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31/8/12

LA POLÍTICA Y EL PROGRESO DE LA FE (II)

El reino visigodo sólo comenzó a adquirir forma completa con Leovigildo (567-586), que incorporó a su reino a los suevos recién convertidos. Trasladó, además, la capital a Toledo, capital de provincia de la diócesis de Cartagena, que también estaba en manos del imperio.  Muchos de sus vasallos siguieron siendo católicos fervientes, pero él se mantuvo tan firmemente apegado al arrianismo que cuando su hijo Hermenegildo se hizo católico, se negó a darle la correspondiente autorización.  Para él, el arrianismo era la religión que mantenía la cohesión de los godos como pueblo.  Sólo después de la muerte de Leovigildo (586), su sucesor, Recaredo, hizo las paces con la iglesia  y arrastró tras de sí a gran parte de su pueblo.  Posteriormente hubo una reacción, aunque inefectiva.  La alianza por interés entre los gobernantes visigodos (que no establecieron ninguna dinastía real) y la iglesia quedó simbolizada en una ceremonia eclesiástica consistente en ungir al rey.  Los visigodos habían sido los arrianos más recalcitrantes y, de una manera general, los más fieles, pero al final tuvieron que acabar aceptando que la conversión y la asimilación era preferible a seguir en la herejía.  Pese a todo, no fue hasta mediados del siglo VII cuando el rey Recesvinto (649-672), cuyo padre Chindasvinto había abolido el derecho de los godos y romanos a vivir sus propias leyes, estuvo en condiciones de promulgar un único código legislativo, el Liber Iudicorum (Libro de los Juicios, 654).  Parece que los católicos se mostraron satisfechos con sus protectores reales godos pese a lo aires de dominio que adoptaban, por ejemplo, en las designaciones eclesiásticas.  en el curso del siglo VI la iglesia católica española había aprendido a mirar sus propios intereses sin esperar ayuda exterior.  Las buenas relaciones con Roma se habían visto entorpecidas por dificultades de comunicación, pero la Iglesia estaba lo bastante bien organizada para poder celebrar frecuentes concilios y fueron las recopilaciones españolas de leyes canónicas las que brindaron a la Cristiandad occidental sus legislaciones más completas antes de la recuperación carolingia del siglo VIII.  En la época de la conversión de Recaredo el clero estaba perfectamente preparado para ocupar un lugar preponderante en el gobierno real.  El tío del rey, San Leandro, obispo de Sevilla (murió en el año 600), amigo del papa Gregorio I, supervisó el período de transición.  San Isidoro de Sevilla, el hermano más famoso de San Leandro, representa el apogeo de la erudición española durante el período bárbaro.  La tarea de dirigir la iglesia española fue asumida por el metropolitano de Toledo (610), originariamente obispado de la diócesis (provincia) de Cartagena,que había estado en manos griegas cuando Toledo pasó a convertirse en capital del reino.  Los problemas del gobierno de Constantinopla que surgieron poco después permitieron a los godos retirar las guarniciones imperiales y sojuzgar a los vascos, especialmente bajo Suintila, general que acabaría convirtiéndose en rey (623-631).  Sus intentos de asegurar la sucesión a su hijo despertaron la oposición.  No había una sola dinastía real visigoda y eran pocos los reyes cuyo reinado llegara a los diez años, si bien el reino seguía manteniendo su cohesión e incluso conservó Septimania (territorio visigodo situado al sur de la Galia), pese a algunos brotes levantiscos (672).  El siglo VII, por lo general turbulento en oriente, en Italia y en la Galia, fue para los cristianos españoles un período notablemente próspero, aunque ensombrecido por las repetidas represiones contra los judíos, que de todos modos no parece que fueran muy numerosos.

