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3/12/12

EL GRAN IMPERIO DE LOS NORMANDOS (y III)

Los contemporáneos de Enrique II, Federico I de Alemania, Luis VII de Francia y Roger II de Sicilia, atrajeron a sus respectivas cortes hombres distinguidos por su talento o por su cuna y disfrutaron de la compañía de personajes ingeniosos y de la conversación de los eruditos.  Sin embargo, el servicio que Enrique II obtuvo de sus cortesanos fue importante para su gobierno y para las rutinas de la administración.  cierto es que los dominios del reino alemán eran más extensos que los de Enrique, pero se requería del rey que hiciera más por sus vasallos en todas las localidades, según las pruebas de que disponemos.  Esto significaba que el rey estaba mejor informado y era más activo en sus intervenciones, si bien también necesitaba un acopio constante de información, que a su vez mantenía a dependientes, mensajeros y funcionarios ocupados para mantener al día a su rey.  Enrique II estaba constantemente al quite, siempre activo y alerta, y tan incapaz de estar sin hacer nada que su principal pasatiempo era la caza.  Era más un hombre de acción que un intelectual, pero poseía una mente sutil, estaba bien educado por las normas de la época y ninguno de los hombres eruditos que lo trataron dijeron nunca de él que las personas dotadas de inteligencia superior a la suya lo sorprendieran echando una cabezada.  Parece que estaba especialmente dotado para las leyes.  Era un prestigioso árbitro en cuestiones internacionales y siempre encontraba la manera de resolver los problemas legales sin que dañaran abiertamente las instituciones existentes.  No es éste el lugar para cantar las alabanzas de su gobierno ni tampoco para denigrarlo.  Más que entretenernos en sus cualidades personales, tendríamos que verlo como un ejemplo de algunos de los caracteres típicos de su época.  La intervención de la monarquía inglesa tradicional involucrada en el continente y que echaba mano de los últimos adelantos existentes entonces permitió a los gobernantes normandos y angevinos hacer de sus tierras el estado más poderoso del siglo XII, un estado marcado con el sello de la ambición secular, pero que sólo podía funcionar gracias a la multiplicidad de sus documentos escritos.  Antes del final del siglo XII, el gobierno inglés había reconocido hasta tal punto la importancia de los mismos que comenzó a llevar un registro de sus cartas, es decir, en términos modernos, a llevar un archivo de su propio papeleo.  el único otro gobierno que actuaba de forma parecida en la época fue, como es lógico suponer, el papado.  Unos estados y unos programas tan diferentes tenían en común el hecho de ser conscientes de que dirigían sus respectivas comunidades de fieles miembros y de que así mostraban a otros el camino para que, en el momento debido, también descubrieran la necesidad e mantener una coherencia y una consecuencia.

EL GRAN IMPERIO DE LOS NORMANDOS (II)

