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11/1/14

VALORES LAICOS Y SOCIALES


Durante este período, los escritos cristianos tienden a  apartar de nuestra atención aspectos del pasado que debieron de tener una gran significación. Es obvio que la regla del celibato para los sacerdotes, pese a ser objeto de respeto por parte de la sociedad medieval, jamás fue aceptada por la mayoría. Los valores de una sociedad laica que era inculta resultan difíciles de comprender  en nuestro mundo moderno secular. Nuestra  sociedad secular depende  de los poderes de adoctrinamiento de la educación universal y obligatoria,  contrapartida secular de la enseñanza cristiana. Los historiadores de la Edad Media confían excesivamente en los valores exaltados en la literatura vernácula que ha sobrevivido: los valores heroicos y aristocráticos. Las preocupaciones de los escritores medievales en relación con la guerra y el amor, el deber y la fidelidad, la familia y el honor; su aceptación de una jerarquía social, considerada siempre ancestral y natural; la función  más bien poco relevante y aparentemente decorativa desempeñada por el clero  en este tipo de historias son rasgos que en conjunto apuntan a la perspectiva de un círculo privilegiado y muy reducido de nobles sin ofrecernos ninguna clave en relación con valores más populares. Se sabe lo bastante de estas sociedades para considerar que su división  en clases falsea su carácter esencialmente local. Es posible que los señores compartieran un ideal internacional, pero el orgullo que sentían tenía su base en su nombre, en su señorío. Si elegían sus esposas en otras familias nobles, también libraban guerras entre sí: no había un interés de” clase” contra otras clases. Pese  a estar separados por el rango  de sus vecinos inmediatos, compartían con ellos algunas cosas: hablaban la misma lengua vernácula, defendían con las ramas un mismo territorio. Aun  cuando  sus premisas básicas eran primordialmente militares, es en el ejército moderno donde sus vínculos sociales encuentran rasgos comunes: una separación de los hombres  por jerarquías y una  promoción  del  esprit de corps.
Las grandes familias senatoriales del imperio romano habían tenido posesiones dentro del mismo, posesiones que perdieron cuando, a partir del siglo V,  aceptaron la realidad de la protección  bárbara local que limitaba sus movimientos. Desde este momento, sobre lo universal prevaleció lo local. La nobleza carolingia estaba muy diseminada por todo el imperio en su función de grupo gobernante, pero fue rápidamente absorbida dentro de las localidades que gobernaba, lo que hizo que se constituyeran los principados feudales. Los señores normandos de Inglaterra e Irlanda sustituyeron  totalmente viejas fidelidades por otras nuevas, y prevalecieron a la larga de forma invariable las conexiones locales y personales por encima de cualquier intento de establecer un orden internacional. Era algo destinado a ocurrir en pueblos que carecían de una educación formal. En  la época moderna, en que la educación ha pasado a convertirse en medio predilecto de promoción social, tiene que parecernos forzosamente negativa la ausencia de una enseñanza formal durante la Edad Media. Sin embargo, en aquellos tiempos no gozaba de tan deseable consideración, salvo a ojos de los propios clérigos. Parece evidente que el bienestar de la sociedad se basaba en la voluntad de cada comunidad de trabajar conjuntamente y de manera efectiva, ya fuera en un pueblo, hacienda o ciudad. Cada sociedad local debía promover sus propios intereses y buscar salidas convenientes para sus cerebros privilegiados, puesto que no había ninguna esperanza de auxilio o de aliento que pudiera llegarle del exterior. Todo  individuo reconocía que el grupo tenía más poder y comportaba mayor peso, ya que la voz que clamaba solitaria no podía ser necesariamente la del profeta recto, sino simplemente herética vanagloria. En la época moderna ocurre lo contrario y la simpatía que se siente por los herejes y seres excéntricos de la Edad Media dificulta la comprensión de su sistema de valores. Las circunstancias comunes de la vida de los trabajadores demostraban el