LA POLÍTICA Y EL PROGRESO DE LA FE (I)

El derrumbamiento espectacular del imperio cristiano  en zonas con un poderoso sentimiento cristiano había incitado a los historiadores a sospechar que las diferencias en las opiniones de carácter teológico que se apreciaban entre las poblaciones locales y Constantinopla hicieron que los musulmanes fueran vistos como gratos libertadores más que como odiados enemigos de la fe.  Lo cierto es que, desde mediados del siglo V, la ortodoxia cristiana tal como había sido definida por la Iglesia romana, incluso cuando  fue defendida por los emperadores, no podía prevalecer contra la propagación del monofisismo, predomominante en Egipto, Siria y Armenia.  Hubo varios emperadores que dieron pro sentado que tenían el derecho y el deber de encontrar una fórmula religiosa para imponerla a todo el imperio, sólo para descubrir que era imposible encontrar una que fuera igualmente aceptable por Roma y Alejandría.  Las declaraciones doctrinales de los emperadores no exigen respeto.  Se podía tratar con rudeza a los patriarcas e incluso a los papas, pero no se podían imponer medidas coercitivas contra sus iglesias y perseguirlas habría sido contraproducente.  La tolerancia que mostraban los musulmanes con los cristianos hizo su régimen más aceptable a los devotos que el impuesto por los emperadores ortodoxos.  A partir del siglo V la iglesia de occidente había mostrado mayor flexibilidad que el imperio; lo mismo ocurrió en oriente en el siglo VII.  Cuando el imperio quedó reducido efectivamente al territorio del patriarcado de Constantinopla, otras iglesias cristianas preservaron, incólumes, sus tradiciones religiosas bajo los gobernantes musulmanes.
En occidente, la fuerza de las filiaciones religiosas católicas estribaba en el hecho de que, cuando la autoridad política había caído en manos de los arrianos, las poblaciones católicas de Italia, Galia, España y norte de África, pese a que debían seguir la corriente, se negaron a reconciliarse con los herejes.  Con la conversión de Clodoveo el franco al catolicismo, su paciencia se vio recompensada.  El sometimiento del reino burgundio arriano fue seguido de la derrota del visigodo Alarico II (507).  A su hijo Amalarico sólo le quedó la costa meridional de la Galia y España bajo la protección de su abuelo Teodorico.  La muerte de este último preparó el terreno para el regreso del ortodoxo Justiniano a Italia, y Amalarico, en lugar de volver a aliarse con los francos, se las arregló para provocar una invasión merovingia de España aduciendo malos tratos a su esposa, que era una de las hijas de Clodoveo.  Los visigodos no perdieron totalmente sus tierras del sur de la Galia, pero se vieron obligados a hacer de España la base real de su reino.  Sus derechos a la sucesión dieron a las fuerzas de Justiniano la oportunidad de restablecer el gobierno romano en España.

30/8/12

EL IMPERIO DESDE EL SIGLO V AL VII (III)