Dada la fuerza real de Inglaterra, es inconcebible que sin gobernantes franceses se hubiera llegado a aquella situación.  La fuerza auténtica de la sociedad francesa no estribaba en las instituciones locales, sino en la capacidad de algunos príncipes franceses de consolidar su autoridad y el afecto y lealtad de sus soldados.  Sin embargo, los triunfos de aquellos capitanes dependían de acertar en el momento de aprovecharse de las oportunidades.  El más grande de todos, Enrique II de Ingleterra, tenía sangre normanda y sangre angevina como fuente inspiradora de sus hazaña, si ben la súbita ampliación de su poder con la anexión del gran ducado de Aquitania al casarse con su reina, Eleanor, en 1152, demuestra su oportunismo básico.  La naturaleza de su gobierno en aquellas tierras no se conoce con tanto detalle como la naturaleza de su gobierno en Inglaterra, aun cuando fue más afortunado y duradero que el de su predecesor, Luis VII, primer marido de Eleanor.  Enrique II estuvo muy pronto en condiciones de desplegar en el continente los recursos el reino inglés, y Aquitania, o por lo menos Gascuña, demostró estar más unida al reino ingles que nunca lo había estado Normandía.  De una u otra forma, los vínculos políticos se mantuvieron por espacio de tres siglos.  Es un hecho que en tiempos de Enrique II el dominio continental del rey absorbía gran parte de su atención, si bien nunca trató mal a Inglaterra.  Atendió a sus asuntos cuando lo requirió el caso, aunque su ordenada administración hizo de aquella parte de sus dominios un lugar menos turbulento que los demás.  El acatamiento que testimonió al rey hizo de ella la fuente obvia de sus reservas.  costaría demostrar que hubo que volcar dinero inglés a espuertas sobre el continente, pero se echa de ver que los ingleses dedicados al servicio del rey se introdujeron en los asuntos de Enrique allí donde eran necesarios, sirviendo a la administración y a sus iglesias en todo el "imperio" y llevando embajadas regulares más allá de sus fronteras, a España, Sicilia, Roma y Alemania, aparte de fomentar contactos con Irlanda y Escocia.  No es de extrañar que los cronistas ingleses de esta época tengan un horizonte más amplio que sus contemporáneos de otras tierras.
Los registros históricos de los letrados, como la necesidad de escribas profesionales para el servicio del rey, señalan los inevitables contactos de la monarquía inglesa con los eruditos y, por consiguiente, con las comunidades religiosas de la cristiandad.  La institución de nuevas escuelas y estudios en el norte de Francia durante el siglo XII atrajo particularmente a muchos estudiantes ingleses, a los que pertrechó para servir a una sociedad como la inglesa, constantemente necesitada de funcionarios metódicos, dedicados e incluso patrióticos.  Es una realidad que los obispos ingleses mantenían cuerpos de clérigos cultos, sobre todo porque muchos obispos de Inglaterra poseían cabildos monásticos mal equipados para tratar de los asuntos especiales de los obispos.  El personal  de los obispos de estas diócesis tenía que ser forzosamente independiente de sus cabildos.  Los señores laicos también valoraban los servicios de hombres entrenados en las escuelas.  La cultura ya no era monopolio de los clérigos.  Sobre todo era el rey el que requería sus servicios.  El primer canciller de Enrique II, Thomas Becket, se había formado en la escuela de Bolonia y como archidiácono de Canterbury, era el responsable de administrar los intereses legales del arzobispo de su diócesis.  Sus servicios a Enrique II eran en realidad los de un factótum.  Dos funcionarios reales, dondequiera que hubieran recibido su formación, debían ser capaces de aplicar sus conocimientos en la redacción original de informes sobre cómo funcionaban realmente los tribunales de justicia y la hacienda real: el Dialogue of the Exchequer de Richard  fitznigel y el Treatise on the Laws and Customs of the Kingdom of England, antiguamente atribuido al alto funcionario judicial Ranulf Grlanvill, que demuestran que, en Inglaterra, los avances en la enseñanza podían ser rápidamente adaptados a propósitos prácticos.  El clero como tal tuvo un importante papel en la administración real, aunque sin cambiar su función básicamente secular.  Sería injusto mofarse de sus alegaciones de servir a un fin que estaba más alto que el rey, puesto que se mantuvieron fieles a las normas eclesiásticas, si bien consideraron generalmente que también el rey tenía un papel que desempeñar en las cosas de Dios y nunca dudaron en fomentar, consecuentemente, los intereses reales.  Si en ocasiones sus actitudes nos parecen excesivamente seculares, sus colegas laicos también podrían ser tildados de ser santurrones, y ello es porque nuestras categorías difícilmente se acomodan a su época.

