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21/3/13

LA SUMMA CONTRA GENTILES DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

El éxito de los frailes en la manera de tratar la herejía en esta época no hay duda que contribuyó a fomentar la confianza general en la Cristiandad.  Los herejes albigenses particularmente habían resistido todos los intentos que se habían hecho de convencerlos por medio de la predicación en el siglo XII.  Tanto empecinamiento había hecho que hasta el mismo Inocencio III se lanzara a predicar la cruzada contra ellos (1209).  Su fuerza finalmente fue reducida por medios militares, con lo que se redujo también el peligro que entrañaban (en 1240 y años sucesivos).  Cuando a los dominicos se les confió la misión de predicar y de eliminar herejes mediante la Inquisición, es fácil imaginar las reacciones psicológicas que se provocaron en la región albigense.  La herejía no fue erradicada por la superioridad intelectual de los dominicos, pero no por ello la gente de la época dejó de creer que la Iglesia había sabido solventar la herejía porque, intelectualmente, estaba segura de su propia posición.
Los frailes también desempeñaron un importante papel en las universidades en lo que se refiere a fomentar la confianza de los intelectuales en las verdades de la religión.  Los profesores más famosos de teología escolástica eran todos frailes: San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, Duns Scoto y Guillermo de Occam.  Cuando en París se organizó la universidad a principios del siglo XIII la principal influencia que existía en los estudios era Aristóteles.  El redescubrimiento de sus obras de lógica había despertado el interés del siglo XII y la fama de que gozaba entre los lógicos suscitó una actitud como mínimo respetuosa por sus obras científicas.  Sin embargo, cuando estas últimas fueron conocidas del público en general a principios del siglo XIII hubo algunos maestros que al principio se mostraron hostiles a sus enseñanzas abiertamente anticristianas, por ejemplo, con respecto a la Creación o a la naturaleza del hombre.  Otra razón que explica su hostilidad era que las obras científicas de Aristóteles eran demasiado difíciles de entender sin hacer referencia a comentarios y los únicos existentes en el siglo XIII estaban traducidos del árabe y escritos por musulmanes.  Las sospechas sobre Aristóteles quedaron, pues, reforzadas por la hostilidad de sus mismos defensores.  Sin embargo, los admiradores de Aristóteles no se desalentaron, puesto que vieron que tenían mucho que aprender de aquellas difíciles obras y no se dejaron amedrentar por sus rasgos reprensibles.  Hubo pensadores más osados que fueron más lejos y que trataron de reinterpretar sus doctrinas y de hacerlas aceptables de los cristianos.  Otros más osados aun comenzaron a pensar que quizás había dos verdades, una para la religión y otra para la ciencia.  Las universidades del siglo XIII siguieron siendo lugares de mucha polémica y, aunque el escolasticismo se convirtió en una palabra que sugería intelectos más bien estériles, de hecho las consecuencias fueron importantes y muy estimulantes para el desarrollo intelectual de la Cristiandad.  Lo más importante fue que los maestros cristianos de este período pudieron hacerse una idea de los problemas presentados por el racionalismo pagano de la antigüedad y de los gigantes intelectuales del Islam y, superando el horror inicial que les inspiraban ambos, atacaron por su cuenta.  Por vez primera, Occidente sentía nacer la confianza en sus propias fuerzas. Indicativo de este cambio de actitud fue la Summa contra Gentiles de Santo Tomás de Aquino, de la que se dice que le fue encargada para formar a los misioneros dominicos en las recién conquistadas Islas Baleares.  Está concebida como una exposición racional de la teología cristiana y se basa e la convicción de que la actitud monoteísta de los musulmanes permitiría conducirlos a la aceptación del Cristianismo.  Sin embargo, cualesquiera que sean sus méritos en lo que se refiere a un proselitismo inmediato, se trataba de un tour de force juzgado desde un punto de vista intelectUal.

