realidad el hecho de que, por muy terribles que fueran las guerras posteriores que se desencadenaron entre los soberanos, no hubo tantas matanzas, se produjeron más probabilidades de someter la guerra a control y, por ello, de emplear la diplomacia para poner fin a la misma  Las ciudades estaban protegidas por imponentes murallas y fortalezas, construidas para resistir el fuego de los cañones, fortificaciones que no fueron derribadas hasta el siglo XIX a fin de permitir la expansión urbana.  Los tiempos de los soldados saqueadores habían pasado a la historia y el coste de la guerra concedía mayor primacía a la defensa que a la agresión.  La experiencia de la verdad de esta situación en el siglo XV probablemente alentó a los hombres a poner sus esperanzas en el gobierno de los príncipes y a volverse más optimistas en relación con el futuro de los pueblos.

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