EL GRAN IMPERIO DE LOS NORMANDOS

La independencia efectiva de Normandía y su pertenencia honorífica al mundo escandinavo le dio un influyente papel en la historia de la Inglaterra del siglo XI.  Eduardo el Confesor, rey de Inglaterra (1042-1066), nombró heredero suyo al duque Guillermo y fue tan solo la resistencia opuesta por la familia Godwinson la que transformó la propuesta pacífica subida al trono de Guillermo en una conquista normanda.  Esto dio al duque de Normandía una condición real para el mejor período de ciento cincuenta años.  En este aspecto fue algo diferente de las conquistas normandas de Italia, si bien los historiadores, aun los contemporáneos, se complacen en ver en ambas empresas elementos comunes de promoción marcial y de agudeza política.  Como en el sur, el triunfo inicial fue seguido al poco tiempo de una voluntad de extender la influencia fuera de la base donde, desde el punto de vista realista, habría sido conveniente extenderla.  Allí donde la guerra no era lo conveniente, podía recurrirse al matrimonio, a la herencia o a las alianzas.  No sin retrocesos, sino con una especie de sentido del impulso continuado, a finales del siglo XII la monarquía inglesa poseía en Francia una extensión de tierras mayor que el rey de Francia y tenía vínculos establecidos con los principales señores de la Cristiandad.  Antes del 1066 los reyes ingleses habían desempeñado un importante papel en las fronteras de la Cristiandad; después de este año, sus sucesores se convirtieron en gobernantes de importancia continental.  Hasta el decenio que siguió al año 1190 el rey de Francia no consiguió atacar algunas de las fronteras francesas de sus dominios y hasta el 1203-1204 no pareció viable el derrumbamiento de toda la estructura.  Posteriormente ha parecido natural pensar que se trataba de una situación artificial y necesariamente precaria.  Sin embargo, los que vivieron aquellos grandes días -muchos de los cuales escribieron crónicas de los hechos- no dudaron ni un momento de su viabilidad.  Mientras existió, fue uno de los estados más poderosos de la Cristiandad y fue en aquel tiempo probablemente cuando los ingleses desempeñaron su función más importante en las cuestiones europeas.  No obedece al azar que en aquel entonces hubiera un papa inglés, el único inglés que lo ha sido: Adriano IV (papa 1154-1159).  ¿Cómo pudo subsistir tan extraordinario gobierno?
En el pasado era costumbre atribuir gran parte del éxito de la empresa  los propios normandos y a la misteriosa calidad de su "feudalismo", lo que les permitió crear un poderoso estado a partir de instituciones que en todo el resto del mundo se consideraban incompatibles con el buen gobierno.  Los normandos, realmente, aportaron ciertas cualidades de vigor y visión y, debido a las peculiares circunstancias de la conquista ducal de Inglaterra, crearon su estado de un solo golpe: los terratenientes normandos constituían un grupo notablemente homogéneo y disciplinado, en marcado contraste con los señores normandos de Italia.  Sin embargo, Normandía en sí no se distinguió nunca por el buen gobierno y los historiadores de hornadas recientes buscan los orígenes de aquella poderosa monarquía en la época que antecede a la conquista de Inglaterra.  Es un hecho que los normandos sabían cómo ocuparse de lo que encontraban y qué había que hacer para mejorarlo.  Y lo que es más importante, tenían razones más urgentes que sus predecesores ingleses para llevar adelante un sistema manejable, ya que sus compromisos en el continente no les permitían consagrar todo el tiempo de que disponían a vigilar personalmente los asuntos ingleses: sus ambiciones forzaron a las instituciones inglesas a desarrollarse más rápidamente para hacer frente al desafío de las responsabilidades reales en el continente.  La fuerza del antiguo sistema inglés estaba en sus instituciones locales.  Con la ampliación del ámbito de la supervisión real de la monarquía ideaba una forma de crear una sociedad política coherente bajo su propio liderazgo, agrupando en un todo las sociedades locales, los señores feudales, la Iglesia y la administración real.  No hubo ningún otro monarca del siglo XII que estuviera más cerca de hacer lo que Enrique I (rey 1100-1135) o más aún Enrique II (rey 1154-1189) de Inglaterra hicieran para convertirse en los verdaderos señores de todas las gentes que habitaban sus tierras.  Lo que generó esta plasmación única del poder real fue la combinación de elementos tanto de la sociedad inglesa como de la sociedad franca.