Después de la muerte de Justiniano, ocurrida en el 565, sus logros no se vinieron abajo de forma inmediata, aunque no tardaron en surgir problemas que pusieron a prueba la capacidad de sus sucesores, menos dotados que él.  Justino II (565-578) se negó a pagar más tributos a los ávaros y rompió relaciones con los lombardos, a los que su tío Justiniano había establecido en el Nórico.  Mientras los ávaros atacaban el imperio, los lombardos se dirigieron contra los gépidos e invadieron Italia (568).  El envite inicial de la invasión les permitió hacerse con gran parte del valle del Po en el 572, pero el futuro de su estado se vio comprometido por la falta de liderazgo entre el 575 y el 584, período en el que hubo varios duques que  compartieron el poder y continuaron la conquista de manera gradual. Los emperadores no claudicaron ante aquella nueva amenaza y llamaron en su ayuda a los francos.  Tanto la costa como gran parte del interior al sur del Po estaban defendidos.  No fue posible desalojar a los lombardos y poco a poco comenzaron a ganar terreno.  Sin embargo, el imperio no perdió todas las tierras de Italia hasta el siglo XI, por loq eu la reimposición de la autoridad imperial por parte de Justiniano no constituyó un hecho transitorio en la historia de la península.  No permitió que los lombardos unificaran Italia bajo su gobierno como había hecho Teodorico, lo que tuvo importantes consecuencias para el futuro de aquellas tierras.
En oriente, los azares de la guerra otorgaron a los persas ocasionales victorias, si bien el imperio todavía fue capaz de proseguir la lucha y de aprovecharse de las disputas internas de los persas hasta el reinado de Focas (602-610).  Posteriormente, Khusrau II derrotó al imperio en el 604 e invadió Asia Menor hasta Calcedonia, frente a la capital (609).  También conquistó Siria, Jerusalén y Egipto. Tan sólo cuandolos persas amenazaron la capital (619-620), el nuevo emperador, Heraclio (610-641), comenzó a inquietarse.  Por espacio de seis años (622-628), Heraclio fue un hombre inspirado que hizo retroceder a los persas en Asia Menor y en Armenia.  Khusrau había llamado en su ayuda a los ávaros para llevar a cabo un ataque conjunto contra la capital, mientras Heraclio atravesaba el Mar Negro para atacar directamente Persi.  Khusrau, derrotado en Nínive en el 626, no se pudo salvar ni tampoco salvar a su imperio.  Heraclio recuperó todo el territorio que había perdido en los veinte años anteriores. Sin embargo, en la época de su muerte en el 641, el  imperio se vio acechado por un enemigo todavía más terrible e insidioso, ya que en el 634 los musulmanes habían hecho irrupción en Siria.  Esta vez Heraclio no fue capaz de frenar la embestida. Hacia mediados de siglo los musulmanes habían ocupado el mar e invadido Chipre (649) y odas.  Constantinopla se vio sitiada tres veces (669, 674-80, 716-17).  A pesar de que las zonas estratégicas griegas quedaron al abrigo y durante un tiempo la guerra se concentró en tierras musulmanas, la pérdida del norte de África (697) vino a confirmar que el imperio se encontraban en una situación altamente comprometida.  Al ser reanudada la guerra en el Asia Menor, la capital se salvó por la intervención del primer emperador de una nueva dinastía, León III (717-741).  La pérdida de gran parte de las regiones del imperio más valiosas, más densamente pobladas y con una civilización más antigua, como Siria y Egipto (donde los tres grandes centros cristianos de Alejandría, Jerusalén y Antioquía pasaron a manos de los musulmanes), no sólo mermó los recursos del imperio sino que acentuó su carácter griego.  En tiempos de Heraclio, el griego había sustituido al latín como lengua de los actos oficiales.  El imperio recuperaría aún parte de su poder militar pero ya no volvería a asumir nunca más su misión universal romana.

29/8/12

EL IMPERIO DESDE EL SIGLO V AL VII (II)

Las reconquistas de Justiniano en occidente restauraron el control imperial del Mediterráneo y demostraron el extraordinario poder de recuperación característico del imperio. Sin embargo, juzgadas de forma retrospectiva, generalmente se han visto como el resultado de unas ideas excesivamente grandiosas, perseguidas con escasa consideración a la prudencia y a la economía.  La participación en las cuestiones de occidente mermó la atención que habría podido dedicar el emperador a la recuperación persa bajo Khusrau I (emperador del 531 al 579), más a menudo sobornado que realmente derrotado.  El imperio, por la parte europea, se vio invadido por los eslavos, los búlgaros y los hunos.  Incluso la misma Constantinopla se vio amenazada.  Las incursiones bárbaras a través de Iliria, Grecia y el Egeo hasta el Asia Menor levantaron muchas críticas contra Justiniano,por haber comprometido con ello la seguridad de la capital y de todo el imperio oriental como resultado de sus ambiciones en occidente.  Con todo, no se había perdido ninguna parte del imperio con carácter permanente como resultado de dichos ataques, y el emperador se sentía plenamente satisfecho al ver que su constancia había sido recompensada.  Las acusaciones formuladas contra él y contra su famoso ministro, Juan de Capadocia, por haber llevado el imperio a la ruina económica no están avaladas por los archivos y se basan en las maliciosas declaraciones del historiador contemporáneo Procopio.  Las preocupaciones de Justiniano por los intereses comerciales de su imperio apuntan que tuvo suficiente sentido de la economía para saber calcular el coste de la gloria militar.  Las guerras persas interrumpieron el comercio, sobre todo el de la seda china, por lo que se iniciaron negociaciones con Etiopía al objeto de abrir una ruta alternativa (532). Veinte años más tarde, Justiniano suministraba huevos de gusanos de seda procedentes de China y se iniciaba la fabricación de seda en el imperio, transformándose en una de sus industrias más importantes y lucrativas.  No se ha podido demostrar que la prosperidad del imperio se viera comprometida por los costes de la guerra o por las acciones del gobierno. La fama personal de Justiniano, aumentada con su responsabilidad en la codificación de la ley romana (529-534) y con la construcción de "la iglesia más hermosa del mundo", la de Santa Sapiencia (Santa Sofía,terminada en el 537), ha sobrevivido airosamente a las diatribas suscitadas por sus detractores.

