La actitud del historiador ante
la geografía y la confección de mapas sigue reflejando más su opinión subjetiva sobre la
materia que cualquier otro imperativo objetivo.
El sistema educativo francés ha
promovido una estrecha cooperación entre
la historia y la geografía que el
sistema inglés, tendente a hacer de ellas dos disciplinas alternativas, ha
frustrado totalmente. Es frecuente que los profesores conscientes de la
importancia que tienen las relaciones espaciales en la historia encuentren
necesario hacer referencias constantes a
los atlas geográficos, ya que los libros de historia de que se sirven ofrecen
mapas muy rudimentarios. El texto que se plantea una presentación de la historia a través de
mapas e ilustraciones reconoce las
necesidades legítimas de muchos estudiantes, a pesar de que los mapas de la
Edad Media presenten dificultades
específicas que merezcan
consideración particular.
Hacer un mapa del imperio romano,
territorio con fronteras, es un proyecto comprensible, pero el término” Edad Media” no tiene la misma connotación
territorial.
Para algunos historiadores se ha convertido en un término abstracto relacionado con el arte y tan esotérico como” barroco” .Otros autores
más pedestres definen el período por medio de fechas, pero dentro de unos
límites tan amplios que el hecho comporta unas implicaciones geográficas
diferentes. La rápida expansión de los
estudios medievales en Europa occidental
durante los últimos cuarenta años suele trasponer las actuales
divisiones de Europa a un remoto pasado,
La estructura carolingia de la CEE sin
España y con una frontera oriental al oeste del
Elba, cede en ocasiones ante la geografía de la iglesia latina – o
romana - , aunque sus extremidades orientales de Polonia y Hungría sean objeto
sólo de una atención superficial. La ignorancia de las cosas que atañen a
esos países, así como de sus lenguas y
de su geografía, aún en el momento actual, sigue siendo tan grande en occidente
que apenas puede sorprendernos que no sean objeto de mención en las crónicas de
la Europa medieval.
La extensión del poder eclesiástico en Europa invita a un tratamiento
cartográfico, si bien la iglesia no tuvo
ninguno de los auténticos problemas geográficos de un imperio y hacer un
mapa de los puestos avanzados que el
cristianismo tuvo en Asia hasta Pekín
podría dar pie a una impresión equivocada, pese al uso de un procedimiento
visual aparentemente adecuado. Una iglesia que estaba indisolublemente
involucrada en las relaciones de sus fieles cristianos con oriente no podría
quedar reducida a un mapa en que el imperio de oriente( el llamado bizantino) fuese tratado como una
civilización aparte, aún cuando nuestras disciplinas académicas pretendan que
así fue en efecto.¿ Y qué decir del Islam, lindante con la cristiandad en todo
su frente sur? ¿Habría que tratarlo como si perteneciese a un campo totalmente
distinto? ¿O, por el contrario, debería
también incluirse al hablar de la Edad
Media? Es preciso admitir que los
especialistas en historia medieval se encuentran muy mal pertrechados para
ocuparse de la variada naturaleza del
mundo medieval, a pesar de que sus problemas no sean ajenos al mundo moderno
actual.
Todavía existe otro aspecto del
mapa de la Edad Media que merece
consideración aparte. Los estudiosos no
han rechazado el trazado de unos mapas
por ignorancia de los aspectos imprescindibles
para reproducirlos, sino porque para ellos no tenían ninguna importancia
los territorios ni las fronteras .Se
sentían más solidarios de los individuos, de los señores y de los
líderes, que de los estados y naciones. Hasta la misma señalización de una ciudad en un mapa requiere la
identificación de enclaves especiales. Compartimentar la propiedad habría sido
empresa imposible para muchos países de Europa, debido a que cada territorio
contaba con un gran número de hombres diferentes con unos derechos diferenciados y
superpuestos. Si fuera posible trazar ahora un mapa complejo que pretendiera hacer justicia a
todos ellos, contribuiría más bien a desorientar que a informar.
El lector podrá apreciar el texto
tal como el autor quiere que se lea. Aunque tengo la esperanza de que el texto
sea coherente, no es intención del autor hacer de él un sumario de un largo y
complicado período de la historia, sino incorporar las ventajas del atlas
dentro del contexto. Se han seleccionado temas que exigen una
presentación, de modo que, al reunirlos, ofrezcan un panorama general
del período en cuestión.
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