13/3/13

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6/3/13

UN ORDEN NUEVO (II)

La fuente directa de la que surgía esta confianza en uno mismo entre los gobernantes del siglo XIII era su fe en Dios y en la labor de la Iglesia.  A lo largo del siglo XIII, una sucesión de papas, la mayoría pertenecientes a familias romanas, dio a la Cristiandad líderes enérgicos y capacitados que trataron de convertir en realidad la unidad de la Cristiandad simbolizada por la posición de aquellos.  jmáss había sido puesto en duda en occidente la primacía de la silla romana, independientemente de que los papas reivindicaran el hecho de ser los vicarios de San Pedro: a partir del siglo XII monopolizaron el título de "vicario de Cristo, con todo lo que llevaba implícito en relación con su poder espiritual supremo y con alguna que otra alusión a su derecho a intervenir también en los asuntos de los soberanos temporales.  Como nobles romanos por sus orígenes, estaban en situación de ocuparse de los problemas locales, de contratar personal que llevase su compleja administración y, por consiguiente, de intervenir en las cuestiones de toda la Cristiandad.  Como romanos, estaban al corriente de la universalidad de los ideales romanos, si bien eran también profundamente realistas, convencidos de la importancia que tenía contar con una base territorial que perteneciese a la iglesia si su labor tenía que ser efectiva.  Los papas de este período poseían el don de saber tratar de las cuestiones italianas y de las de toda la Cristiandad como si sus respectivos intereses fueran compatibles.  Sus guerras con los emperadores Staufen estaban sufragas en parte con recaudaciones en otras zonas de la Cristiandad, cosa que era impopular y a la que se resistían.  Pese a todo, había que pagar algo, y la sujeción a Roma, aunque criticada, subsistía incólume.  Los papas no siempre eran seres tan resignados ni tan prudentes como podía exigirse de su posición, pero, pese a sus errores, nunca prescindían de importantes sectores de la Cristiandad.
En su tarea espiritual, los papas reconocieron la importancia de contar con colaboradores efectivos y no apuntaron a conseguir sus objetivos a través de una simple manipulación burocrática.  Inocencio III esperaba aligerar la carga de la curia romana haciendo que sus colaboradores obispos aceptasen sus propias responsabilidades. A juzgar por los abundantes documentos dejados por los obispos ingleses, el sentido del celo y del deber por parte de los obispos podía contribuir en gran manera a aportar una visión de conjunto y a localizar defectos en el sistema, aunque no era posible eliminar los abusos ni reducir el contingente de las cuestiones enviadas a Roma para su resolución.  Ellos contribuyeron a desvelar materias que había que someter a la atención papal.  Durante el siglo XIII el Papa y los obispos creían en general que un clero parroquial más educado acabaría siendo un medio indispensable, si no suficiente, para suplir las flaquezas de los ministros y la ignorancia de los laicos.  Aquí es donde podían servir de ayuda las escuelas de los obispos y posiblemente las universidades.  Sin embargo, en el siglo XIII las universidades eran lugares donde se educaban los estratos superiores del clero y no los curas parroquiales.  Sólo a finales el mismo Bonifacio VIII dio los pasos necesarios para permitir que el clero parroquial cursara unos estudios de unos cuantos años concediéndoles permiso para utilizar las rentas de sus beneficios mientras se ausentaban temporalmente de sus parroquias. La mayor parte de los estudiantes del siglo XII, por tanto, dependían de sus propias familias o de benefactores para cursar estudios.  entretanto, antes de que se pudiera disponer de clero educado en cada parroquia, el Papa y los obispos eran secundados en su tarea de instruir al laicado por las nuevas órdenes de frailes, dominicos y franciscanos, ambas bajo la protección papal directa.  Las órdenes estaban especialmente interesadas en la predicación, actividad reservada anteriormente a los obispos y abades, y tenían gran empeño en mantenerse en la pobreza es decir, en rechazar dotaciones para sus conventos y, por consiguiente, en vivir en comunidades ciudadanas pidiendo limosna para cubrir sus necesidades diarias.  Esta negación de uno mismo demuestra hasta qué punto había generado hostilidad aquel antiguo sistema monástico consistente en adquirir dotaciones para solventar las necesidades religiosas, dando pábulo a la sospecha de que de ellas se beneficiaban más los religiosos que Dios.  Los nuevos religiosos se habían propuesto ventilar sospechas y querían vivir de la caridad, trastocando con ello la función que habían tenido los monjes en siglos anteriores. Aunque aquellas órdenes gozaron de gran popularidad entre la cristiandad del siglo XIII e incluso fuera de ella, tanto una como otra durante un primer período se habían comprometido en el cometido de combatir la influencia de la herejía en determinados lugares del sur de Francia y en el centro de Italia.  Los dominicos querían combatir la herejía albigense a través de debates polémicos sobre la doctrina, mientras que los franciscanos trataban de atraerse a las gentes dando ejemplo de humildad sin suscitar la oposición de nadie.  En la práctica, las dos órdenes se vieron muy pronto involucradas en la predicación a grandes audiencias y tuvieron que establecerse forzosamente en ciudades donde hubiera universidad, en las que podían preparar a sus cofrades y atraerse a los estudiantes más idealistas de la época.