EL IMPERIO DESDE EL SIGLO V AL VII (I)

Después del 476 no volvió a nombrarse ningún emperador romano de occidente, por lo que la soberanía de todo el imperio volvió a recaer sobre Constantinopla.  Sin embargo, no hubo ningún emperador de oriente que durara más de cincuenta años como para hacerse cargo de las responsabilidades de occidente. Tampoco los católicos occidentales, incluido el Papa, tenían la intención de dejar a sus correligionarios orientales en manos de los bárbaros, sobre todo porque la mayor parte de los bárbaros que estaban en el poder, dejando aparte los francos, eran herejes arrianos.  Teodorico el ostrogodo, rey de Italia (493-526), no podía permitirse prescindir del imperio oriental ni negar la autoridad del emperador, puesto que aunque gozaba de una independencia práctica, sus vasallos católicos romanos aceptaban su mandato con mal disimulado disgusto.  Sus intervenciones en la Galia, tendentes a reforzar a los arrianos contra Clodoveo, no pudieron por menos de incitar al emperador de oriente a tener en cuenta al rey franco y a honrarlo.  El sucesor del emperador Anastasio, Justino (518-517), consideró que su gobierno era suficientemente fuerte para reprimir las herejías que habían debilitado el imperio en el siglo V, incluyendo el arrianismo.  Teodorico había empezado a temer por el futuro antes de su muerte, ocurrida en el 526.  El sucesor de Justino, Justiniano (527-565), siguió esta iniciativa  a través de una intervención militar en el norte de África, Italia y España.  El norte de África fue rescatado de los vándalos en el 533 en cosa de pocos meses.  Después de un siglo de temores, la propia Roma fue liberada del poder de los vándalos en el Mediterráneo. Desde África, el general de Justiniano, Belisario, se lanzó a ocupar las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña.  En el 536 desembarcó en Nápoles y entró en Roma.  Hacía diez años que había muerto Teodorico y no había ningún ostrogodo que le igualara como astuto político y, menos aún, que supiera hacerse cargo de la nueva táctica de la intervención directa.  Aun así, los godos, a diferencia de los vándalos, no se vinieron abajo como éstos.  Como el emperador, solicitaron ayuda de los francos e incluso soliviantaron a los persas contra Justiniano.  La causa del emperador se vio dificultada por su propia desconfianza del general Belisario y por las complicaciones provocadas al sustituirlo por Narsés.  Durante diecisiete años, Italia se convirtió en escenario bélico y hasta el 554 Justiniano no estuvo en condiciones de empuñar las riendas del país y de reorganizar su gobierno a través de un exarca, cuya base se encontraba en Rávena.  En esa misma época las tropas de Justiniano habían reprimido una invasión visigoda del norte de África (544) y habían recuperado el sureste de España al haber sabido explotar las dificultades que estaban atravesando los visigodos arrianos en aquella zona.

Para saber más puedes leer:

EUROPA: ORIGEN Y JUSTIFICACIÓN aquí

HISTORIA MEDIEVAL DE LAS ESPAÑAS I aqui

HISTORIA MEDIEVAL DE LAS ESPAÑAS II aquí

28/8/12

RESISTENCIA Y CAMBIO EN EL IMPERIO DE ORIENTE (II)

