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27/8/12

EL DESTINO DE ITALIA (y II)

La fama de Teodorico se asienta en los logros conseguidos en su reinado (493-526), en una mejor documentación (sus asesores y administradores contaban con Casiodoro y Boecio, ambos famosos como eruditos y escritores) y en el puesto que ocupa en la leyenda germánica.  En consecuencia, Odoacro ha quedado más bien en la sombra, pese a que la forma de gobernar de ambos fuese esencialmente idéntica.  El ejército de ostrogodos de Teodorico estaba constituido por una mezcla de horda bárbara, como el de Odoacro.   Los dos eran reyes, pero no reyes de naciones, sino de sus soldados, y para el emperador no eran más que generales: magistri militum.  Odoacro había conseguido tierras para sus soldados de acuerdo con la base familiar de la "hospitalidad".  Los terratenientes de Italia asignaban un tercio de sus tierras a los bárbaros o bien pagaban una tercera parte de sus rentas al estado para mantener el ejército.  Los romanos y las "huestes" bárbaras estaban unidos por una asociación legal, eran consortes, si bien no está muy claro si los bárbaros eran cultivadores o solamente beneficiarios.  Sus tierras estaban principalmente en el valle del Po, en torno a Rávena, en Toscana, Piceno y Sambio, con unas cuantas guarniciones en Campania y Dalmacia.  Este fue el sistema que Teodorico empleó con sus germanos, y el hecho no pudo por menos de atraer a soldados para su ejército desde todo el mundo germánico, donde durante más de treinta años de gobierno se había ganado su fama sin precedentes como afortunado capitán de los ejércitos germánicos.  Su objetivo era mantener a sus germanos separados de sus súbditos romanos a través de un dualismo administrativo.  La fidelidad al arrianismo por parte de su gente impidió que los romanos confiasen demasiado en su profesión de fe a la civilización romana.  Sus funcionarios romanos, especialmente Casiodoro, le sirvieron a él y sirvieron a sus propios intereses lo mejor que pudieron a través de la retórica.  Teodorico, como propulsor, procuró imitar a sus predecesores romanos.  Después de su muerte costó mucho erradicar el régimen impuesto por él, a pesar de que nunca había gozado de popularidad.  Su objetivo básico de proteger por separado a los pueblos romano y germánico delata el temor de que, sin este sistema artificial, los germanos se vieran inevitablemente absorbidos y castrados por el mayor número y la superior cultura romana.  Esto podría ser un reflejo de las angustias personales del propio Teodorico, puesto que él, en su niñez, había sido enviado como rehén a Constantinopla, donde había aprendido a respetar la civilización romana, aunque sin renunciar a su innato germanismo.  Odoacro había permitido que los visigodos ocuparan Arles en el 477 y dio acogida a los refugiados que abandonaron el Nórico en el 488, enunciando con ello a los puestos avanzados más lejanos para la defensa de Italia.   Sin embargo, había aprovechado la muerte de Marcelino, líder de un ejército, el dálmata, dividiendo sus fuerzas en conjunción con Zenón.  Así pues, el imperio de Teodorico comprendía tierras que estaban más allá de Italia y que se extendían por Dalmacia, Iliria, Panonia y Retia, aunque en algunos lugares se trataba más bien de un protectorado que del ejercicio de una autoridad directa.
Cuando los visigodos fueron derrotados por Clodoveo, Teodorico se hizo cargo de Provenza en nombre del reino amenazado de su nieto visigodo, pese a que él estaba casado con la hermana de Clodoveo.  Teodorico dio poca importancia al poder marítimo.  Abandonó las islas, salvo la parte este de Sicilia, a los vándalos, cuyo jefe, Trasamundo (496-523) se había casado con la hermana de Teodorico y en política imitaba a su cuñado.  Las alianzas de Teodorico con los capitanes bárbaros de su tiempo y su propio poder central en Italia le permitieron aspirar a la situación casi imperial de los germanos de occidente. Pero también es posible que el carácter heterogéneo de las fuerzas germanas le impidieran adoptar el estilo nacionalista de la mayor parte de los reyes bárbaros.  Sus ostrogodos habían sufrido muchos reveses de la fortuna durante los cien años que habían precedido a la formación de un reino dentro del imperio.  A sus fuerzas de Italia les faltaba la cohesión adquirida por los francos, visigodos y vándalos a partir de sus espectaculares triunfos en la guerra y la diplomacia.  Teodorico tuvo un prestigio personal que sólo sería igualado por Carlomagno entre los bárbaros, pero su pueblo no gozó del reflejo de su gloria.  Ante todo, para fomentar su imagen como romano, traicionó la inveterada debilidad de los germanos dentro del imperio.  Desde el punto de vista político, no podían hacer nada mejor que imitar a los romanos. Dentro del imperio eran tan inferiores en número y en clase que no podían establecer comunidades autónomas ni imponer un régimen propio.  Los reinos germanos estaban bien para los germanos, pero los romanos exigían algo más y todavía eran los bastante fuertes para estar seguros de que acabarían consiguiéndolo.  El imperio romano ya no era lo que había sido en otro tiempo (de hecho lo fue durante muy poco tiempo), lo cual tampoco quería decir que hubiera desaparecido en un limbo histórico.  En Italia seguía marcando las pautas de la organización política, aparte de que en Constantinopla seguía dando pruebas de una actuación eficaz.

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