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26/10/12

NUEVOS ESTADOS EN LAS TIERRAS CAROLINGIAS (III)

La Francia Capeta significaba muy poco al otro lado del Loira o en ciertas zonas de Borgoña, donde el derrumbamiento del gobierno carolingio había permitido que renacieran las antiguas tradiciones romanas.  Aquellas eran tierras de la ley escrita más que de la ley consuetudinaria, y en ellas el concepto del homenaje, tan apreciado en el norte, olía a servilismo.  En Aquitania, el duque Carlos el Calvo se había dispuesto, como en otras partes, a supervisar a los condes y no se proponía, como en "Francia" o en Borgoña, establecer un dominio feudal.  Sus ejércitos no estaban compuestos de vasallos, sino de hombres fieles que recibían una paga a cambio de sus servicios.  En el sur, los vascos extendían su influencia hasta el Garona, que establecía un límite a las reivindicaciones de los condes de Potiers.  Aunque éstos se arrogaron el título de duques de Aquitania después del 984, no tuvieron autoridad más allá del Garona hasta el 1052, año en que se unieron los ducados de Gascuña y Aquitania.  El condado de Toulouse, establecido en el 817, se hizo independiente, ampliado con la incorporación de Albigeois y Quercy, lo que redujo Gothia a la región de Rodez y Narbona.  Aquitania había sufrido enormemente con la conquista carolingia del 760-768 y, después del derrumbamiento del imperio, pudo volver a sus antiguas tradiciones y restablecer sus vínculos al otro lado de los Pirineos.  En el siglo XI disfrutó de un extraordinario período de renovación cultural tanto en poesía como en arquitectura y sus líderes desempeñaron un papel importante tanto en la promoción del monaquismo cluniacense como en el movimiento de las cruzadas a Tierra Santa.
A diferencia de Aquitania, el reino que el emperador Lotario heredaría en el 843 no tenía coherencia geográfica, lingüística ni cultural.  Al cabo de doce años quedaría dividido en tres partes, adjudicadas a los hijos de Lotario.  El mayor, Luis II, recibió el reino de Italia y el título imperial.  El segundo, Lotario II, heredó los territorios del norte, que recibieron de él su nombre, Lorena, tras el breve período de catorce años que duró su mandato.  El pequeño, Carlos, que murió en el 863, recibió la parte sur del antiguo reino borgoñón.  Al morir Carlos y, en el 869, cuando murió Lotario II, las tierras de ambos fueron repartidas entre sus codiciosos parientes.  Es sorprendente que, pese a estos cambios y al breve mandato de Lotario, Lorena sobreviviese como entidad, se convirtiese en ducado en el 888 e incluso en reino destinado a Zwentibold (895-900), hijo de Arnolfo de Baviera.  En el 9111 volvió el señorío carolingio por aceptación de Carlos III de Francia, cuando Conrado de Franconia pasó a ser rey de Alemania, pero en el 925, el rey sajón Enrique recuperó el dominio del ducado.  Con Otón I pasó a ser gobernado por su hermano Bruno, arzobispo de Colonia, que lo dividió en dos partes: la Lorena superior, junto al Mosela; la Lorena inferior, desde Luxemburgo y en dirección norte (959). La suspensión de la autoridad ducal permitió que se establecieran varios principados eclesiásticos y seculares diferentes y entonces Lorena pasó a ser el nombre de un pequeño ducado que bordeaba el condado más grande de Borgoña.

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