El elemento greco-romano del imperio tenía que abrir paso a solados y emperadores menos civilizados, aunque en otros aspectos su poder civilizador no había perdido nada de su celo.  La separación entre oriente y occidente tendía a exaltar a los griegos más que a los latinos en el este, si bien la práctica de la ley por parte de los romanos seguía siendo activa. La primera codificación importante de edictos imperiales desde Constantino fue publicada en latón en el 438: era el Codex Theodosianus. Con todo, los intereses básicos de la época se centraban en torno a la teología, y los emperadores no podían pasar por alto -ni tampoco trataban de hacerlo- unos problemas que suscitaban la profunda atención del pueblo.  En Constantinopla, tanto el emperador como el patriarca estaban dispuestos a mantener la posición dominante de la iglesia en la Nueva Roma en oriente, reconocida en un decreto del Concilio de Constantinopla del 381.  Sin embargo, si en occidente el prestigio exclusivo de Roma era inexpugnable, el patriarca de Constantinopla no sólo tenía que luchar con las pretensiones de autoridades más antiguas que la suya propia, como eran las de Antioquía y Alejandría, sino también con las pasiones de los monjes y del pueblo, así como con las complejas especulaciones de la teología.  Las enseñanzas de la escuela de Antioquía sobre las dos naturalezas separadas de Cristo fueron expuestas en Constantinopla cuando Nestorio fue nombrado patriarca (428).  Inmediatamente se vio desafiado por Cirilo, patriarca de Alejandría, quien ratificó la condena de Nestorio como hereje en el Concilio de Éfeso (431) y la preeminencia de su cargo hasta su muerte (444). posteriormente, con el apoyo del papa romano León I, la iglesia de Constantinopla se levantó contra los "monofisistas" de Alejandría y en el Concilio de Calcedonia (451), promulgó la doctrina de las dos naturalezas perfectas e indivisibles, pero separadas, de Cristo.  Aquella victoria teológica alienó muchas de las provincias orientales del imperio separándolas de Constantinopla, que al mismo tiempo perdió el apoyo papal,afirmando una declaración más con respecto a su igualdad con Roma.  Esto hizo que Roma se quedara únicamente con la primacía honorífica. Así pues, el imperio oriental ya se preparaba en el siglo V tanto para una feliz recuperación como para su metamorfosis en un estado predominantemente griego.  En oriente, tanto los griegos como los extranjeros seguían respetando el nombre de Roma. Únicamente la arrogancia de occidente podía transformar las vicisitudes del imperio en disolución de su naturaleza.  El estado romano pervivió como una fuerza de la naturaleza.  No había ninguna otra creación política en la tierra que pudiera compararse con él y los bárbaros que se agazapaban en su territorio no eran sino manchas temporales aparecidas en el cuerpo político de la Roma Eterna.

RESISTENCIA Y CAMBIO EN EL IMPERIO DE ORIENTE (I)

La historia del imperio de oriente durante el siglo V puede parecer monótona comparada con la del imperio de occidente, si bien al final de este siglo se hizo patente que también había vivido problemas importantes y que hasta cierto punto eran similares.  No fue por el cinismo que los emperadores alentaron a los díscolos bárbaros que se introducían en el imperio a que se dirigieran a occidente.  Los visigodos causaron más problemas a los emperadores en los veintiséis años que estuvieron en oriente que en occidente, donde acabaron por establecerse según bases satisfactorias al cabo de dieciocho años.  La parte occidental estaba menos poblada y tenía menos ciudades vulnerables que la oriental.  Pero allí donde el occidente se encontraba densamente poblado, como en África del norte, la ocupación vándala provocó profunda inquietud en oriente.  En tiempos del emperador León I, a finales de la década que se inicia con el año 460, se envió una expedición muy costosa para resolver dicha ocupación y, pese a que la expedición resultó un fracaso, el proyecto de recuperar África no cayó en saco roto.  Oriente tuvo también que soportar el impacto del ataque de los hunos, puesto que no fue hasta el 451-452 que Atila volvió sus ojos hacia occidente.  Los ostrogodos, que a partir de entonces se zafaron de la tutela de los hunos, no tardaron mucho en utilizar sus músculos contra el imperio.  Su jefe, Teodorico, pese a haberse educado en Constantinopla como rehén se sirvió de su cultura para negociar un buen trato.  Alternativamente aliados y contrincantes, los ostrogodos soportaron a León I y a Zenó antes de que el último encontrase la oportunidad de dirigirlos contra Odoacro, enemigo personal de Teodorico y general independiente de Zenón en Italia.  Los emperadores se habían visto amenazados en su propia capital, que era, a diferencia de Roma en occidente, el centro neurálgico de la administración estatal.  Se habían visto desafiados en sus mismos palacios por generales, desde Rufino, tutor de Arcadio I, a Aspar, que había entronizado al emperador León I, de la misma manera que Ricimer había creado emperadores en occidente.  Sin embargo, el emperador de oriente todavía podía encontrar medios para afirmarse.  León I, para convertirse en auténtico señor, había hecho asesinar a su protector después de encontrar un aliado en el jefe isaurio que se casó con su hija, como resultado delo cual adoptó el nombre griego de Zenón y lo sucedió como emperador en el 474.  Zenón, por el hecho de ser extranjero, era impopular y no tardó en ser depuesto, si bien al cabo de dos años fue restablecido en su dignidad y la ejerció durante todo el período que le correspondía (476-491).  El imperio de oriente sobrevivió mil años más debido a estar en condiciones de atraer y retener a emperadores de los orígenes más diversos.  Los problemas de la frontera oriental comprometieron al imperio en una campaña más regular contra el poder de Persia que en cualquiera de las circunstancias planteadas por la frontera del Rin-Danubio.  Los intereses de Anatolia oriental, como es lógico, tenían un gran peso en los cálculos políticos.

