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4/1/14

A MODO DE EXPLICACIÓN

Hubo una época en que la Historia era una rama de la literatura dedicada a la evocación del pasado a través de la palabra. Aunqeu las palabras pueden seguir siendo indispensables en la presentación de ciertos aspectos pretéritos, la invención de la fotografía hizo posible un tipo de registro históricamente diferente, que generó un voraz apetito de imágenes. Ningún período de la Historia de Europa es tan fotogénico como la Edad Media. El esplendor de Versalles, concebido para impresionar a las masas, queda rebajado con la fotografía, pero las catedrales, por mucho que sus grandes fachadas no resulten demasiado favorecidas con ella, es evidente que acogen con gusto a los fotógrafos que descubren, gateando por sus galerías, detalles insospechados desde el suelo, cosas creadas hace siglos más para los ojos de Dios que los de los hombres.
Sí, la fotografía ha revelado detalles maravillosos de la artesanía medieval, tanto en las obras de grandes dimensiones como en objetos pequeños, como los manuscritos iluminados, en otro tiempo tan sólo conocidos por un puñado de especialistas. Dichos objetos están tan generosamente distribuidos por toda Europa que son pocas las zonas del continente donde no es pobsible familiarizarse con la Edad Media, aparte de que la infinita variedad y la superlativa calidad de aquellos satisfacen a los más exigentes.
Cuando la Historia era primordialmente una ciencia compuesta de palabras, los historiadores escribían acerca de una Edad Media regida por guerreros en que la religión debía ser tenida muy en cuenta, pero ahora que es posible hacer visible el pasado la Edad Media se presenta ante nuestros ojos de una forma muy pero que muy diferente.

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