valor del esfuerzo cooperativo. Habría que hacer remontar los orígenes de esta actitud social a las condiciones bárbaras, en las que sólo existía la posibilidad de transmitir oralmente los valores culturales. Con todo, la sociedad tribal bárbara no carece de elementos individualistas y las reflexiones más antiguas  en torno a sus ideales que aparecen en la poesía heroica seleccionan a los grandes  guerreros por sus proezas personales. Si hay héroes populares, símbolos de sus respectivas naciones, los efectos de su inspiración tienen que haber dejado una marca personal. Los bárbaros sólo tenían un nombre, que tenía carácter personal, mientras que los romanos civilizados declaraban a través de su nombre su pertenencia aun clan y a una familia. Si al principio bastaba con un solo nombre personal  era porque las  unidades sociales debieron de ser pequeñas y cuando el grupo social se amplió, se generalizó el moderno sistema de unos apellidos fijos, provenientes del padre, del lugar de procedencia o del comercio ejercido, procedimientos sencillos apropiados a las condiciones medievales. Esos antepasados de la Europa moderna también nos legaron las bases de la indumentaria actual: hombres con pantalones y mujeres con faldas, mientras los ropajes romanos desaparecían incluso en la región mediterránea. En el siglo XV, a más tardar, aquellas formas básicas ya se hicieron vulnerables a la difusión de modas internacionales y a los antojos y extravagancias de diseñadores artísticos.
El enriquecimiento de las localidades que estuvieron en condiciones de hacerlo acabó generando un nuevo tipo de orden político y económico, dentro del cual las antiguas organizaciones locales se hicieron restrictivas. Sin embargo, aquellas comunidades medievales obstaculizaron todos los esquemas encaminados a hacer revivir un imperio universal efectivo, secular o regular, mientras los europeos modernos jamás han sido capaces de borrar su pasado medieval ni de restablecer el concepto de ciudadanía universales el que se fundó un día  el antiguo imperio romano. Las diferentes  historias de estas comunidades de larga vida muestran a través de qué variados medios, a partir de qué diferentes fechas y a lo largo de qué extensiones de tiempo alcanzaron sus pueblos una coherencia política. No existe una fórmula que pueda explicar todos los casos, puesto que cada regla general tiene sus excepciones. Sin embargo, cada grupo expresaba comúnmente una cierta unidad en lo que se refiere a la lengua vernácula y en el uso de la misma para escribir. El uso de la lengua vernácula debió en gran medida su existencia  a la actitud alentadora del clero erudito, como por ejemplo los predicadores, que hacia el final de la Edad Media emprendieron en todas partes un programa masivo de instrucción religiosa pública, valiéndose de sermones, lecciones y propagación por escrito de obras edificantes. El clero, que aprendió latín para dominar los estudios más profundos de la ciencia humana, consideró oportuno divulgar entre los demás los aspectos más valiosos de la misma. Las personas no instruidas comenzaron a educarse o por lo menos a leer libros en lengua vulgar. Aun cuando los discípulos más entusiastas llegaron al extremo de dominar el latín, también se consiguió un buen nivel de conocimiento de muchas lenguas vernáculas, preparándose de este modo el terreno para el colapso final de la preeminencia que desde siglos venía concediéndose al latín y a los curas. En  este aspecto, la Edad Media no sólo marca el período del dominio de los clérigos en la educación, sino también, gracias a que los clérigos fomentaron el uso de las lenguas vernáculas, de una lengua popular para la cultura. Así pues, el período medieval difiere radicalmente del imperio romano, durante el cual desaparecieron de occidente la mayoría de las antiguas lenguas, sustituidas por el habla popular derivada del latín imperial. Por consiguiente, la civilización medieval  fracasó en lo que se refiere a imponer una lengua propia y lo  único que consiguió fue establecer un orden donde todos los pueblos de Europa aprendieran la manera de emplear su propia lengua.

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