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21/2/14

LAS IRRUPCIONES BÁRBARAS (II)


A lo que parece hubo otros godos (los ostrogodos) que se establecieron en el bajo Don y acerca de los cuales apenas se sabe nada hasta el año 375, en el que los hunos destruyeron su estado. Los ostrogodos que sobrevivieron, presa del pánico, iniciaron un éxodo hacia el oeste, donde contaminaron a los visigodos del miedo  que les inspiraban los hunos. Allí, los refugiados godos se  dividieron en dos grupos: el más reducido , que emprendió el camino hacia el norte, vivió sometido a los hunos, mientras que el más numeroso optó por buscar asilo en el imperio y pasó a Tracia, donde se afincó (376). Con todo, eran lo bastante fuertes  para reaccionar con violencia frente al tratamiento de que eran objeto. Si en algún momento se vieron menos preciados, al poco tiempo se convirtieron en  enemigos terribles del imperio y derrotaron y mataron al emperador Valente en  Adrinópolis  (Edirne) en el 378. Acto seguido pusieron  sitio a la capital, Constantinopla, y aunque la ciudad fue salvada por el emperador Teodosio, que además restableció  la frontera del Danubio, el ejército visigodo siguió merodeando por los Balcanes. Aquel fue el origen del problema visigodo, para que el gobierno no encontró mejor remedio que unos tratados de residencia, que  pese  a todo no consiguieron mantenerlos en Moesia (382) ni en el Épico (397).
El jefe de los  visigodos, Alarico, consiguió del imperio la distinción de  magíster militum (jefe de los soldados) en Ilíricum, mientras que el emperador de oriente trataba de empujarlo hacia el oeste y de librarse de tener jurisdicción sobre él. En el 401 Alarico  condujo a su pueblo a Italia, donde por espacio de once años de dedicó a saqquear la península, e incluso Roma (410), antes de volver a emprender su marcha hacia el oeste bajo el mando del cuñado de Alarico, Ataúlfo. Burladas sus esperanzas de obtener un encargo  del imperio en la Galia, se apoderaron de Narbona, Tolosa y Burdeos (413), al tiempo que Ataúlfo se casaba con la hermana del emperador y la mantenía como rehén. Pese a que en Burdeos se estableció  un régimen visigodo, la gente de Ataúlfo se mostraba díscola y se dejó tentar por una propuesta imperial, que le  planteaba la posibilidad de atacar a los vándalos en España. Después de este hecho, los visigodos abandonaron sus correrías. Otro acuerdo con el imperio, negociado en el 416, volvió a situarlos en la Galia, donde con la aprobación oficial establecieron un reino bárbaro en la región comprendida entre Burdeos y  Tolosa y devolvieron Roma al imperio, brindando con ello un pasadizo al gobierno entre España y Provenza. Aquel  régimen visigodo subsistió  en la Galia casi por espacio de un siglo, desde donde fueron expansionándose hasta entrar en España  por decisión propia a finales del siglo V  y finalmente se  refugiaron en ese país después de ser derrotados por los francos en la Galia. El reino visigodo de España duró hasta el 711. Los visigodos fueron los primeros bárbaros que causaron disturbios en el imperio occidental y su poder fue el más permanente.
Cuando los visigodos llegaron a la Galia el imperio occidental ya había sufrido las devastadoras consecuencias de otras irrupciones germánicas a través de la frontera del Rin y a través de la Galia hasta España. En esta situación,  el ejército  romano de Britania  penetró en la Galia y proclamó un nuevo emperador, Constantino III, que a no tardar se vería cargado con una serie de responsabilidades. Es muy posible que a partir de este momento quedara suspendido en Britania el gobierno romano, aunque no las relaciones a través del Canal. En el 395 el imperio quedó dividido entre los dos jóvenes hijos del emperador Teodosio y los jefes militares de éstos ejercieron un auténtico poder. En la práctica, quizá porque los políticos  t generales eran incompetentes, traicioneros o desgraciados, el hecho es que no consiguieron hacerse dueños de la situación ni sobreponerse a los bárbaros. Sin embargo, si manifestáramos que el hecho subsiguiente fue la caída del imperio romano, no seríamos exactos. Los visigodos tuvieron tanta influencia en el proceso como cualquier otro grupo, pese a que nunca se propusieron destruir el imperio, desafiar al emperador ni subvertir el orden establecido. Pero su ejemplo es ilustrativo, puesto que demuestra la extraordinaria habilidad de su gente para moverse por el imperio por espacio de cuarenta años sin provocar disturbios, su renuencia a permanecer mucho tiempo en un mismo lugar y su capacidad para vivir del pillaje dentro del imperio,  porque éste los protegía de su enemigo de siempre, los hunos. Lo único a lo que aspiraban sus caudillos era al reconocimiento imperial como jefes militares o a tratados de residencia que tanto sus gentes como ellos mismos respetaban muy a contrapelo. El gobierno, por su parte, procuraba establecer compromisos con ellos: fue precisamente la negativa de Honorio de negociar con ellos en pro de la seguridad de Roma lo que los llevó a la exasperación y al saqueo de la cuidad en el 410 como medida de represalia. En cierto sentido, el gobierno debió de suponer o simplemente de esperar que las bandas visigodas acabarían dispersándose, posiblemente a la muerte de Alarico. Ninguna de las dos partes esperaba que se establecería y formaría un reino bárbaro dentro del imperio, ya que esta situación carecía de precedentes. De hecho, cuando el reino se formó, los visigodos habían comprometido su situación y se habían convertido en aliados militares de Roma. Su primer rey, Teodorico I (gobernó de 418 a 451), murió luchando junto a los romanos contra Atila, jefe de los hunos.

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