27/8/12

EL DESTINO DE ITALIA (y II)

La fama de Teodorico se asienta en los logros conseguidos en su reinado (493-526), en una mejor documentación (sus asesores y administradores contaban con Casiodoro y Boecio, ambos famosos como eruditos y escritores) y en el puesto que ocupa en la leyenda germánica.  En consecuencia, Odoacro ha quedado más bien en la sombra, pese a que la forma de gobernar de ambos fuese esencialmente idéntica.  El ejército de ostrogodos de Teodorico estaba constituido por una mezcla de horda bárbara, como el de Odoacro.   Los dos eran reyes, pero no reyes de naciones, sino de sus soldados, y para el emperador no eran más que generales: magistri militum.  Odoacro había conseguido tierras para sus soldados de acuerdo con la base familiar de la "hospitalidad".  Los terratenientes de Italia asignaban un tercio de sus tierras a los bárbaros o bien pagaban una tercera parte de sus rentas al estado para mantener el ejército.  Los romanos y las "huestes" bárbaras estaban unidos por una asociación legal, eran consortes, si bien no está muy claro si los bárbaros eran cultivadores o solamente beneficiarios.  Sus tierras estaban principalmente en el valle del Po, en torno a Rávena, en Toscana, Piceno y Sambio, con unas cuantas guarniciones en Campania y Dalmacia.  Este fue el sistema que Teodorico empleó con sus germanos, y el hecho no pudo por menos de atraer a soldados para su ejército desde todo el mundo germánico, donde durante más de treinta años de gobierno se había ganado su fama sin precedentes como afortunado capitán de los ejércitos germánicos.  Su objetivo era mantener a sus germanos separados de sus súbditos romanos a través de un dualismo administrativo.  La fidelidad al arrianismo por parte de su gente impidió que los romanos confiasen demasiado en su profesión de fe a la civilización romana.  Sus funcionarios romanos, especialmente Casiodoro, le sirvieron a él y sirvieron a sus propios intereses lo mejor que pudieron a través de la retórica.  Teodorico, como propulsor, procuró imitar a sus predecesores romanos.  Después de su muerte costó mucho erradicar el régimen impuesto por él, a pesar de que nunca había gozado de popularidad.  Su objetivo básico de proteger por separado a los pueblos romano y germánico delata el temor de que, sin este sistema artificial, los germanos se vieran inevitablemente absorbidos y castrados por el mayor número y la superior cultura romana.  Esto podría ser un reflejo de las angustias personales del propio Teodorico, puesto que él, en su niñez, había sido enviado como rehén a Constantinopla, donde había aprendido a respetar la civilización romana, aunque sin renunciar a su innato germanismo.  Odoacro había permitido que los visigodos ocuparan Arles en el 477 y dio acogida a los refugiados que abandonaron el Nórico en el 488, enunciando con ello a los puestos avanzados más lejanos para la defensa de Italia.   Sin embargo, había aprovechado la muerte de Marcelino, líder de un ejército, el dálmata, dividiendo sus fuerzas en conjunción con Zenón.  Así pues, el imperio de Teodorico comprendía tierras que estaban más allá de Italia y que se extendían por Dalmacia, Iliria, Panonia y Retia, aunque en algunos lugares se trataba más bien de un protectorado que del ejercicio de una autoridad directa.
Cuando los visigodos fueron derrotados por Clodoveo, Teodorico se hizo cargo de Provenza en nombre del reino amenazado de su nieto visigodo, pese a que él estaba casado con la hermana de Clodoveo.  Teodorico dio poca importancia al poder marítimo.  Abandonó las islas, salvo la parte este de Sicilia, a los vándalos, cuyo jefe, Trasamundo (496-523) se había casado con la hermana de Teodorico y en política imitaba a su cuñado.  Las alianzas de Teodorico con los capitanes bárbaros de su tiempo y su propio poder central en Italia le permitieron aspirar a la situación casi imperial de los germanos de occidente. Pero también es posible que el carácter heterogéneo de las fuerzas germanas le impidieran adoptar el estilo nacionalista de la mayor parte de los reyes bárbaros.  Sus ostrogodos habían sufrido muchos reveses de la fortuna durante los cien años que habían precedido a la formación de un reino dentro del imperio.  A sus fuerzas de Italia les faltaba la cohesión adquirida por los francos, visigodos y vándalos a partir de sus espectaculares triunfos en la guerra y la diplomacia.  Teodorico tuvo un prestigio personal que sólo sería igualado por Carlomagno entre los bárbaros, pero su pueblo no gozó del reflejo de su gloria.  Ante todo, para fomentar su imagen como romano, traicionó la inveterada debilidad de los germanos dentro del imperio.  Desde el punto de vista político, no podían hacer nada mejor que imitar a los romanos. Dentro del imperio eran tan inferiores en número y en clase que no podían establecer comunidades autónomas ni imponer un régimen propio.  Los reinos germanos estaban bien para los germanos, pero los romanos exigían algo más y todavía eran los bastante fuertes para estar seguros de que acabarían consiguiéndolo.  El imperio romano ya no era lo que había sido en otro tiempo (de hecho lo fue durante muy poco tiempo), lo cual tampoco quería decir que hubiera desaparecido en un limbo histórico.  En Italia seguía marcando las pautas de la organización política, aparte de que en Constantinopla seguía dando pruebas de una actuación eficaz.