5/3/13

UN ORDEN NUEVO

La extraordinaria vitalidad del siglo XII creó nuevos problema a la cristiandad que sólo podían resolverse a través de nuevos métodos. Por ejemplo, el impulso del ingenio monástico había ampliado  enormemente el ámbito e influencia de los monjes, si bien entretanto la abundancia de reglas fue minando las bases para la ge en la simple profesión monástica como ideal único de los cristianos.  Los mismos monjes habían demostrado que estaba sujeto a un excesivo número de interpretaciones. Las disputas en torno al ideal y rivalidades entre las órdenes hacía imperativo imponer la disciplina a los monjes desde arriba.  Así pues, el Papa Inocencio III (1198-1216) decretó que las casas benedictinas se agruparan en congregaciones y celebraran asambleas regulares, idea inspirada por los cistercienses, y decretó igualmente que o se dictaran nuevas reglas para normalizar la vida religiosa. Los futuros reformadores monásticos tendrían que procurara acomodar a sus propósitos alguna de las muchas reglas existentes.  Se utilizaba la autoridad, la disciplina y la ley para poner coto al exuberante crecimiento de épocas anteriores y preparar un ordenado jardín para la Cristiandad.
Ocurrió algo parecido en el movimiento de las cruzadas. Aunque el período de la conquista había terminado mucho antes de que Saladino volviera a conquistar Jerusalén en 1187, los cruzados ya se habían dado cuenta de la necesidad de pensar seriamente  en una estrategia.  No bastaba con el entusiasmo y el valor. Durante todo el siglo XIII el ideal de los cruzados se mantuvo poderoso, y la Cristiandad, pese a las contrariedades, mantuvo vivas las esperanzas.  De hecho, parecía como si la Tierra Santa tuviera que ser tomada de flanco más que a través de un ataque directo.  Los que militaban en la cuarta cruzada se vieron sorprendidos por los problemas de los griegos y se desviaron para proceder a la conquista de Constantinopla (1204), con la remota esperanza de que el hecho redundaría en ventaja para el movimiento; l quinta cruzada estuvo dirigida contra Egipto, el principal enemigo (1218-1254) y Túnez (1270). Es curioso que sólo Federico II se lanzara de cabeza contra Jerusalén, si bien perdió las simpatías de los cristianos por sus negociaciones con Al-Kamil, sultán de Egipto, que terminaron con la ocupación de una parte de Jerusalén, si bien perdió las simpatías.  Hubo muchos reyes que en el siglo XIII viajaron a oriente, zona que no e apartaba nunca de sus mentes, aun cundo la cuidadosa preparación de los soldados y la valoración de las realidades políticas tenían necesariamente un efecto disuasorio en la tropa.  Se consideraba peligroso aquel ciego entusiasmo de otros tiempos.
En este y otros aspectos, sin embargo, el resultado de las innovaciones del siglo XII fue que en el siglo XIII os hombres se dieron cuenta de la importancia de recapacitar sobre los propios problemas y de confiar en los gobernantes para una actuación responsable.  Como resultado, las unidades políticas de Europa comenzaron a cristalizar.  Ya no había otros recién llegados, como la Sicilia normanda  Surgían los antiguos poderes, que asumieron las nuevas tareas de gobierno, aportando seguridad y estableciendo la paz entre facciones rivales.  Tal vez sea simbólica de la nueva actitud la organización de la Universidad de París a principios del siglo XIII, con su gremio de maestros y sus sistemas de exámenes y de concesión de títulos que se desarrollaron a partir e un tipo mucho más espontaneo de enseñanza conocido en el siglo XII.  Los hombres que se adaptaron al nuevo sistema debían tener las ideas claras, estar seguros de sus objetivos fundamentales y tener confianza en sí mismos.  Son características que se hicieron también patentes en la arquitectura y pintura góticas contemporáneas, en las que prevalecieron la proporción, el orden y la claridad.