A lo que parece hubo otros godos
(los ostrogodos) que se establecieron en el bajo Don y acerca de los cuales
apenas se sabe nada hasta el año 375, en el que los hunos destruyeron su
estado. Los ostrogodos que sobrevivieron, presa del pánico, iniciaron un éxodo
hacia el oeste, donde contaminaron a los visigodos del miedo que les inspiraban los hunos. Allí, los
refugiados godos se dividieron en dos
grupos: el más reducido , que emprendió el camino hacia el norte, vivió
sometido a los hunos, mientras que el más numeroso optó por buscar asilo en el
imperio y pasó a Tracia, donde se afincó (376). Con todo, eran lo bastante
fuertes para reaccionar con violencia
frente al tratamiento de que eran objeto. Si en algún momento se vieron menos
preciados, al poco tiempo se convirtieron en
enemigos terribles del imperio y derrotaron y mataron al emperador
Valente en Adrinópolis (Edirne) en el 378. Acto seguido
pusieron sitio a la capital,
Constantinopla, y aunque la ciudad fue salvada por el emperador Teodosio, que
además restableció la frontera del
Danubio, el ejército visigodo siguió merodeando por los Balcanes. Aquel fue el
origen del problema visigodo, para que el gobierno no encontró mejor remedio
que unos tratados de residencia, que
pese a todo no consiguieron
mantenerlos en Moesia (382) ni en el Épico (397).
El jefe de los visigodos, Alarico, consiguió del imperio la
distinción de magíster militum (jefe de los soldados) en
Ilíricum, mientras que el emperador de oriente trataba de empujarlo hacia el
oeste y de librarse de tener jurisdicción sobre él. En el 401 Alarico condujo a su pueblo a Italia, donde por
espacio de once años de dedicó a saqquear la península, e incluso Roma (410),
antes de volver a emprender su marcha hacia el oeste bajo el mando del cuñado
de Alarico, Ataúlfo. Burladas sus esperanzas de obtener un encargo del imperio en la Galia, se apoderaron de
Narbona, Tolosa y Burdeos (413), al tiempo que Ataúlfo se casaba con la hermana
del emperador y la mantenía como rehén. Pese a que en Burdeos se
estableció un régimen visigodo, la gente
de Ataúlfo se mostraba díscola y se dejó tentar por una propuesta imperial, que
le planteaba la posibilidad de atacar a
los vándalos en España. Después de este hecho, los visigodos abandonaron sus
correrías. Otro acuerdo con el imperio, negociado en el 416, volvió a situarlos
en la Galia, donde con la aprobación oficial establecieron un reino bárbaro en
la región comprendida entre Burdeos y
Tolosa y devolvieron Roma al imperio, brindando con ello un pasadizo al
gobierno entre España y Provenza. Aquel
régimen visigodo subsistió en la
Galia casi por espacio de un siglo, desde donde fueron expansionándose hasta
entrar en España por decisión propia a
finales del siglo V y finalmente se refugiaron en ese país después de ser
derrotados por los francos en la Galia. El reino visigodo de España duró hasta
el 711. Los visigodos fueron los primeros bárbaros que causaron disturbios en
el imperio occidental y su poder fue el más permanente.
Cuando los visigodos llegaron a
la Galia el imperio occidental ya había sufrido las devastadoras consecuencias
de otras irrupciones germánicas a través de la frontera del Rin y a través de
la Galia hasta España. En esta situación,
el ejército romano de
Britania penetró en la Galia y proclamó
un nuevo emperador, Constantino III, que a no tardar se vería cargado con una
serie de responsabilidades. Es muy posible que a partir de este momento quedara
suspendido en Britania el gobierno romano, aunque no las relaciones a través
del Canal. En el 395 el imperio quedó dividido entre los dos jóvenes hijos del
emperador Teodosio y los jefes militares de éstos ejercieron un auténtico
poder. En la práctica, quizá porque los políticos t generales eran incompetentes, traicioneros
o desgraciados, el hecho es que no consiguieron hacerse dueños de la situación
ni sobreponerse a los bárbaros. Sin embargo, si manifestáramos que el hecho
subsiguiente fue la caída del imperio romano, no seríamos exactos. Los visigodos
tuvieron tanta influencia en el proceso como cualquier otro grupo, pese a que
nunca se propusieron destruir el imperio, desafiar al emperador ni subvertir el
orden establecido. Pero su ejemplo es ilustrativo, puesto que demuestra la
extraordinaria habilidad de su gente para moverse por el imperio por espacio de
cuarenta años sin provocar disturbios, su renuencia a permanecer mucho tiempo
en un mismo lugar y su capacidad para vivir del pillaje dentro del
imperio, porque éste los protegía de su
enemigo de siempre, los hunos. Lo único a lo que aspiraban sus caudillos era al
reconocimiento imperial como jefes militares o a tratados de residencia que
tanto sus gentes como ellos mismos respetaban muy a contrapelo. El gobierno,
por su parte, procuraba establecer compromisos con ellos: fue precisamente la
negativa de Honorio de negociar con ellos en pro de la seguridad de Roma lo que
los llevó a la exasperación y al saqueo de la cuidad en el 410 como medida de
represalia. En cierto sentido, el gobierno debió de suponer o simplemente de
esperar que las bandas visigodas acabarían dispersándose, posiblemente a la
muerte de Alarico. Ninguna de las dos partes esperaba que se establecería y
formaría un reino bárbaro dentro del imperio, ya que esta situación carecía de
precedentes. De hecho, cuando el reino se formó, los visigodos habían
comprometido su situación y se habían convertido en aliados militares de Roma.
Su primer rey, Teodorico I (gobernó de 418 a 451), murió luchando junto a los
romanos contra Atila, jefe de los hunos.
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