EL DESTINO DE ITALIA (I)

Italia sufrió la peor invasión bárbara en tiempos de Alarico, en el 401, pero una vez los visigodos abandonaron el país en dirección a la Galia sólo padeció la breve invasión de Atila en el 452 y, de todos modos, supo arreglárselas para no abandonar sus costumbres romanas.  Pero su bienestar se veía terriblemente amenazado por la beligerancia de Genserico, que operaba desde el norte de África a partir aproximadamente del 440.  Las dificultades con respecto a la sucesión imperial después del 461 dieron nuevas responsabilidades a los generales bárbaros que estaban al frente del ejército romano en Italia.  Ricimer (suevo), Gondebaudo (burgundio) y Orestes (procedente de Panonia) burlaron sus deberes -o encubrieron su usurpación- nombrando a unos emperadores de paja que no fueron reconocidos por Constantinopla  Cuando Constantinopla envió a occidente un nuevo emperador, Antemio (467-472), su guardián personal era Odoacro, elegido rey por el ejército italiano en el 476.  Este depuso al emperador nominal de occidente, que de todos modos no había sido reconocido por Constantinopla (476), y finalmente fue reconocido como patricio por el emperador de oriente, Zenón.  Italia disfrutó entonces durante más de cincuenta años de los beneficios reportados por un gobierno estable hasta los límites permisibles por una dictadura militar,con sólo un período de interrupción de tres años y medio (489-492), período durante el cual Odoacro luchó contra Teodorico el ostrogodo, su sucesor, para hacer prevalecer su autoridad.  Teodorico y Odoacro se vieron involucrados en una pugna familiar que todavía infundió mayor ímpetu a su rivalidad personal, aun cuando la razón principal de la invasión de Italia por parte de Teodorico fuese el deseo del emperador Zenón de desembarazarse del imperio oriental de los ostrogodos por el miedo que fuese, satisfacción a la que se añadiría la de librarse también de Odoacro.  Zenón también era "bárbaro", isaurio introducido para tratar con Aspar, el general alano cuyo propósito era gobernar Constantinopla.  Teodorico, a su vez, no gozó de mejor favor de Constantinopla que su predecesor, pero cumplió todo su reinado, porque el imperio oriental finalmente había hecho las paces con todos los grupos bárbaros indeseables que había en sus tierrasy ya no le quedaban más para desterrar a occidente.  Después de la muerte de Teodorico el imperio de oriente se sintió lo bastante fuerte para plantearse seriamente la recuperación de Italia.

26/8/12

FRANCISCO GIJÓN EN TWITTER

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