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1/1/14

LA EUROPA DE LOS NAVEGANTES

Antes de que finalizara el siglo XV hubo algunos europeos que descubrieron la ruta que conducía por mar a la India y a América. Los europeos, al enfrentarse con pueblos de culturas totalmente diferentes, no dejaron por ello sus antiguas disputas y preocupaciones para lanzarse a sacar partido de aquellos descubrimientos, si bien a partir de entonces la historia de Europa se desarrolló dentro de una nueva dimensión.  Si la Edad Media debe terminar en un punto es éste.  No es porque supongamos que la era delos descubrimientos demostrase lo desatinado de los medievales temores al pensar que podía llegarse al límite final de la tierra, sino que la era de los descubrimientos fue una de las consecuencias derivadas de la promoción de todas las habilidades humanas conocidas en la Edad Media a través de todo el continente.  La artesanía medieval no estaba reservada a un imperio universal ni a unos patrones privilegiados, sino que mercadeó sus obras en marcos tan dispares que siempre subsistió la posibilidad de realizar proyectos meritorios.  Con los descubrimientos, el Mediterráneo perdió aquella preeminencia que venía gozando desde hacía milenios.  Los europeos ya no tuvieron que mirar la cuenca mediterránea en busca de inspiración cultural, puesto que habían tenido la osadía de levar el ancla y abandonar sus orillas.  Por espacio de mil años los hombres se habían esforzado en adaptar la cultura clásica para consumo del norte.  No podría encontrarse conclusión más adecuada para este período que pasar la antorcha de las exploraciones a pueblos tales como los genoveses, los mallorquines y los catalanes, sin olvidar tampoco a los portugueses, los castellanos, los bretones, los ingleses y los holandeses.  Los exploradores zarparon desde los puertos del Atlántico para ir a visitar todos los rincones de la Tierra.  El primer viaje de circunnavegación fue terminado por la expedición capitaneada por Magallanes (aunque la concluyó el español Juan Sebastián Elcano).  El gran imperio levantado por los portugueses a partir del siglo XVI surgió de un pequeño reino sin pasado que se pudiera equiparar al de las grandes potencias. Entre las grandes potencias marítimas de Europa, Portugal fue casi la última que cobró forma, de la misma manera que fue el último reino que surgió de España.
Hasta finales del siglo XIV no surgió el ímpetu necesario para vencer un recelo tan antiguo como el tiempo y lanzarse a surcar los tormentosos mares de occidente.  Así fue como comenzaron a establecerse en Madeira, donde cultivaron azúcar y cereales.  Y como les faltaba mano de obra, comenzaron a reclutar esclavos en Canarias y, como resultado de las guerras con Marruecos, consiguieron hacerse con muchos más.  Sin embargo, el norte de África era visto también como una importante fuente de oro. Aun cuando, como cristianos, los portugueses veían a los musulmanes como sus principales enemigos y no tenían escrúpulos para combatirlos, también estaban interesados en encontrar el origen de dicho metal.  Por estas razones, los portugueses se interesaron primeramente en la costa atlántica africana para encontrar el río del oro (Senegal), desde donde el precioso mineral, a través del Sáhara, se dirigía al norte del continente antes de pasar a Europa.
Tras el fracaso de la imponente expedición militar del rey Duarte contra Tánger en 1437, el principal impulso de la expansión durante los años siguientes se realizó de una manera natural más a través de la colonización, del comercio y de los descubrimientos que por medios militares.  El promotor más famoso fue Enrique el Navegante, un monarca muy comprometido con el programa de conquistas militares en Marruecos y gran patrocinador de expediciones entre 1415 y 1460.

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