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12/12/13

LOS ESTADOS RIVALES DE LA PENÍNSULA ITALIANA (III)

No se ha estudiado en profundidad el gobierno local de los estados italianos en este período, aunque existen motivos para creer que en la península predominaban diferentes estilos.  Más importante que las variaciones es el hecho de que el autogobierno local de las ciudades sufrió en todas partes las presiones de un puñado de grandes centros metropolitanos que crearon varios estados regionales, lo que hace que Venecia no se encontrara sola ante nuevos problemas.  Aquella independencia comunal por la que se había luchado en el siglo XII había dejado de ser válida.  Había una docena de ciudades que se convirtieron en capitales de pequeños estados de variadas dimensiones, bajo una dinastía gobernante.  La dinastía más poderosa fue la de la familia Visconti de Milán, que había prevalecido sobre la familia rival de los Torriani en aquella carrera para dominar la ciudad más grande del continente italiano.  Milán había sido en el siglo IV una capital imperial y su arzobispo era el prelado italiano más poderoso al norte de Roma.  Los reyes alemanes habían visto en Milán a su principal enemigo en Lombardía, pero ni siquiera el hecho de arrasar la ciudad demostró otra cosa que una acción efímera de venganza.  Con las riendas en las manos firmes de la familia Visconti, Milán estaba segura de poder unir, como mínimo, toda la Italia Septentrional en un gran estado.  Gian Galeazzo Visconti, que en 1385 reunió en sus manos todo el dominio de los Visconti, extendió rápidamente sus posesiones incorporando el estado de Verona y Padua, perteneciente a los Carrara, y consiguió la soberanía de algunas ciudades de la Toscana, como Siena y Pisa (las dos en 1399).  Para confirmar abiertamente su posición adquirió el título de "conde de Milán", comprado al rey alemán.  Pese a todo, al morir inesperadamente en 1402, su imperio se vino abajo... aunque por poco tiempo.
Venecia había aprovechado la oportunidad de desbaratar las subsiguientes ambiciones milanesas antes de que el ducado recobrara nueva vida con Filippo María Visconti. Es posible que Gian Galeazzo hubiera querido abarcar demasiado  y es un hecho que alarmó a aquellos estados como Venecia y Florencia que tenían fe en su respectivo poder para defender su independencia.  Milán pasó a ser la fuerza potencial llamada a unificar el norte a convertirse en un temible tirano, dispuesto a pasar a la defensiva para mantener su posición.  Cuando Filippo María (duque 1412-1447) reconquistó parte de las posesiones de su padre, sus vecinos no lo perdieron de vista.  Como no tenía hijos varones, Filippo acabó mostrándose indiferente al futuro. Sin embargo, la lógica de la posición de Milán empujó nuevamente a los italianos del norte hacia un gobierno regional y, después de la muerte de Filippo María, su yerno, Francesco Sforza, gran capitán condottiero, exigió obediencia a los territorios que tenía bajo sus dominios.  La nueva dinastía (1450-1499) pasó a ser una fuerza conservadora dentro de la política peninsular.

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