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8/11/12

EL IMPERIO SAJÓN (III)

Mucho antes de su coronación imperial, Otón , al igual que Carlomagno, se había convertido en el gobernante más relevante de su tiempo, digno de ser emperador, y recibió y envió embajadas al gran gobernante de Córdoba, Abderramán III.  Viajó a lo largo y ancho de su imperio, mostrándose a sus vasallos hasta Calabria.  Pero el gobierno efectivo de su imperio, más aún que el de Carlomagno, pasó a descansar en los hombros de los obispos, habida cuenta que los gobernantes otonianos no disponían de una aristocracia a la manera de los francos, utilizada por Carlomagno para el gobierno de su imperio.  El imperio otoniano, por tanto, tenía más necesidad de deslumbrar a sus contemporáneos, de realzar la función del rey como un ser consagrado especialmente por Dios, de exaltar la dinastía sajona advenediza por encima de los duques.  En este aspecto, la alianza llevada a acabo con Constantinopla aumentaba el repertorio real de formas y ceremonias.  El clero estuvo a la altura de las circunstancias y su valor para la monarquía en esta fase contrasta con su situación en Francia, donde toda la organización eclesiástica había quedado eclipsada con el agresivo alarde de cualidades bélicas exhibidas por los príncipes territoriales.
Otón I se modeló conscientemente a la manera de Carlomagno, si bien en ningún momento contempló la idea de conquistar el reino francés para restablecer la unidad del imperio occidental.  A diferencia de Carlomagno, Otón no tenía en sus tierras gentes que hablaran en romance hasta que conquistó Italia y no fue sino lentamente que aquella dinastía acabó por descubrir la obligaciones que le imponía su título romano.  Otón I quiso conquistar las tierras imperiales del sur de Italia (967-970) y su hijo, Otón II luchó en ellas contra los sarracenos (982).  Sin embargo, Otón III fue el primero en concebir su gobierno como una renovatio imperii romani, inspirándose para ello tanto en su madre griega como en su erudito tutor Gerberto, a quien hizo Papa (Silvestre II, 999-1003).  Otón murió demasiado joven para ver cumplidos todos sus sueños, pero en cierto aspecto su idealismo tuvo unas consecuencias prácticas importantes.
Moytiech, príncipe bohemio, en su confirmación como cristiano, adoptó el nombre de Adalberto y a su debido tiempo se convirtió en segundo obispo de Praga (982).  Bautizó al príncipe magiar Stephen y acabó sufriendo martirio en Prusia (997).  Otón III, que lo había conocido en Roma, se hizo devoto a su culto y en el año 1000 peregrinó a su tumba en Gniezno.  Allí Otón estableció un nuevo arzobispado con tres obispos sufragáneos en Kolberg, Cracovia y Wroclaw. Esto minó las esperanzas de su abuelo en lo que a Magdeburgo se refiere y refleja el importante cambio que se produjo, particularmente desde la revuelta de los eslavos en el 983. Otón III, en vez de tratar de cambiar la posición, prefirió autorizar la independencia del naciente estado polaco y de este modo ahogar a los demás eslavos paganos entre dos poderes cristianos.  Entretanto podía exaltar su propio imperio, que contaría con reinos independientes.  Al propio tiempo, el papa nombrado por Otón III concedió al gobernante de Hungría una corona y un metropolitano.  Estos estados de Polonia y Hungría fueron los que, en definitiva, y contando con las bendiciones papales, marcaron los límites de la expansión alemana.
Los magiares al principio se extendieron por las grandes llanuras que rodean la cura del Danubio.  Esto ocurría en el 895 y, hasta que fueron derrotados en el Lech, no habían mostrado ninguna inclinación a establecerse y vivir en paz con sus vecinos.  Desde el punto de vista económico, eran en su mayoría nómadas.  En el siglo XII seguían haciendo una vida pastoral, viviendo en tiendas durante el verano y refugiándose en invierno en primitivas chozas de caña.  Apenas puede sorprendernos que, en el siglo X, prefirieran beneficiarse de las ganancias y aventuras que les proporcionaban sus incursiones en las tierras de sus prósperos vecinos, sobre todo cuando esperaban no encontrar excesiva resistencia por parte de los mismos.  Después de resignarse a quedarse en casa, se extendieron por la llanura, si bien los centros de su nuevo estado se situaban a lo largo del Danubio y en Panonia.

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